Claroscuros de titanio

Bilbao

Bilbao, ciudad con polémica y pasado industrial, acoge en los dos últimos años a más de 1.400.000 turistas en su museo Guggenheim

INÉS HERREROS COBO Y ANNE GAREA MOLES

Lluvia, lodo e industria. Una ciudad oscura que creció en torno a la siderurgia y construcción naval. Altos Hornos, SEFESA o Astilleros Euskalduna producían unas constantes nubes grises en el valle. Una sociedad deprimida después de la crisis económica industrial de finales de los años 90. Un proyecto. Un solar, Campa de los Ingleses, situado en la ribera de la ría del Nervión. Un Guggenheim. Frank O. Gehry. Bilbao. Un coste de 14.028 millones de pesetas, 84 millones de euros aproximadamente. ¿Cambio? ¿Evolución? ¿Transformación? Cuando salió a la luz que la Fundación Solomon R. Guggenheim estaba interesada en llevar a cabo el proyecto en Bilbao, no todos los vascos recibieron la noticia como una oportunidad de mejora. Hubo una gran resistencia por parte de la oposición política y también por ciudadanos y artistas que tenían miedo de algo que nunca antes se había desarrollado.

El museo Guggenheim y la torre Iberdrola junto a la ría. Ander Balanzategi

27 de diciembre de 1991. El País publica un artículo titulado Aumentan las críticas en el País Vasco sobre el Museo Guggenheim de Bilbao. A la crítica social se le unió la exigencia del escultor Jorge Oteiza de que el Ayuntamiento de Bilbao, la Diputación Foral de Bizkaia, Gobierno Vasco y Gobierno de España rompieran con la entidad neoyorquina: “Oteiza hace responsable al consejero de Cultura del ‘negocio repugnante con los Guggenheim’ y exige al lehendakari que expulse del Gobierno a sus falsos consejeros de tantos vergonzosos compromisos y ruinosas decisiones en contra de la dignidad, ya tan poca, que han dejado de nuestro infortunado país”.

Una parte de los artistas locales no estaba de acuerdo con la construcción del Museo Guggenheim de Bilbao. Aunque en un principio se podía pensar que sería una oportunidad para dar visibilidad a sus obras, no ha sido así. Han pasado 31 años desde aquellas primeras críticas. Sin embargo, aún tienen vigencia. El pintor y escultor bilbaíno José Ibarrola considera que el museo sí ha supuesto una puesta en escena del arte contemporáneo, pero como consecuencia han ido desapareciendo “todas las galerías” que había en el entorno de la ciudad. El Guggenheim de Bilbao iba a ser la locomotora que tirase del resto de los vagones del arte. No ha sido así. Simplemente se ha quedado en un trasatlántico que está muy bien y que funciona muy bien, sobre todo, desde el punto de vista turístico, pero no está claro que haya habido un retorno hacia los artistas locales”, denuncia Ibarrola. Andere Larrinaga, Doctora y profesora en Historia del Arte de la Facultad de Bellas Artes de la Universidad del País Vasco, se une a esa crítica: “La cultura se ha convertido en un parque de atracciones. No todo es Guggenheim en el País Vasco”.

El Guggenheim de Bilbao iba a ser la locomotora que tirase del resto de los vagones del arte. No ha sido así”, José Ibarrola, artista vasco

Debido a las manifestaciones, críticas e incluso a la “no aceptación” de un museo todavía sin construir, Bingen Zupiria, Consejero de Cultura de País Vasco recuerda que la toma de decisión y de dar el “sí” a realizar el proyecto fue un momento muy crítico: “Hubo una oposición frontal de todos los sectores políticos y culturales que tenían voz. Esto no quiere decir que representaran a todo el mundo —intenta aclarar— fue muy complicado hacer frente a esa oposición y abordar la decisión de construir el museo. Se dijeron auténticas barbaridades”.

Bilbao no era una opción

Pero es que Bilbao nunca fue la primera opción para la Fundación Solomon R. Guggenheim. La ciudad estaba deprimida después de la crisis que acababa de superar y estaba pasando por episodios de terrorismo. “La fundación neoyorquina viajó a Bilbao sin ninguna expectativa. En aquel momento no consideraban Bilbao como una opción realista. Sin embargo, la propuesta que se hizo fue la mejor”, explica María Bidaurreta, Coordinadora de Relaciones Exteriores del Museo Guggenheim de Bilbao. La capital bizkaina ofreció unas condiciones muy buenas, “las mejores”: hacer el edificio y pagarlo, además de comprar una parte de la colección de arte permanente a la Fundación Guggenheim. “Para la Fundación Solomon R. Guggenheim hubiese sido mucho más caro, pero también más fácil, irse a una ciudad que no tuviera los problemas que en aquel momento padecía España, a nivel político y terrorista”, termina añadiendo Bidaurreta.

La construcción del Museo Guggenheim de Bilbao además de otros proyectos como el Metro de Bilbao y Ría 2000 modernizaron la ciudad y vislumbraron un rayo de esperanza y reconversión. El ánimo de los bilbaínos empezó a remontar y supuso un enriquecimiento a nivel cultural, además del crecimiento económico y turístico. “La cultura también tiene mucho de relación y de convivencia”, resalta Zupiria después de rememorar que la sociedad vasca había tenido una autoestima muy baja como consecuencia de una de las mayores crisis de la historia. “Es muy curiosa la relación que tienen las personas con el museo. Mayoritariamente, la gente está orgullosa de tener un elemento como el Guggenheim, ahora es algo nuestro”, argumenta el Consejero de Cultura del País Vasco.

“La gente está orgullosa de tener un elemento como el Guggenheim”, Bingen Zupiria, Consejero de Cultura del Gobierno Vasco

Su acogida pudo apreciarse desde el principio. “El primer año de vida del museo se establecieron 450.000 visitas como objetivo. Si eso se conseguía sería un éxito. Sin embargo, el primer año de vida del museo hubo 1.300.000 visitas”, explica María Bidaurreta. Sin lugar a duda, rompió con todas las expectativas y consiguió cautivar a más de un millón de visitantes locales, nacionales e internacionales. “Era un edificio con unas características muy diferentes a lo que eran los edificios en aquella época”, destaca el arquitecto Javier Aja, miembro de la empresa IDOM que se encargó de la preparación del proyecto, dirección de obra, plazos, y costes del Museo Guggenheim. “Se manejaban tecnologías que no se habían usado nunca. Técnicas constructivas nuevas que las teníamos que inventar, materiales que algunos no se habían usado como el titanio, o materiales que aunque si se hubieran utilizado anteriormente como la piedra o el vidrio, la forma de utilizarlos en este edificio era muy diferente, ya sea por la geometría o por las condiciones del entorno”, añade Aja.

El museo no solo brilla por su titanio o por formar parte de la Fundación Solomon R. Guggenheim, sino porque sus paredes, columnas, colores, e incluso olores, están pensados para que destaque tanto el exterior, como el interior del edificio. Ese cuidado al elegir cada uno de los componentes y la forma en la que se iban a trabajar es lo que logró su exclusividad.

“Había un señor con una elevadora salpicando barro a la pared. Era el artista Richard Long”, Hodei Gómez, trabajador de la remodelación de los interiores del Guggenheim

Hodei Gómez, trabajador de las remodelaciones de los interiores de las salas del Guggenheim en el año 2000 recuerda una divertida anécdota sentado frente al museo: “Teníamos que dar tres manos de pintura y cada una nos llevaba tres horas. A las ocho de la tarde dimos la última capa, hubo un fallo en la composición de la pintura y tuvimos que ir a por más a la única distribuidora que vende el color exclusivo del Guggenheim. Cuando llegué el lunes porque tenía que pintar otras salas, me pasé por allí. Casi me da un infarto. Había un señor con una elevadora salpicando barro a la pared. Era Richard Long”.

Resquicios de la Bilbao industrial con las construcciones modernas al fondo. Ander Balanzategi

Richard Long, Picasso, Kandinsky, Andy Warhol, Cy Twombly, Anselm Kiefer o Jean-Michel Basquiat son algunos de esos nombres que llevan el apodo Guggenheim. Un honor y exclusividad al alcance de pocos artistas vascos y, tal vez, internacionales. “Esto es el Guggenheim, una sucursal. Que vengan artistas vascos está bien, pero no podría ser el motivo y no tendría tanto éxito. Aquí vienen artistas internacionales. Artistas de renombre”, reconoce la Coordinadora de Relaciones Exteriores del Museo Guggenheim de Bilbao.

“Aquí vienen artistas internacionales.Artistas de renombre”, MariaBidaurrieta, Coordinadora de Relaciones Exterioresdel Museo Guggenheim de Bilbao

Para muchos bilbaínos, los políticos tuvieron buena visión. “Hubo una confluencia de intereses entre el Ayuntamiento de Bilbao, la Diputación Foral de Bizkaia, Gobierno Vasco, Gobierno de España y la Fundación Guggenheim. Los estadounidenses necesitaban un espacio en el que exponer sus obras y para Bilbao supondría una transformación”, destaca el arquitecto Javier Aja.

Así fue. Bilbao dejó que las nubes del valle se alejaran para dar bienvenida a su “piedra angular” de su transformación económica: los turistas. Según informes del Ayuntamiento de Bilbao todos ellos se hospedan en hoteles destinados al turismo cultural y cuentan con un poder adquisitivo medio-alto. Valentín Alejos, trabajador del museo, explica que las personas que pasan por Bilbao, además de visitar el Guggenheim, se hospeda en hoteles, comen en restaurantes y realizan más actividades en la ciudad, como visitar la Gran Vía y sus tiendas. “El museo atrae a muchísima gente de otros países y Bilbao se ha convertido en una ciudad de servicios. Nos ha puesto en el mapa”, afirman Santiago y María, visitantes ocasionales del Museo Guggenheim de Bilbao, con una sonrisa que se intuye detrás de la mascarilla.

El “efecto Bilbao”

Los turistas han producido en Bilbao un olvido de su pasado y una futura copia de otros “presentes”. Ciudades como Harbin, en el este de China, o Guadalajara, en el oeste de México, han intentado aplicar el “efecto Bilbao”, aunque ninguno con resultados tan arrolladores como los de la capital vasca. Así lo indica el informe Rebuilding Europe: The cultural and creative economy before and after the COVID-19 crisis. January 2021. Destaca que las industrias culturales, creativas y del entretenimiento son valores que favorecen un desarrollo económico en Europa, en sus ciudades, y en sus comunidades. Entre 1985 y 2019, 60 ciudades han sido asignadas como Capitales Europeas de la Cultura.

Los museos bandera han tenido un papel muy importante en la regeneración urbana, en espacios públicos y áreas industriales. En décadas recientes, urbanistas y políticos han tratado de reaplicar el “efecto Bilbao” usando arquitecturas libres para construir museos, bibliotecas, centros de congresos y para revitalizar las economías de las ciudades. Aunque el “efecto Bilbao” no se podido conseguir en muchos lugares, el País Vasco va a intentarlo de nuevo. La ampliación del propio Guggenheim Bilbao tendrá lugar en la Reserva de la Biosfera de Urdaibai con un nuevo concepto y apariencia diferente que podrá acoger a más futuros turistas.

Una pandemia mundial

A pesar de permanecer tres meses cerrado y que las restricciones de movilidad imposibilitaran las visitas del turismo internacional, casi 70.000 bizkainos acudieron al Museo Guggenheim de Bilbao, según informes anuales publicados en la página oficial del museo. La Covid-19 no ha impedido que la ciudad recibiera a más de 300.000 visitantes a lo largo del año 2020. Y este éxito no es algo aislado. Ya en 2019 se consiguió la cuarta mejor cifra de la historia del museo, con 1.170.669 visitantes.

La lluvia, el lodo y la industria, se desvanecieron dando paso a un Bilbao moderno y enriquecido. Aquella ciudad oscura que creció en torno a la siderurgia y construcción naval, se desarrolló en las bases de las nuevas tecnologías y constantes progresos. Aquella falta de autoestima desapareció. El Guggenheim y su creador Frank O. Gehry lo lograron. Bilbao cambió, evolucionó y finalmente se transformó.

Fruto del “efecto Bilbao”

Bingen Zupiria, consejero de Cultura del País Vasco, detalla que el nuevo Museo Guggenheim Urdaibai se enfocará en el proceso artístico y no en la propia exposición de la obra. El museo, que finalmente se ubicará en una finca privada de la BBK en Sukarrieta (Reserva de la Biosfera de Urdaibai), será la ampliación del Guggenheim de Bilbao pero con un concepto y apariencia diferente.

En este caso, quieren apostar por la participación de valores como el proceso creativo, el medio ambiente, la sostenibilidad, la residencia para artistas internacionales, un foro mundial que reflexiones sobre los “temas del momento y el arte”. A su vez, la propia estructura permitirá la simbiosis de las obras con la naturaleza.

El paraje privilegiado de la Biosfera de Urdaibai lleva reservado desde 2008 sin ningún avance pero con 140 millones de euros (parte de fondos europeos) para poner en marcha la nueva entidad cultural respetuosa con el medio ambiente.