La cuestión abertzale, una cuestión innegable
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Anoche asistimos a un acontecimiento muy significativo de la historia reciente del Estado español. En Galiza, BNG se convertía en la segunda fuerza política. En Euskadi, EH Bildu, formación abertzale, lograba su mejor resultado hasta la fecha. Sin embargo, la mayoría absoluta de Feijóo y la entrada del fascismo en las instituciones vascas, además de la vergonzosa derrota de Unidas Podemos en ambas comunidades, nos dejaba a quienes nos preocupamos por los derechos humanos básicos con un sabor agridulce.
¿Más abertzale?
“El parlamento más abertzale de la Historia” proclamaban en la EiTB. Se referían, claro, a aquel ‘abertzalismo’ en el que también cabe el PNV, cuya patria no es más que su cartera, (véase ‘Los contratos de Montai’, por ejemplo) aunque cada cuatro años hagan el paripé en frente de la Sabino Etxea. En cualquier caso, la ciudadanía (gallega y vasca) demostró en las urnas que la cuestión nacional no es un tema olvidado. Tanto los territorios como el Estado central deberán afrontar esta realidad, pero el segundo parece muy cómodo ignorando este hecho.
Los errores que el pueblo no perdona
Parece que fue ayer cuando el partido morado acusó a Felipe González de tener las manos manchadas de cal, o cuando puso al frente de Elkarrekin Podemos a Pili Zabala, víctima no reconocida del terrorismo de Estado. Y sin embargo, no olvidamos las recientes (y penosas) declaraciones de Echenique sobre la iniciativa de investigar al PSOE y su relación con los GAL, blanqueando a torturadores como Marlaska y ridiculizando a quienes denuncian la brutalidad policial. Parece que cuando morado se junta con rojo, sale Falange. El pueblo lo sabe, y el pueblo no perdona.
Está bien, tal vez sólo sean parte de una consolidada clase política. Tal vez sólo sean la viva imagen de los límites sociales de la democracia burguesa. Tal vez no sean falangistas, sobre todo cuando los verdaderos dictadores han obtenido un escaño en el Parlamento Vasco, lo que Iriarte calificó como “una mala noticia para la democracia”.
El fascismo, una mala noticia
Una mala noticia para la democracia y una mala noticia para salud social y cultural. La derecha española representa la putrefacción del bienestar, permitiendo el beneficio de unos pocos, en detrimento de la inmensa mayoría. Pero más allá, la derecha de este país está podrida porque se jacta de la ignorancia y de la infamia, de la desmemoria y la incultura.
Las izquierdas recuerdan a Unamuno, a Maruja Mallo o a Miguel Hernández. La derecha desconoce sus precedentes culturales, como Dionisio Ridruejo o Luis Rosales. Tal vez los desconoce porque no son, en realidad, sus precedentes culturales, porque la derecha no tiene cultura. Por eso es doblemente enfermizo tenerla en los poderes del Estado, porque defienden la maldad, pero también la estupidez.
Un clavo al que agarrarse
De todas formas, debemos ser positivos. Siendo realistas, aunque ahora la vertiente más exaltada tenga representación, los fascistas llevan años en las instituciones. La buena noticia es que cada vez son menos en Euskadi, y que la oposición en Galiza parece cada vez más cohesionada.
La alternativa al establishment no llegará de la noche a la mañana. Debemos ser pacientes, planear estrategias de futuro y mirar por el bienestar de nuestras sociedades, tanto en el ámbito sanitario como en el cultural. Es así, trabajando entre todas y todos, con ilusión y esperanza, cómo construimos poder popular.