Una difícil convivencia entre Maixabel y los ongi etorri

Maixabel

“Maixabel desata las emociones y los aplausos”, titulaba uno de los medios guipuzcoanos tras el estreno de la película en el Zinemaldia. Violencia, sufrimiento, perdón o restauración. En definitiva, las consecuencias de los años de plomo, del terrorismo de ETA, de los cientos de asesinados y de un esfuerzo desgarrador por cerrar heridas. Así lo hizo Maixabel Lasa, en quien se basa la película, que acudió a la cárcel de Nanclares de la Oca para reunirse con el asesino de su marido, el socialista Juan Mari Jáuregui. En pleno prime time, Luis Tosar, que interpreta el papel del verdugo Ibon Etxezarreta, hizo un valiente discurso en el que habló de “perdón” y de “proceso de paz”. Le valió para que Twitter ardiese calificándole de filoetarra, pero el actor, sin achantarse, defendió que está película “tiene mucho que aportar a la sociedad vasca”.  

Un asunto pendiente

La directora, Iciar Bollaín, que cree que “la película podría ser sanadora para mucha gente”, recibió los aplausos desde la tribuna. Unos aplausos que contrastan con los que se escuchan en algunas calles y plazas, vítores y txistus que levantan polémica y que incluso se consideran insultantes para una parte de la sociedad vasca. Sí, hablamos de los ongietorris, que lejos de mejorar la convivencia, siguen creando un choque político y social. Lanzo una segunda parte para la película, ¿qué hubiese pensado Maixabel Lasa si en Tolosa -donde su marido fue asesinado- se hubiese recibido como a gudarias a sus asesinos? Ikurriñas, txistus y aurreskus para Ibon Etxezarreta, Luis María Carrasco Aseginolaza y Patxi Xabier Makazaga Azurmendi por meterle dos tiros en la nuca a Jáuregui. Todo un acto por la liberación de Euskal Herria.  

Hay que recordar que los ongietorris son legales y la propia Audiencia Nacional lo ha reconocido. Pero es evidente que  causan malestar en una parte de la población, más cuando los expresos han cumplido condenas por delitos de sangre. Entre los bienvenidos se encuentran Xabier Ugarte, homenajeado en Oñate tras cumplir pena por el secuestro de Ortega Lara o Jose Javier Zabaleta Elosegui «Baldo», homenajeado en Hernani tras perpetrar un asesinato con cinco muertos (cuatro guardias civiles y un vecino que se encontraba en el bar). Estos son algunos ejemplos, porque los recibimientos se han sucedido en gran parte de los pueblos de Euskal Herria.

Apartar la mirada

Arnaldo Otegi afirmaba con rotundidad en 2019 que el problema de estos homenajes se soluciona si los medios de comunicación hiciesen el favor «de no emitir esas imágenes». Lo que venía a decir el líder de EH Bildu es que cualquier persona que pudiese sentirse herida por estos actos no tiene más que apagar el televisor. Lo que no tuvo en cuenta es que el problema no radica en quien ve ikurriñas y txistus en las calles de Euskadi desde su televisor de Sevilla, Vigo o Madrid. El punto de inflexión llega cuando los vecinos aún apagando el televisor escuchan y ven desde sus balcones la vuelta triunfal de los que alguna vez creyeron en la liberación a punta de pistola.

Creando un símil que a algunos les parecerá descabellado, cabe recordar que las víctimas de torturas y de los grupos parapoliciales llevan años pidiendo que se juzguen a los responsables y que se les retiren las condecoraciones otorgadas por gobiernos y cuerpos policiales. Una reivindicación que gran parte de la sociedad ha comprendido y apoyado por entender que los GAL o El Batallón Vasco Español, entre otros, ejercieron terrorismo de Estado. No se entendería, es más, se repudiaría que a Enrique Rodríguez Galindo, Felipe Bayo y Ángel Vaquero se les hiciese un festivo recibimiento en sus respectivos pueblos tras encargarse de las muertes de Lasa y Zabala. Hoy en día les recibirían aquellos que cantaban el «a por ellos» a la policía en el referéndum catalán.

Aplausos para los no gudaris

Quien ha ejercido la violencia injustificada no merece ser recibido y ser condecorado en su pueblo, no merece gustarse en la plaza con la bandera, como si fuese uno de los gudaris que ha conseguido nada. Y en el otro lado, los que han sufrido la violencia de ETA de forma directa o indirecta, no merecen sentirse humillados viendo como al asesino de su marido, padre o hermano se le acoge como si nada hubiese pasado, como si sus víctimas ya no se acordasen de los disparos o de las bombas.

La sociedad vasca ha evolucionado mucho en pocos años. El conflicto se explica en los colegios, se dan charlas con víctimas de ETA junto a las del terrorismo de Estado, hay consenso en contra de la dispersión de los presos y como en el caso de Maixabel Lasa, hay hasta quienes han acudido a los encuentros restaurativos. Todos estos pasos, que construyen una sociedad que sea capaz de comprender el pasado, entender posturas y perdonar, chocan con los recibimientos públicos. Dar otro pasito adelante en la convivencia es trabajo de la Izquierda Abertzale, de los expresos y de sus familias y amigos. A nadie se le debe negar el poder recibir con afecto a un ser querido, pero es muy reprochable que se haga de esta manera.