El legado de la Comuna de París, 150 años después

Hoy hace 150 años nació la Comuna de París, y por primera vez en la historia el poder estuvo en las manos del pueblo trabajador. Los trabajadores parisinos, rodeados por el ejército alemán y traicionados por la burguesía francesa, asumieron la titánica tarea de empezar a construir un nuevo modelo de sociedad basado en la igualdad y en la libertad, que fue el ejemplo y referente de la clase trabajadora de todo el mundo en las décadas siguientes para conquistar su propia emancipación.

Un poco de historia

Tras la oleada revolucionaria de 1848, que Marx y Engels ya previeron en el Manifiesto Comunista el mismo año, y una breve vida de la Segunda República Francesa, Napoleón III constituyó, sobre la sangre de decenas de miles de trabajadores represaliados, el Segundo Imperio Francés. Sin embargo, casi veinte años después de su fundación, el Imperio sufría una debilitación interna por la corrupción, estaba deslegitimado por las derrotas militares en México, y contaba con una oposición obrera fuerte, que aún recordaba con rabia las masacres de 1848, lo que llevó a Napoleón III a morder el anzuelo de Bismarck y a declarar la guerra al Reino de Prusia, que se constituiría poco después como Imperio alemán.

En septiembre de 1870, tras un mes y medio del estallido de la guerra franco-prusiana, Napoleón III fue capturado por el ejército prusiano, y Bismarck se apresuró a marchar sobre París y a asediar la ciudad. La élite republicano-bonapartista, la burguesía francesa, constituyó el Gobierno de Defensa Nacional, que se puso al mando de la defensa de la ciudad, pero en enero firmó un armisticio y empezó a negociar la rendición.

Para aquel entonces, los obreros de París se habían alistado en masa a la Guardia Nacional, mientras que el ejército regular fue desmantelado de acuerdo a las negociaciones del gobierno francés con los prusianos. Así, el poder armado de la ciudad pasó a estar en manos de la Guardia Nacional, integrada principalmente por trabajadores altamente politizados y revolucionarios.

El 18 de marzo de 1871, el Gobierno de Defensa Nacional intentó debilitar al movimiento obrero desarmando a la Guardia Nacional, por lo que envió soldados a arrebatarles 200 cañones. Ante la resistencia de la población, uno de los generales del ejército mandó disparar sobre la multitud,  pero los soldados se amotinaron y se unieron al pueblo trabajador. Tras conocer la noticia, los miembros del gobierno huyeron de la capital, y por primera vez en la historia los obreros asumieron el poder.

¿Qué fue la Comuna de París?

Tras la huida a Versalles de la burguesía francesa y tras armarse el pueblo a través de la Guardia Nacional, esta se convirtió de facto en el único gobierno efectivo de París, que renunció a su autoridad y convocó elecciones para la Comuna, que suprimió la burocracia y tomó muchas medidas democratizadoras.

Tal y como nos explica Marx en La Guerra Civil en Francia, «la Comuna no había de ser un organismo parlamentario, sino una corporación de trabajo, ejecutiva y legislativa al mismo tiempo». De hecho, Marx nos explica que «la clase obrera, al llegar al poder, no puede seguir gobernando con la vieja máquina del Estado», sino que «tiene, de una parte, que barrer con toda la vieja máquina represiva utilizada hasta entonces contra ella, y, de otra parte, precaverse contra sus propios diputados y funcionarios, declarándolos a todos, sin excepción, revocables en cualquier momento».

Y eso fue precisamente lo que hizo la Comuna, que empezó un proceso de destrucción del Estado para sustituirlo por un nuevo modelo de sociedad. Así, estableció la elección de los funcionarios por el pueblo, que podían ser retirados en cualquier momento por los propios electores, además de adjudicarles el salario medio de un trabajador. Abolió el servicio militar obligatorio y el ejército permanente, decretó la separación entre el Estado y la Iglesia, abolió el trabajo nocturno y el trabajo infantil, y devolvió las fábricas cerradas y abandonadas a los trabajadores, que se organizaron en cooperativas y volvieron a hacerlas funcionar.

Además de estas y otras muchas medidas, la Comuna asumió como propia la bandera roja e internacionalista del proletariado, y no era extraño encontrar en puestos de gran responsabilidad a personas no francesas, como el ministro de Trabajo, que era alemán, a pesar de estar la Comuna bajo asedio de las tropas alemanas. Es por esta vocación internacionalista por la que los comuneros fueron honrados por los trabajadores de todo el mundo, y por lo que la Comuna fue y es un referente para la emancipación de toda la humanidad.

Los errores de la Comuna

Cuando la élite republicano-bonapartista formó el Gobierno de Defensa Nacional, los trabajadores franceses se enrolaron rápidamente bajo la bandera de la burguesía para hacer frente al ejército alemán, y asumieron la tarea nacional de liberar Francia de la invasión alemana. Cuando, poco después, a través de la Comuna, asumieron la tarea de construir el socialismo y acabar con la explotación capitalista, se encontraron con la contradicción de fusionar el patriotismo burgués con el proyecto socialista.

Así, Lenin nos explica en sus Enseñanzas de la Comuna, que «la conjugación de estas tareas contradictorias –el patriotismo y el socialismo– constituyó el error fatal de los socialistas franceses», ya que, a diferencia de la famosa Revolución Francesa, en la que «la lucha contra la reacción de toda Europa unía a toda la nación revolucionaria, ahora el proletariado ya no podía fundir sus intereses con los intereses de otras clases, que le eran hostiles; la burguesía debía cargar con la responsabilidad de la humillación nacional; la misión del proletariado era luchar por la emancipación socialista del trabajo frente al yugo de la burguesía».

Además, los obreros franceses tuvieron dos errores esenciales. Por un lado, debido al idealismo de las corrientes ideológicas dominantes entre los obreros parisinos (el blanquismo y el proudhonismo), combinadas con el patriotismo burgués y la idea del interés común de la nación, no llevaron a cabo la «expropiación de los expropiadores», ni tocaron siquiera las reservas monetarias del Banco de Francia, que estaba bajo su poder.

Por otro lado, la ingenuidad de los obreros parisinos les llevó a intentar negociar con la burguesía francesa, e incluso a influir moralmente en ella, en vez de marchar sobre Versalles, donde se estaba atrincherado el antiguo Gobierno de Defensa Nacional, que había comenzado a reagrupar al ejército, pero no para defender París de los alemanes, sino para marchar sobre ella y aniquilar a los comuneros.

De hecho, Bismarck, que había declarado la fundación del nuevo Imperio Alemán desde el propio Palacio de Versalles, y ante el temor de que la Comuna de París se convirtiese en un ejemplo para los trabajadores alemanes e intentasen imitarla, permitió la liberación de soldados y oficiales franceses presos durante la guerra para que se reorganizasen en Versalles y tomasen París. Ante esta repentina alianza entre la burguesía alemana y la francesa, que habían estado en guerra durante casi un año, Marx escribió lo siguiente: «la dominación de clase ya no se puede disfrazar bajo el uniforme nacional; todos los gobiernos nacionales son uno solo contra el proletariado».

¿Qué hemos aprendido de la Comuna?

Si bien la Comuna de París fue brutalmente destruida, cuya represión se saldó con decenas de miles de comuneros muertos, encarcelados, y deportados, se convirtió en una fuente de inspiración y de enseñanzas para el movimiento obrero de todo el mundo. A principios del siglo XX, en varios países del mundo como Rusia, Alemania, o Italia, se construyeron consejos (sóviets en Rusia) de trabajadores, inspirados en la Comuna, que debían ser el elemento esencial de la construcción socialista.

Además, se hizo patente la necesidad de un partido que defendiese los intereses de los trabajadores y aspirase a la superación del sistema capitalista. En 1871, cuando tuvo lugar la Comuna de París, en Francia no existía ningún partido obrero que organizase a los trabajadores alrededor suyo, con un programa político independiente y cuyo objetivo fuese la elevación de la clase trabajadora a clase dominante. De esta manera, los obreros parisinos no tenían claro cuáles eran sus objetivos y cómo llegar a ellos.

Además, tal y como nos explica Lenin en 1908, casi diez años antes de la Revolución bolchevique, la Comuna «mostró la fuerza de la guerra civil, disipó las ilusiones patrióticas y acabó con la fe ingenua en los anhelos nacionales de la burguesía. La Comuna enseñó al proletariado europeo a plantear en forma concreta las tareas de la revolución socialista». Así, nos advirtió de algo esencial, y es que «el proletariado no debe despreciar los modos pacíficos de lucha, que sirven a sus intereses corrientes de cada día y son indispensables en el periodo preparatorio de las revoluciones. Pero el proletariado jamás debe olvidar que, en determinadas condiciones, la lucha de clases adopta la forma de lucha armada y de guerra civil; hay momentos en que los intereses del proletariado exigen un exterminio implacable de los enemigos en combates a campo abierto».