Norma Grau: “Un bebé muerto es un estorbo a nivel social”

Norma Grau (Barcelona, 1983) decidió ser fotógrafa a los 17 años. A los 24, se dio cuenta de que le atraía la Psicología y, por inquietud personal, empezó a estudiar. En 2011, creó el proyecto Stillbirth, bebés que nunca pudieron ser fotografiados, juntando sus dos pasiones y, así, poder suplir la carencia que había en duelo perinatal. Grau ha realizado alrededor de 230 sesiones, creando un lazo con las familias tan eterno como sus fotografías.

Yazmina Vargas

En España la muerte es tabú, más si es en la infancia. Sin embargo, en otros países está naturalizada.

Si la muerte es un tabú, la infantil lo es el triple. Lo observamos en el mundo latino, porque tanto en España como en Italia, Grecia, Portugal, toda Latinoamérica… cuesta aceptar fotografías de este estilo. Ocurre lo contrario en el mundo anglosajón, donde se hacen sin problema.

¿Por qué esa diferencia?

Hay varias teorías y muchas tienen que ver con la religión. Hasta hace poco si un bebé moría sin estar bautizado no podía ser enterrado en el cementerio, porque moría en pecado. De ahí puede venir la tradición de que los bebés que mueren al nacer no van al cielo. Es muy de religión católica. Y hemos visto que en países con estas creencias la muerte perinatal se trata peor. Además, esos mismos países son los que tienen los índices más altos de violencia obstétrica.

No es casualidad, claro.

Un lugar que no trata con respeto la maternidad, el embarazo y el nacimiento y donde se aparta la muerte, no iba a hacer lo contrario con la muerte perinatal, porque junta las dos cosas: la violencia obstétrica y la muerte infantil. En cambio, en países donde apenas hay ese tipo de violencia, donde la maternidad se potencia, la crianza se respeta, los niños son bienvenidos y la muerte no se tapa, se enfrenta a la muerte perinatal de una forma muy diferente. Es un tema de cultura.

Fotografía de Norma Grau

Pero se puede cambiar.

Se está haciendo. En España hay varias escuelas que tratan la muerte. Hay que mostrar, desde la infancia, que la muerte forma parte de la vida. Creo que no nos preocupamos por los niños como deberíamos hacerlo. En nuestra sociedad parece que molestan. Así que, un bebé muerto es un estorbo a nivel social.

Y a nivel estadístico.

Exacto. No interesa que se vea la cantidad de bebés que se mueren es España, porque la gente podría pensar que el sistema sanitario no funciona. Pero la estadística en los países del mundo desarrollado indica que 1 de cada 4 embarazos no sale adelante. Y no es por el sistema sanitario, sino por la vida en sí. 

Reportajes emotivos

En los momentos que vives durante los reportajes hay amor, pero también tristeza, ¿te afecta a nivel emocional?

Sí. Una persona que se encargue de acompañar el duelo perinatal necesita su red de apoyo para descargar sus emociones. Acompañar en solitario es mala idea, porque lo que sientes en las sesiones es muy intenso y al fotografiar al bebé fallecido la carga emocional es enorme. Te ayuda saber que serán útiles en su proceso de duelo. La verdad que es todo más amoroso de lo que parece y acabas creando un vínculo con esas familias.

Antes las familias sacaban fotos en las autopsias, ¿verdad?

Todavía se hace. Muchas veces es la única opción que tienen de ver la cara de su hija/o. Pero tiene dos cosas negativas. La primera, que es una foto muy impactante. Y la segunda, que no siempre se hacen fotos. Y esa ausencia es otro golpe que se suma y añade dolor.

Hay quien piensa que este tipo de fotografía es morbosa, pero, ¿qué beneficios aporta a la familia?

La memoria humana no es imborrable. Estas familias ven a sus bebés un par de horas o solo minutos. Y con los años sienten que las facciones de su hija/o se desdibujan. Eso les genera malestar y culpa, porque sienten que lo están olvidando. Y esa culpabilidad les hace pensar que son malas madres y malos padres. Además, para las personas que no han conocido al bebé es como si no hubiera existido y esa foto demuestra lo contrario.

Ya. El duelo gestacional y neonatal es un tema muy silenciado, pero no ayuda a las familias.

No, porque necesitan reconocer la existencia de ese bebé. Y las fotos ayudan, porque se le reconoce socialmente y también les ayuda a integrar la pérdida. Además, tienen un valor social importante, porque estamos quitando el miedo. Ya que nuestra mente sádica y macabra imagina un bebé medio desfigurado y putrefacto y no es así. Al ver esa foto ves lo que hay: un bebé precioso. 

Fotografía de Norma Grau.

Según Paul Cassidy, fundador de Umanita, en España apenas pueden pasar tiempo con el bebé que nace muerto, pero en otros países la media es 12 horas.

Realmente no hay un tiempo mínimo ni máximo, pero hay hospitales que se limitan a enseñártelo para que veas que está muerto y se lo llevan. Aquí lo máximo son seis horas, pero en Reino Unido duermen juntos en la habitación, porque hay cunas refrigeradas y pueden estar juntos sin tener que bajar a la morgue. Hacen lo necesario para no separarles. Pero nunca es suficiente tiempo.

Proyecto de vida

¿Fue difícil crear el proyecto?

La decisión de crear Stillbirth no llegue a tomarla nunca, surgió así. Conocí a familias en duelo perinatal y todas se lamentaban de no tener fotos de sus bebés. Esa es la carencia que quise cubrir. Tenían objetos del bebé y surgió la idea de fotografiarlos simbolizando las que no tenían. El proyecto creció sin darme cuenta, por eso digo que no decidí crearlo.

Se fundó en 2011 en Barcelona. ¿Cómo fue la acogida?

El primer año solo hice tres sesiones, pero se multiplicaban cada año. Costó que se conocieran, pero luego tuvieron buena acogida, sobre todo, entre las familias. Otra cosa es entre las instituciones y los hospitales.

¿Suelen dar problemas?

Mi trabajo suple la carencia de las fotografías en el hospital con el bebé en el momento de nacer y ahí tenemos la gran muralla. Que los hospitales permitan hacer fotos de un nacimiento de un bebé sin vida. Es un tema delicado y controvertido, porque en muchos hospitales niegan la entrada a la persona fotógrafa.

Pero si es en beneficio de las familias…

Hay estudios que confirman que les va bien, pero al sector médico le genera mucha suspicacia, les da miedo. Por eso está costando tanto.

«A veces la única opción que tienen las familias de ver la cara de su hija/o es sacar una foto de la autopsia»

Norma Grau

Además, sacas el proyecto adelante de forma altruista.

No se les cobra nada. Hasta 2.018 todo lo pagaba yo. Pero desde ese año hago formaciones pagadas con personal sanitario, sobre todo matronas, para que hagan las fotos. Ese dinero lo destinó al proyecto y a los viajes que hago para hacer las fotos del bebé fallecido.

¿Qué sientes al ser la primera fotógrafa en España que acompañó en el adiós de una familia a su bebé?

Ha sido difícil, porque he encontrado muchas puertas cerradas y he sido juzgada por compañeros psicólogos y fotógrafos. Pensaban que lo que hacía era algo macabro y que estaba loca, porque nadie más lo hacía. Por suerte, he tenido mucho apoyo de EE. UU y otros países. Ahora siento orgullo. Ha sido un camino duro, pero ha valido la pena. Aún falta mucho por hacer, pero ya no soy la única.

Luego ese personal sanitario, enseña a sus compañeros/as.

Totalmente. Se ha creado una red estatal un poco clandestina. Porque algunos hospitales sí contemplan en sus guías y protocolos el hacer fotos, pero otros no. Entonces, al hospital puede no interesarle el tema, pero se sabe que las matronas lo hacen igualmente y eso es lo que importa. Dar ese servicio a las familias que lo necesitan.

¿Qué es lo más importante en estas sesiones?

Hay que ser consciente de que estás en los dos momentos más importantes en la vida de una persona: su nacimiento y su muerte. Estás presenciando un parto y un funeral. Por eso, es vital el respeto, tener mucha sensibilidad y conectar con la familia. Tienes que saber leer el lenguaje corporal, porque no todas las personas necesitan lo mismo. A veces quieren silencio y que te alejes o que te acerques y les digas lo precioso que es su bebé. Tienen que sentir que estás ahí para ellos, aunque sea difícil, porque es un momento en el que hay mucha tristeza, pero también alegría, porque conocen a su bebé sabiendo que no lo pueden llevar a casa.