La Superliga es de unos pocos, el fútbol también

MIGUEL MONEO

Una bomba de relojería estallaba la medianoche del domingo 18 de abril. Doce de los clubes más importantes de Europa, entre ellos Real Madrid, Barcelona y Atlético de Madrid, anunciaban la creación de una Superliga europea que aspiraba a sustituir a la Champions League. El magnate Florentino Pérez ocuparía el cargo de presidente de la organización siendo la  cabeza visible y uno de los ideólogos del proyecto que durante 3 años había permanecido en las sombras. 

Básicamente, esta Superliga pretendía contar con un modelo similar a la NBA, es decir, con equipos participando gracias a mérito económico y no a méritos deportivos. La idea era que la competición estuviese formada por 20 equipos, 15 de ellos, los “fundadores”, y otros 5 “invitados según el rendimiento deportivo”. Detrás de todo esto, sumas astronómicas de dinero para los integrantes situados en la cúspide de la pirámide futbolística. 

Reacciones

Las reacciones en contra no se hicieron esperar: gobiernos, ligas, clubes y futbolistas manifestaban su animadversión al proyecto. Los días siguientes al anuncio de la fundación de la Superliga, los aficionados, principalmente británicos, mostraron su rechazo ya en redes ya en los aledaños de los estadios. Los propios futbolistas también publicaron sus opiniones contrarias. La Superliga cojeaba de su pata más importante, ¿Cómo iba a salir adelante sin el apoyo de aficionados, futbolistas e incluso prensa?

La espantada llegó en la medianoche del martes y se extendería a la mañana del miércoles. Primero claudicaron los clubes ingleses. El “Big Six” o los equipos que suelen copar los puestos más altos de la Premier League anunciaba por goteo su salida de la Superliga. Era cuestión de tiempo que el proyecto se resquebrajara con la salida progresiva del resto de equipos hasta dejar solos a Madrid y Barça.  

La presión social parece haber surtido efecto y la Superliga ha sido derrotada de momento. Sin embargo, sería considerable no idealizar el conflicto. Los aficionados no han ganado este pulso, o al menos no lo han hecho para “recuperar el futbol”. En este partido entre poderosos los aficionados son los que encajan todos los goles en contra.

Intereses

En un comunicado oficial de La Liga, esponsorizada por el banco más grande de España, se quejaba de que la nueva competición “socavará el atractivo de todo el juego”. La nota se publicaba un lunes, el mismo día que semanalmente se juegan partidos para ser más atractivos de cara a las audiencias. Partidos en los que  la afición brilla por su ausencia.

Nadie se salva, porque todos tienen sus intereses económicos puestos en el fútbol. Frente a la Superliga, el presidente de la Federación Española, Luis Rubiales, resaltaba el trabajo de la UEFA que «ha hecho posible que el balón ruede allá donde más se necesita inyección económica”. El Balón rodó hasta la necesitada localidad de Jeddah, Arabia Saudita, donde se jugó la Supercopa de España en 2020.

Sí, es cierto que este nuevo oligopolio futbolístico, la Superliga, remataba de una vez por todas el mérito deportivo.  No obstante, la Champions League ya funcionaba a modo de cortijo para estos clubes privilegiados. En lo que llevamos de siglo, de todos los campeones de la Copa de Europa, tan solo dos equipos no pertenecen a los miembros fundadores de la Superliga. Son el Porto y el Bayern de Múnich, equipos privilegiados en sus países, no es que hablemos del Alavés.

El fútbol es un negocio

La nostalgia no debería impedirnos ver que el fútbol, como producto cultural, está influido por las lógicas e intereses del capitalismo. Si el fútbol está muerto, si alguna vez perteneció a las clases populares y las comunidades, esa situación cambió hace tiempo.

El fútbol nació en el seno de la aristocracia inglesa para ser adoptado por la clase obrera, por los trabajadores de las minas y de las fábricas. Algunos dicen que el deporte se convirtió en negocio en el momento que se comenzó a cobrar entrada para que los jugadores pudiesen permitirse asistir al partido. Para otros el punto de inflexión llega a finales de los 80, prácticamente al unísono en Reino Unido y en España. 

Reforma Thatcher

Una de las cruzadas de Margaret Thatcher según llegó al poder fue contra la violencia del fenómeno hooligan, grupos de jóvenes en paro que encontraban el fútbol una válvula de escape. Las tragedias de Heysel y Hillsborough en las que murieron 39 y 96 personas respectivamente en sendas avalanchas humanas (ambas involucrando a los hinchas Liverpool) sentaron las bases para la gran reforma del fútbol inglés.

Como respuesta a los Hooligan, se introdujo la Football  Espectators Act en 1989, una ley que buscaba reforzar la seguridad en los estadios y perseguir a los elementos más violentos (quienes trasladarían la violencia a los aledaños). Además, mediante la publicación del Informe Taylor en 1990 se llevó a cabo la reestructuración de los estadios ingleses, la eliminación de las gradas de pie, la prohibición de alcohol en los campos y la introducción de cámaras de seguridad. 

Cuando Margaret Thatcher abandonó el 10 de Downing Street el terreno estaba sembrado para los cambios radicales en el fútbol inglés.  En 1992 nacía la Premier League tal y como la conocemos hoy en día, su objetivo era obtener nuevos beneficios televisivos que permitiesen a los clubes pagar la remodelación de los estadios. Ese año también se creaba la Champions League actual. 

El fútbol moderno

Tan solo a mediados de los 90 se situaba la clave de bóveda de todo lo que vendría después, la Ley Bosman, que permitía la libre circulación de futbolistas, origen del mercado contemporáneo de fichajes y la consiguiente concentración de talento en los grandes clubes europeos. Con la concentración del talento futbolístico fue muriendo el elemento sorpresa: En la década de los 90, prácticamente un equipo diferente ganaba la Copa de Europa cada año.

En España, dada la situación de bancarrota que atravesaban los clubes, el gobierno de Felipe González aprobó la Ley del Deporte la cual abrió la puerta a la reconversión de los clubes en Sociedades Anónimas Deportivas. Primer paso para la entrada de especuladores y para la concentración del accionariado en pocas manos. 

Por el momento la Superliga se encuentra en “stand by”. Según su principal artífice, Florentino Pérez, “si no sale esto saldrá otra cosa”. Lo que sea que salga, si se lleva a cabo, se hará a pesar de los hinchas quienes a priori, detestan esta competición, pero probablemente acaben consumiendo como un producto más. Hasta el próximo cambio que quieran introducir en el fútbol.