ELVIRA LACORzanA
Este 8 de marzo celebramos un año más el Día Internacional de la Mujer Trabajadora. Fue en 1975 cuando la ONU declaró que este sería el Día de la Mujer, pero bastantes años antes se iniciaron las movilizaciones sociales por ellas, por sus derechos. Empezando por 1857, cuando un grupo de trabajadoras textiles decidieron salir a las calles de Nueva York para protestar por las míseras condiciones en las que trabajaban. Seguido por la II Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas celebrada en Copenhague en 1910; el incendio de una fábrica de camisas de Nueva York en 1911; y la celebración por primera vez del Día de la Mujer en Alemania, Austria, Dinamarca y Suiza en marzo de 1911. Esta celebración se fue extendiendo progresivamente hasta que, entre otros países, en 1917 llegó a Rusia, en 1922 a China, y finalmente en 1936 a España.
Mujeres trabajadoras: cuidados
A pesar de llevar tantos años celebrando el Día de la Mujer Trabajadora, en pleno siglo XXI aún podemos comprobar que la precariedad laboral y los trabajos no remunerados de las mujeres siguen estando candentes en la sociedad. Sin ir más lejos, los trabajos de cuidados llevan toda la vida cayendo sobre los hombros de las mujeres, como el cuidado de los hijos, los padres, el cuidado del hogar… Son algunas de las muchas responsabilidades que recaen en las mujeres por el simple hecho de serlo, y esto viene de muchos años atrás.
En base al Manifiesto Comunista de Karl Marx y Friedrich Engels, es importante recalcar la posición que las mujeres llevan adoptando desde que el sistema económico se instauró. Y es que con el capitalismo, se crearon unas bases para que la producción y la riqueza nacional pudieran aumentar; unas bases regidas por una pirámide social en la que la misoginia y los hombres estaban -y están- en la cúspide, ejerciendo trabajos remunerados, y las mujeres en la última posición.
Ellas fueron privadas de sus posesiones, de poder mantener relaciones homosexuales, de poder abortar si querían, de acceder a empleos, y si lo hacían, el sueldo era recibido por sus maridos. Se entendía que el trabajo de las mujeres no era productivo para la sociedad, y que no deberían recibir reconocimientos por sus labores. Simplemente estaban destinadas a formar riqueza nacional, y para ello había que incentivar la mano de obra aumentando la natalidad. Estaban apartadas de los medios de producción. Estaban, simplemente, destinadas a la reproducción de fuerzas de trabajo.
Mujeres trabajadoras: tareas domésticas
Quizás esto suene algo arcaico o “pasado de moda”, pero no deja de ser la realidad social que viven actualmente muchas mujeres, pero con finalidades diferentes. Los orígenes de la esclavitud de la mujer como explicó Engels, se encuentran en la propiedad privada y solo se podrán superar con la abolición de la misma, de los medios de producción y de la división del trabajo. Friedrich escribió en El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado: “El hombre mismo puede servir de mercancía. La fuerza de trabajo humano puede llegar a ser un objeto de cambio haciendo del hombre un esclavo”.
Centrándome en la actualidad y en la misoginia que aún se palpa en la gran mayoría de los aspectos laborales de la sociedad, el trabajo doméstico (al ser un trabajo “de mujeres” y dentro de casa), está infravalorado y no recibe ninguna remuneración económica. Esto hace que muchas mujeres salgan a la calle a buscar un trabajo que les ayude a subsistir y en el que reciban un sueldo. Pero la situación que se encuentran es un continuo enfrentamiento con el sistema patriarcal que les encierra en sus casas, y que en las calles crea nuevos mecanismos de subordinación para seguir manteniendo su “poder”.
Ser ama de casa: normalización de las mujeres trabajadoras
Son miles las mujeres españolas que no pueden optar a tener un trabajo a jornada completa porque asumen directamente el cuidado de familiares, menores, dependientes o las labores domésticas. Esto obstaculiza sus oportunidades laborales y empeora sus condiciones de vida, ya que se envuelven en un pensamiento retrógrado hacia su propio género, adoptan una posición de esclavitud, de sumisión a la sociedad patriarcal, y ellas prácticamente ni se dan cuenta. Ser “ama de casa” es un hecho tan normalizado para la gran mayoría de las mujeres que no les sorprende que la búsqueda de un empleo fuera de sus hogares sea precaria.
¿Libertad de elección o sumisión patriarcal?
Por otro lado, nos encontramos con las mujeres que argumentan la libre elección de trabajar como “amas de casa”. Mujeres que prefieren formar una familia y dedicarse a ella antes que su formación profesional. Pero ¿es esta realmente una decisión libre o viene de un rol impuesto al género femenino?
Existen dos posturas que apoyan la idea del rol impuesto al género femenino, y es que si un trabajo no da dinero, no es un trabajo. Y por otro lado, el seguir un estereotipo por el que el feminismo lleva luchando para abolir desde sus inicios. Un estereotipo fundado por la educación patriarcal y promovido por el mito de la “libre elección”.
Mujeres, trabajos sexuales y misoginia
Hablando sobre misoginia, patriarcado, y la falsa libre elección de las mujeres en el ámbito laboral, no se puede no mencionar las proposiciones sexuales que sufren las mujeres en las ofertas de trabajo de cuidados y labores domésticas. Mujeres que publican en las RRSS sus anuncios buscando trabajo y en vez de recibir ofertas de empleo, se encuentran con hombres dispuestos a pagar por tener “citas” y “momentos íntimos” a la vez que realizan las labores domésticas que se ofertan.
Un ejemplo de estas situaciones lo publicó Alejandra de la Fuente, periodista que se creó un perfil falso en Wallapop y JobToday ofreciéndose para trabajar como administrativa y ejecutiva. Durante una semana buscando empleo, Irene Moreno (pseudónimo con el que Alejandra se infiltró en las redes), no dejó de recibir proposiciones que nada tenían que ver con su profesión, como las de hombres que buscaban una chica a la que ver por videollamada varias veces a la semana, u ofertas de 50 euros por un tanga y 90 euros por unas medias, un tanga, unas mallas de gimnasio y unos tacones (todo sin lavar).
Mujeres trabajadoras: precariedad y desamparo
Las historias que cuenta Alejandra no son más que un reflejo de lo que miles de mujeres sufren a diario. La precariedad y la sexualización es la seña de identidad de todas las ofertas que reciben las mujeres que, como Irene Moreno, buscan un empleo más allá de lo que como mujeres se les impone que deben hacer. Así pues, nos encontramos en un círculo vicioso en el que las mujeres, elijan lo que elijan, siempre tendrán al patriarcado como obstáculo, y se encontrarán con la puesta en duda de sus elecciones, e impedimentos para desarrollar sus vidas.
La libre elección de ser “ama de casa” es un debate que aún no ha llegado a su fin y al que le quedan muchos años de disputa y de lucha. Pero lo cierto es que todo va ligado a lo mismo: el patriarcado y la sumisión que este supone. Es contra sus instrumentos contra los que el feminismo debe luchar para que las mujeres sean verdaderamente libres, y no tengan una falsa sensación de libertad y de empoderamiento cuando siguen las normas impuestas por un sistema social que no hace otra cosa más que someter. No debemos olvidar la vital importancia de las luchas por la igualdad laboral, y el reconocimiento del sector de las “amas de casa”. Esto implica un necesario cambio en la sociedad y la destrucción total del patriarcado hacia un mundo más igualitario.
Esta es la realidad de las mujeres trabajadoras.