¡Sorpresa! Madrid es de derechas

Madrid

La derecha vuelve a vencer, esta vez por goleada, la Comunidad de Madrid ante una izquierda incapaz de articular una alternativa para los barrios populares que dice representar

Madrid ha demostrado, una vez más, que, de momento, sigue siendo una comunidad autónoma preeminentemente de derechas. Los resultados de la pasada noche electoral lo dejan patente, con una victoria arrolladora de Isabel Díaz Ayuso que roza la mayoría absoluta y deja la gobernabilidad de la Asamblea de Madrid en manos de los reaccionarios de VOX. Pero es que también lo dejan patente los resultados de los últimos 26 años, en los que la izquierda solo ha conseguido vencer en tres ocasiones. 

Mientras todo esto sucede, los partidos “progresistas” siguen totalmente cegados por esa ilusión política y ese discurso casi “guerracivilista” de que Madrid es de izquierdas, solo que no vota. De hecho, Rosa Díez en la campaña de estas elecciones autonómicas, pero en 1999, ya decía en un mitin que “Madrid ya es de izquierdas, lo que hace falta es que vayan a votar los que son de izquierdas, porque somos la mayoría”. En el plano discursivo poco ha cambiado en este bloque, que sigue con ese relato triunfalista que le impide articular una alternativa real de gobierno para los madrileños. 

Errores

El error más fundamental de la izquierda en esta campaña en concreto ha sido el de atribuirse de manera mecánica los potenciales votos de los electores habitualmente abstencionistas. Tanto el PSOE como Más Madrid, pero especialmente Unidas Podemos, han hecho un claro hincapié en que cuantas más personas fueran a votar, más aumentaban sus posibilidades de ganar a Ayuso y de gobernar. El lema de UP para estos comicios era “Que hable la mayoría”. Pues la mayoría ha hablado. Y además de manera récord, superando en 6 puntos porcentuales el tope de participación que se registró en 1995, por cierto, con otra victoria aplastante de Gallardón.

Quizás es que la izquierda ha vuelto a identificar al votante conservador con el pijo cayetano del barrio de Salamanca que salía a Núñez de Balboa en los últimos compases del confinamiento y no con cualquier trabajador de los barrios que se etiquetan desde este sector como “de izquierdas”. Y es que el mapa electoral es incontestable. En Getafe el PP le saca 13,6 puntos a la segunda fuerza, el PSOE. En Fuenlabrada un 13,4%. Parla 12,7%. Vallecas 10,2%. Coslada 16,5%. Y así en todos los municipios y distritos de Madrid, exceptuando El Atazar y Fuentidueña del Tajo. Este es el problema del discurso sinsentido de “vota a quien sea, pero vota” de muchos sectores de la izquierda.

Replantear la actividad política

Este escenario político debería llevar al arco progresista a una profunda reflexión que seguramente no acaben teniendo. Y es que los barrios populares no echan en falta una mayor presencia de los partidos políticos en sus entornos ni una mejor comunicación política de sus propuestas electorales. Pues repetir 1000 veces un proyecto político en Usera, Vicálvaro o Moratalaz no significa que este sea más válido para la realidad de estas comunidades.

Lo que realmente les falla a estos partidos políticos es que reducen su actividad a la mera institucionalidad y se olvidan durante las legislaturas de las realidades materiales que sufren estos barrios. Parece que basta con activar a esa masa de población durante la campaña electoral para que depositen su voto en una urna y listo. Pero la reducción de la actividad política de la ciudadanía y la fetichización de los procesos electorales genera sujetos políticos pasivos sobre los que funcionan mejor discursos grandilocuentes, polarizantes, identitarios y sentimentalistas que cualquier argumento racional o sosegado.

¿Bipartidismo?

Otro punto a tener en cuenta desde una perspectiva analítica y no tan crítica, pero que sigue siendo una mala noticia para los partidos de izquierdas, es que las dinámicas internas del bipartidismo siguen perpetuándose aunque se haya reconfigurado el panorama político. Algunas de las facciones de votantes que antes integraban el PP o el PSOE decidieron en su día optar por opciones políticas con una mayor autonomía y que se habían constituido como partidos independientes, pero la campaña que se ha vivido en Madrid ha dejado patente que ante un contexto de especial crispación se han dibujado dos bloques bien definidos y muy alejados entre sí con planteamiento dicotómicos como el “comunismo o libertad” o el “fascismo o democracia”.

Quizás ese bipartidismo se ha convertido en una suerte de bibloquismo, que en la superficie presenta más colores en las encuestas y algunas tensiones entre partidos del mismo bloque a la hora de tomar decisiones, pero que en definitiva es un mecanismo del propio sistema para seguir generando legitimidad. Y es que, más allá del simbólico sorpasso de Más Madrid al PSOE el votos, en todas las elecciones que no se han celebrado en territorios con disputas nacionales y, por supuesto, en las generales, PP y PSOE se siguen repartiendo el gobierno y la oposición y el resto de partidos les sirven de muleta. 

Iglesias dice adiós

El otro gran bombazo informativo de la noche electoral es el anuncio de Pablo Iglesias de abandonar todas sus responsabilidades políticas. Una figura política a la que se le debe reconocer y agradecer, al menos en el caso de un servidor, el despertar político de toda una generación de la izquierda, con programas formativos tales como la Tuerka News o Fort Apache. Sin embargo, el recorrido político de Podemos nos ha demostrado a muchos la incapacidad de la socialdemocracia radicalizada de presentar ningún proyecto político alternativo al estado actual de las cosas. Se pasó de tomar el cielo por asalto a gobernar con la casta a la que venían a desbancar. En parte por la presión de las campañas mediáticas, el acoso domiciliario y la corrupción de las cloacas del estado, sí. Pero también por las grandes luchas de egos dentro del partido y un personalismo entorno a la figura de Pablo Iglesias que obstruía la renovación que la formación morada llevaba necesitando ya años. 

De todas maneras, la salida tan repentina de Iglesias es sin duda un gesto feo hacia sus compañeros de lista y una falta a su promesa electoral de permanecer en la Asamblea de Madrid independientemente del resultado obtenido. Este giro expone que, desde un principio, la intención de Iglesias era venir a hacer campaña para salvar a su formación de la barrera del 5% y en ningún caso a formar parte de la vida cotidiana de la política autonómica. 

Mónica García sorpasa a un insulso Gabilondo

En el plano más electoral, cabe destacar el mal resultado del PSOE que incluso es rebosado en votos por el partido de Mónica García. Un Gabilondo insulso, sin proyecto y en ciertos momentos intentando asemejarse a la postura conciliadora que tuvo Salvador Illa en Cataluña, pero obviamente sin conseguirlo. A los buenos resultados cosechados por Más Madrid, también hay que asestarles un golpe de realidad. Lo primero es preguntarse si este modelo de partido y de proyecto es exportable a alguna otra comunidad autónoma o si estos buenos resultados en Madrid significarán un ascenso de Más País a nivel nacional. 

La segunda cuestión es que el partido no tiene un perfil de votante claro, algo que en coyunturas concretas como la actual puede beneficiar al pescar votos a izquierda y derecha, pero que con ligeros cambios en las circunstancias el resultados puede variar sobremanera. De hecho, en la entrevista realizada por este medio a Pablo Gómez Perpinyà, segundo a bordo de MM, afirmaba con orgullo que “el CIS dice que somos la fuerza política más transversal, nos vota gente de todo tipo. Hombres, mujeres, renta baja, renta alta…”. Ese terreno de la transversalidad política es ciertamente fangoso, y si no que pregunten en Ciudadanos. 

Futuro cercano

El escenario político que se dibuja a partir de hoy induce a pensar que el PP acabará pactando con VOX, veremos si en forma de abstención para dejar gobernar a Ayuso en solitario, con un voto afirmativo y una serie de medidas pactadas o si finalmente veremos a Rocío Monasterio como Consejera de Educación. Espero por el bien de los niños madrileños que no sea así. También existe una remota posibilidad a la que los medios de comunicación no han prestado mucha atención por su inviabilidad, que es el voto favorable del arco progresista en la investidura de Ayuso para evitar la entrada en el gobierno o un acuerdo de medidas con la formación reaccionaria, en una suerte de cordón sanitario para aislar a VOX. Aunque sea complicado articular esta vía alternativa, principalmente porque Ayuso es una reaccionaria más, realmente todos saldrían ganando: el PP con su gobierno en solitario y la izquierda con el discurso de haber evitado la entrada de la ultraderecha en las instituciones.

En definitiva, y como reflexión más personal, estas elecciones me reafirman en la idea de que la alternativa para la clase obrera se encuentra alejada, muy alejada, de cualquier proceso electoral o institución conformada por partidos políticos de masas, electoralistas y con relatos continuamente engañosos. Sin duda alguna, la alternativa conllevará procesos políticos más complejos que meter un papel en una urna cada cuatro años, pues esta alternativa consistirá esencialmente en dejar de ser espectadores de la política para ser protagonistas de la misma.