¿El sueño o la pesadilla de Martin L. KING?

CAROLINA MUÑOZ

Año 1965. Tres años antes del asesinato de Martin Luther King tienen lugar los disturbios de Watts –un suburbio de Los Ángeles–, desencadenados a raíz de la detención de un joven afroamericano que conducía en estado de embriaguez. Su familia se opuso al arresto y este gesto desencadenó un apoyo por parte de la comunidad del barrio, habitado principalmente por personas negras. Se levantaron, se sublevaron y dio comienzo un enfrentamiento racial que nada tendría que ver con la resistencia pacífica proclamada por el reverendo King. ¿El sueño o la pesadilla de Martin L. King?

Ante la nueva oleada de rebeliones, el alcalde de California creó una comisión llamada “McCone”, que no vino sino a ratificar que la población blanca se preparaba para el predecible desenlace de la constante tensión entre ambas razas. Sin embargo, el enfrentamiento racial tomaría una vertiente diferente con el caso Rodney King, la primera agresión a un ciudadano negro, por parte de la policía, que se captó con una cámara.

Por primera vez, toda la población americana podía ver la violencia desmedida y casi sádica, que la policía ejerció contra King. No se trataba de un incidente aislado, sin embargo, sí fue la primera vez que se tenían pruebas graficas. Como consecuencia, se desencadenó una oleada internacional de indignación. Medios extranjeros, como el periódico British Mail, titulaban las noticias sobre el incidente como: “El racismo es tan típico en los Estados Unidos como su tarta de manzana”.

El sueño que se convirtió en pesadilla

Según David Barrow, autor del libro Bearing the Cross (1986), los últimos doce meses de vida de Martin L. King, éste se mostró agotado, pesimista y deprimido. Y no es de extrañar, si uno se hace siquiera a la idea de cuán difícil era ser él: investigado por el FBI, amenazado por colectivos racistas e incluso, cuestionado por jóvenes activistas negros más ávidos de acción. Y es que, durante muchos años, la comunidad negra asistía impávida a la violación sistemática de sus derechos más básicos: el acceso a la educación superior, la segregación en guetos o suburbios y, sobre todo, el constante miedo a “parecer sospechoso”.

No es de extrañar que, en medio de este tenso clima, tuvieran lugar las protestas del año 1992 en Los Ángeles, que hasta el día de hoy, se consideran las más violentas de la historia de los Estados Unidos. Al contrario de aquellos jóvenes conocidos como Los cuatro de Greensboro’ que se convirtieron en un símbolo de la lucha pacífica por los derechos civiles, las nuevas generaciones estaban dispuestas a luchar, llenos de ese poder que solo puede nacer de la rabia.

El más reciente movimiento Black Lives Matter

Michael Brown, Eric Garner -que inspiraron el movimiento Black Lives Matter-, Trayvon Martin y un largo etcétera de afroamericanos morían a manos de la policía solo por la presunción de “conducta sospechosa”. Los agentes implicados en los asesinatos salían indemnes de juicios que se celebraban por jueces y jurados de mayoría blanca.

Hace tan solo un año, asistimos a otra de estas muertes, quizás la que más propagación internacional tuvo, debido al fenómeno de la digitalización y las RRSS. Eran pocas las personas que no habían visto el video de George Floyd siendo asesinado por varios agentes de los Ángeles, mientras gritaba “no puedo respirar”. Esta frase se convertiría en un cántico de indignación y hartazgo que se gritaría por todos los rincones del mundo.

Ser negro en el país de la libertad

Tras el caso King y las posteriores revueltas, el presidente George W. Bush (padre) calificó los incidentes como: “Actos de brutalidad desmedida, que nada tiene que ver con los derechos civiles”. Y añadió, en defensa de la actuación jurídica y policial, unas palabras que resuenan en mi cabeza: “Afrontar la frustración”. Podemos llevarnos bien, siempre y cuando no salgáis de vuestros guetos y montéis este jaleo, parecía decir. La coexistencia pacífica es sólo posible mientras los negros tengan asumido que tras cientos de años de luchas, su nueva y estrenada libertad –concedida por los blancos– no debe ponerles a ellos en riesgo.

El uso de determinados calificativos por parte de los medios de comunicación americanos determina la posición ideológica de unos y otros. Cadenas como la CNN, la CBS y Fox News dan un tratamiento claramente distintivo a unas u otras noticias. Palabras como “negrata”, “suburbio” o “gueto” son habituales en el léxico común americano; este tipo de noticias asienta, entre los espectadores, la idea ya preconcebida de que la población negra es vaga, conflictiva, analfabeta y un largo etcétera.

Este fenómeno de “terror racial” continúa siendo un lastre para los afroamericanos, que continúan sufriendo la desigualdad, sobre todo, en el ámbito de la pobreza, la educación, la tasa de encarcelamiento y la brutalidad policial. Para hacer frente a esta situación e inspirados en los movimientos sociales por los derechos civiles de los años 60, nace Black Lives Matter (Las vidas negras importan), una frase que rezuma poder y significado.

Más allá del día festivo

Cada tercer domingo de enero, se celebra en Estados Unidos el día de Martin Luther King. La televisión se llena de películas y documentales sobre su vida, se insta a las personas a hacer voluntariado en los barrios más desfavorecidos –barrios de población negra– y el espíritu de la “no violencia” se apodera de cada rincón del idílico país de la libertad. Hasta que un policía blanco decide que se siente amenazado y entonces mata a sangre fría a otro ciudadano afroamericano y todo vuelve a empezar.

La población negra no exige más que unos derechos fundamentales, inherentes al ser humano. Efectuando una reforma al sistema jurídico y policial de los EE.UU y con penas más duras contra los delitos de odio es posible que las ideas rancias y racistas puedan desaparecer; y que aquel “I have a dream” del icónico discurso pronunciado por Martin Luther King pueda hacerse realidad.

Alentados por las reivindicaciones pasadas, por la era Obama, por el fenómeno Kamala Harris y por los actuales movimientos sociales, son sin lugar a duda la generación del cambio. Hoy la rebelión es cultura, conciencia y educación. Hoy la rebeldía es más King que nunca.