China y el imperialismo moderno

China y el imperialismo

Ante la complejidad que supone el control de un país tan extenso y poblado, el Gobierno chino lleva años solventando sus problemas desde el camino más autocrático, y sus conflictos nacionales e internacionales se cuentan con más de dos manos

IKER KAPEROTXIPI (@Ikerkaperotxipi)

Para entender el statu quo de un modelo económico y social tan particular, hay que remontarse varios años atrás. Tras la muerte de Mao Zedong en 1976, Den Xiaoping cambió el destino del país oriental, dando inicio a la gran «Reforma y Apertura» que instauró el célebre «socialismo con características chinas». En este nuevo «capitalismo de Estado» como bautizan muchos, el país ha crecido a niveles inimaginables, pero este progreso no logra esconder las formas antidemocráticas del Gobierno chino a la hora de dar solución a sus conflictos geopolíticos. 

Los casos de Hong Kong y Taiwan son los ejemplos más reveladores. En esta primera excolonia británica, el Gobierno de Xi Jinping impone el principio de «un país, dos sistemas», con una gran autonomía que se manifiesta mediante la autogobernanza, la libertad de uso de su respectiva lengua (cantonés) o con la elaboración de su propia Constitución. De esta manera, Hong Kong se ha convertido en una de las regiones más libres y prósperas del mundo, rompiendo de raíz con el sentimiento de pertenencia a China. 

Cuestión identitaria

Las encuestas revelan que solo un 15% de la población afirma sentirse chino, y entre los jóvenes esta cifra disminuye a un 3%. Ante esta deriva nacionalista y secesionista, el Gobierno ha llevado al límite sus competencias con la tan sonada Ley de Extradición. Esta ley les permite encarcelar, trasladar y procesar a los detenidos en la región hacia el territorio chino, donde la justicia competente dejaría de ser la hongkonesa. Las fuertes protestas encabezadas por movimientos juveniles han sido respondidas por una represión severa e implacable.  

El otro gran conflicto con muchos años de historia tiene lugar en la isla de Taiwán, la China legítima para muchos tras la derrota del Kuomintang (Partido Nacionalista Chino) en la guerra civil que acabó en 1949. Sin embargo, el Gobierno comunista fue obteniendo reconocimiento internacional hasta lograr entrar en la ONU bajo el nombre de República Popular China, sustituyendo a la República China ubicada en Taiwán. La situación es realmente curiosa. El Gobierno chino considera a Taiwán como una provincia separatista y subversiva, y aspira a mantener el principio hongkonés de «un país, dos sistemas». 

Conflicto y autogobierno

Esta provincia se autogobierna y tiene como presidenta con gran mayoría parlamentaria a Tsai Ing-wen, del Partido Democrático Progresivo, que vela por la independencia y por la continuación de su sistema de democracia al estilo occidental. El Estado actúa con represión ante la más mínima disidencia, y utiliza la disuasión militar como estrategia para evitar que Taiwan escape de su control. Otro volcán en el territorio chino que puede entrar en estado de erupción en cualquier momento. 

Protestas en Taipei. (Photo by Sam YEH / AFP)

El gran aliado y el refugio histórico del Dalai Lama, la India, tampoco escasea en problemas con su vecino chino. La competencia y el reclamo de territorios avivan una tensión que se avista en estas sinuosas fronteras, donde ambos ejércitos tienen continuos altercados que se definen con piedras, peleas con barras y armas blancas de todo tipo que han dado lugar a decenas de bajas. Extrañamente cierto. 

Esta tensión se acrecienta con amenazas en el terreno material y económico, y el gigante asiático no se ha quedado con los brazos cruzados. Para ello, se ha diseñado el plan del «collar de perlas», una línea defensiva formada por bases militares costeras y puertos que cruzan toda Asia, desde China hasta el Golfo Pérsico. Toda una demostración de poder que busca asegurar sus suministros y exportaciones, y que estimula el control y la influencia en toda la zona.

Geoestrategia china

Más allá de la gran influencia en algunos de estos países que componen el mapa geoestratégico del país (Yibuti, Myanmar, Sri Lanka, Sudán…), China ya ha entrado de lleno en el continente africano. Tras observar una oportunidad económica y política en estos países en desarrollo, rápidamente se ha convertido en el «gran amigo» de África, exportando productos y material a gran escala y concediendo financiación. Esto le otorga una considerable posición de poder e influencia que altera por completo el orden mundial. La creciente presencia china en Latinoamérica es otro tema que también preocupa en los Estados Unidos. 

Etnias oprimidas

La lucha también muestra su cara más visible en el terreno nacional, con etnias oprimidas como los uigures, musulmanes chinos ubicados en la región de Sinkiang (noroeste del país). Una etnia que denuncia un genocidio cultural por parte de la etnia Han (muy mayoritaria en el país) que ya ha llevado a millones de chinos a campos de reeducación, donde se oprime, se tortura y se asesina. Otras etnias minoritarias como los Kazajos o los Ubzekos denuncian este mismo destino.

A todos esos conflictos se le suman otras pugnas de no menor importancia con países como Japón, Malasia, Filipinas, Vietnam, Brunei… Todos ellos por islas y territorios cuya soberanía está en disputa. En resumen, China se muestra  ante Occidente como un Estado amante de la paz. Sin embargo, de puertas para dentro y con los países circundantes manifiesta su cara más represiva. Y este es el tipo de expansionismo imperialista propio del siglo XXI. Guerras que no provocan tanto ruido pero que no escasean en el coste humano.