Se lo debemos a ellas

OIHANA LÓPEZ

El 12 de abril de 1906 se tomó una afamada fotografía frente al Palacio de Buckingham (Londres) protagonizada por mujeres manifestándose a favor del derecho al voto femenino. Estas mujeres iban ataviadas con los trajes de la época: largos vestidos hasta los talones, gorros con algún que otro adorno y guantes aterciopelados. En la fotografía se ve como un policía sujeta por el brazo a una mujer que lucha por zafarse de él. Con todo el ruido que podía estar provocando al intentar escabullirse, el policía no le dirige una sola mirada.

De la fotografía hemos pasado al cine y del cine a la televisión. Hemos llegado a una época en la cual una máquina (por muy futurista que parezca) nos enseña qué ha ocurrido en el pasado, qué acontece en el presente y qué fenómenos podrían darse en un futuro. Sí que es cierto que ahora que todos los individuos estamos sujetos a la tecnología, se ha aumentado la facilidad a la hora de manipular información. Las mujeres, más tarde que los hombres, también han llegado a poder participar en este mundo de la televisión, pero no como habríamos deseado.

El arte de hacer publicidad

El arte de hacer publicidad es complicado: en primer lugar, se debe saber qué producto se vende, a qué público está destinado y por último, qué se quiere conseguir; cuál es el objetivo. Cuando el tabú acerca del cuerpo de la mujer desapareció, este se comenzó a usar como medio de propaganda, ya no solo en anuncios dedicados a la pornografía o la prostitución, sino también a la venta de coches, motos, aparatos electrónicos dedicados a hombres y máquinas para ejercitar los músculos (todos excepto el que se encuentra en la cabeza). Se presenta el cuerpo de la mujer como una divinidad (por supuesto, un cuerpo heteronormativo: curvas, pechos sin estrías, sin manchas…), un sueño, un deseo, que por muy divino que parezca es posible de alcanzar.

Machismo y televisión se dan la mano

Por mucho que a veces creamos que el pensamiento social ha avanzado en lo referido al género femenino (lo ha hecho), observamos, en numerosos casos, situaciones que no se diferencian demasiado de aquellos anuncios que tachamos de machistas. Hablamos de la crítica a Cristina Pedroche por sus “ligeros” vestidos y muchas de nosotras caemos en la trampa y criticamos su extravagancia, su deseo de ser criticada y su afán de atención. Más tarde nos explican que la presentadora solo es una víctima más del sistema patriarcal y nos sentimos culpables. Sin embargo, este programa tan solo es uno de los muchos que nos hacen caer en las redes del machismo.

Al “malgastar” nuestro tiempo viendo programas, tales como: “Mujeres y Hombres”, “Gran Hermano”, “Sálvame” e incluso algunos aparentemente más inocentes como “First Dates”, estamos dando audiencia a una cadena que se basa en ofrecer mujeres como productos a hombres sentados en tronos. Permitimos que se oculte una violación atribuida como siempre al alcohol y no al agresor. Observamos cómo critican y desacreditan a mujeres periodistas que han estudiado y se han labrado una carrera y analizamos, cómo de nuevo, se vuelven a vender mujeres como productos y se deja que se las critique detrás de cámaras.

Demos la oportunidad al feminismo

El machismo está tan asimilado en nuestra sociedad que es imposible que no cedamos ante él en más de una ocasión. Pero ahora que tenemos a nuestro alcance tantos medios para documentarnos, es importante que abramos la mente, observemos y analicemos antes de lanzarnos como fieras a criticar o defender algo con uñas y dientes. Es importante que demos la oportunidad al feminismo de explicarnos con calma y paciencia qué debemos hacer y qué no, para que esta sociedad día tras día y año tras año tenga como pilar base la igualdad.

Se lo debemos a todas las mujeres del 1906.