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Por Jorge Pascual
Recientemente el gobierno de coalición de Pedro Sánchez ha aprobado en el Congreso el anteproyecto de ley de Memoria Democrática, una ley que pretende avanzar un paso más en la línea que marcaba la ley de Memoria Histórica impulsada por el gobierno socialista de Zapatero en 2007.
Así, se ha vuelto a avivar el debate sobre cómo debe tratar España un acontecimiento histórico tan traumático como fue la Guerra Civil y el Franquismo.
Transición: ¿perdedores vs. vencedores?
Desde la Transición, las agrupaciones políticas y sociales vinculadas al republicanismo y la izquierda ideológica, los perdedores de la Guerra venían reclamando una fórmula para reparar los actos de la contienda y la dictadura, la cual condenó y ejecutó a disidentes hasta pocos meses antes de la muerte de Franco.
En el lado opuesto, los herederos ideológicos de los vencedores de la Guerra, partidos políticos de derecha, las instituciones católicas y asociaciones como la ANFF (que pretende ilegalizar la nueva ley de Memoria Democrática) se han mostrado reticentes a permitir que se juzgasen los crímenes del Franquismo y que se exhumasen cuerpos de las fosas comunes, entre otros.
Excusa 1 : la amnistía del 77
Uno de sus argumentos era la vigencia de la ley de amnistía, aprobada por la Cortes Constituyentes en el 77. Una ley que amnistiaba todos los delitos políticos desde el día de su aprobación hacia atrás, incluyendo las de la República, el Golpe del 36 y la Guerra Civil y el Franquismo.
Dicha ley permitía el regreso de aquellos españoles exiliados por el régimen, pero también impedía denunciar jurídicamente delitos contra los Derechos Humanos y de Lesa Humanidad perpetrados en España desde 1936. Delitos que no prescriben, pero que tienen la protección de la Amnistía y no pueden ser juzgados en España. Ello a pesar de que afectados directos por aquellos crímenes han presentado denuncias en juzgados internacionales.
Excusa 2: imponer un relato
Otro argumento en contra de la Memoria Histórica es el de que, según sus detractores, dicha ley pretende imponer una única visión de la Guerra. Una visión ideologizada que no trata por igual los crímenes perpetrados en los dos bandos.
En ese sentido, destacan declaraciones como las de Ortega Smith (Vox). Aseguraba que las 13 Rosas, trece jóvenes de la JSU fusiladas tras la Guerra Civil, eran criminales que «torturaban, mataban y violaban en las checas».
Amén de denunciar con todas mis fuerzas esas palabras, llama la atención un hecho mucho más sutil. El hecho de que el argumento moral de los detractores de la Memoria Histórica, los vencedores ideológicos de la Guerra, sea repartir la culpa, en vez de socializar el dolor.
Ceguera ideológica
Ciertamente, entender la Memoria Histórica como una revisión de los hechos para reabrir heridas y culpabilizar a unos para santificar a otros, es de una ceguera ideológica deleznable. Es hacer oídos sordos a las voces que se alzan desde el sufrimiento y desde la humillación, que lo único que exigen es reparación y dignidad.
Porque los que se oponen a la Memoria Histórica parecen haberse olvidado que son nuestros abuelos, nuestras madres y nuestra propia tierra las que han sufrido el horror, la muerte y la pérdida. Pero también los que la causaron.
Y no es ese el objetivo de la ley de Memoria Democrática, la ley no pretende señalar a los fraticidas culpables. Ni mucho menos vengarse por ello. Lo único que pretende la ley es dar comprensión, es dar empatía, y que todos los españoles, seamos como seamos, podamos sentirnos identificados.
Socializar el dolor: memoria histórica
Identificados con el dolor y el sufrimiento que causamos, para aprender y no repetirlo jamás. E identificados, sobre todo, con el dolor que sufrimos, para poder repararlo con afecto. La única manera de cerrar definitivamente tan grande fractura social es socializar ese dolor y generar empatía.
Pero si mantenemos homenajes al franquismo e impunidad institucional, no solo mostramos un respeto que no merece, sino que además, muestra un reconocimiento que nos hace ignorantes. Que mantengamos presente su culpa y seamos cómplices bajo el juicio de la Democracia.
Es momento de tratar la Guerra y la Dictadura como lo que son: hechos atroces que rompieron la sociedad, que sólo han generado víctimas y que sólo podemos reparar aliviando su dolor con empatía.