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Cada 15 de septiembre desde el año 2008 se celebra el Día Internacional de la Democracia, aprobado por la Asamblea General de las Naciones Unidas un año antes, con tal de “recordar que la democracia se ha de centrar en las personas” y que “la democracia proporciona el entorno natural para la protección y la realización efectiva de los derechos humanos”.
Democracia en lo abstracto y en lo concreto
Cuando se habla de democracia se suele hablar de algo así como de “democracia en general”, como si fuese simplemente una idea abstracta y no un sistema político concreto en el que se ven involucradas sociedades enteras. Así es como la ONU, por ejemplo, dice que “la democracia se basa en la inclusión, la igualdad de trato y la participación”, además de otros principios tales como la libertad, la justicia, la igualdad de oportunidades o la limitación de poder.
Sin embargo, cuando se aborda la democracia desde la ciencia política, se debe estudiar la realidad concreta de los sistemas políticos; esto es, sus instituciones, sus procesos participativos, etc., que responden a los principios y valores anteriormente mencionados. Es decir, los sistemas políticos democráticos pretenden hacer realidad la libertad, la igualdad, la justicia, etc., mediante ciertos elementos básicos como los parlamentos, el sufragio universal o la separación de poderes.
Problemas de clase en las democracias modernas
Dicho esto cabe preguntarse, ¿realmente se cumplen estos principios en nuestras sociedades? Hemos visto a la justicia incontables veces dar trato diferente a gente corriente y a multimillonarios. Vemos cómo cada vez se excluyen a más jóvenes de las universidades, o cómo amplios sectores populares son privados de algunos servicios básicos. Vemos cada día en los barrios el abuso de poder que el aparato policial ejerce sistemáticamente sobre las personas más vulnerables, o el abuso en las jornadas de trabajo extenuantes y las condiciones laborales pésimas, que reducen además la libertad del gran conjunto de la sociedad: la clase trabajadora, aquellos cuya supervivencia depende únicamente de la venta de su fuerza de trabajo en el mercado laboral.
Entonces, ¿cómo es posible que dentro de una democracia estos principios se apliquen para algunos sectores de la población y no para otros? ¿Significa esto que las democracias en las que vivimos son imperfectas? Las ciencias sociales no son capaces de dar respuestas convincentes a estas preguntas, ya que ignoran un elemento clave: que vivimos en sociedades de clase.
¿Somos todos iguales?
Cuando se estudian los sistemas políticos y las sociedades se omite completa o parcialmente la importancia del factor económico y de la lucha de clases que se gesta en el seno de estas, considerando que todas las personas son iguales, con las mismas oportunidades, los mismos grados de libertad, la misma capacidad de acción, etc. Es decir, en las ciencias sociales actuales los métodos de análisis son incompletos y por tanto la radiografía que se hace de la sociedad es parcial.
De esta manera, se ignora por completo las desigualdades abismales que existen en las sociedades actuales, que no solo afectan en lo mencionado anteriormente, sino que también atacan a la espina dorsal de la democracia: la participación ciudadana en la toma de decisiones. Los parlamentos pretenden ser la imagen que refleje los intereses del conjunto de la ciudadanía, como si votando cada cuatro años fuese suficiente, ignorando no solo la baja representatividad, sino también la baja participación en las elecciones y en los espacios públicos de una gran parte de la población que no tiene tiempo ni energía para hacerlo tras sus jornadas de trabajo. Y esto sin mencionar los monopolios de los medios de comunicación privados o los lobbys de grandes empresarios cuyo poder en muchos casos supera al de los propios partidos.
Democracia, ¿para quién?
Cuando hablamos de democracia, justicia o libertad, lo que debemos preguntarnos no es: democracia ¿sí o no?, sino que siempre tendremos que plantear: democracia ¿para quién? Esto es así porque tanto el Estado como el sistema democrático no son elementos que existen al margen de las clases o por encima de ellas, sino que son producto del desarrollo de la lucha de clases a lo largo de la historia, y responden siempre a los intereses de una u otra clase.
Así pues, cuando hablemos de democracia –o de dictadura- siempre tendremos que ponerle apellido: ¿hablamos de democracia liberal, que responde a los intereses de los grandes capitalistas, o hablamos de democracia popular, que responde a los intereses de los trabajadores? Hoy en día, indudablemente, cuando hablamos de democracia hablamos del primer tipo, y es por eso que no podemos decir que las democracias actuales sean imperfectas, sino todo lo contrario: son democracias perfectas en cuanto que, entrelazadas profundamente con el sistema económico capitalista, responden a los intereses del capital.