TERCERA CARTA: SUEÑA Y SERÁS LIBRE EN ESPÍRITU, LUCHA Y SERÁS LIBRE EN LA VIDA

En memoria de todos los que lucharon, de los que se exiliaron, de los que murieron y de los que desaparecieron; en memoria de todo el pueblo argentino que sufrió la represión más salvaje e inhumana, publicamos estas cartas, que han sido escritas por personas que vivieron de primera mano el golpe que tuvo lugar hoy hace 45 años y que desató una brutal represión. Cartas que buscan acercarnos a aquel momento, que nos permiten entender un poco mejor aquella situación, y que acerca a las nuevas generaciones la lucha revolucionaria de aquellos que aspiraban a un mundo mejor.

  • Cartas a la memoria: 45 años de la dictadura cívico-militar argentina (clic)
  • Primera carta: Todo está guardado en la memoria (clic)
  • Segunda carta: Empuñé un arma porque busco la palabra justa (clic)
  • Tercera carta: Sueña y serás libre en espíritu, lucha y serás libre en la vida (clic)
  • Cuarta carta: Muchacha ojos de papel (clic)

Esta carta, que lleva por título una famosa frase del Che Guevara, ha sido enviada desde Argentina por un ex-militante del PRT-ERP, histórico partido marxista de Argentina, y posteriormente de la Fracción Roja del mismo, que asumieron la lucha armada como la máxima forma política de confrontación al sistema. Tras la desarticulación del partido debido a la represión, se exilió en Barcelona en el año 1978, y regresó a Argentina en 1994.

Tercera carta: Sueña y serás libre en espíritu, lucha y serás libre en la vida

A veces la palabra “resistencia” parece encubrir que en realidad se ha perdido. Es una buena palabra para contarse como no pasivo ante el poder, pero, en última instancia, no significa más que obstaculizar sus excesos, SIEMPRE EN LO COTIDIANO SEGUIMOS SIENDO DISIDENTES.

Hay una frase del gran poeta Armando Tejada Gómez que decía “La gente que se da ¿está mal que se dé? Que salga a entregarse a consumirse a arder, pasa que está caliente con todo lo que le pasa, pasa que dice basta y se pone de pie. La gente que se da, está bien que se dé”.

La mortalidad infantil, la desnutrición, niños en las calles que salen a pedir una monedita para volver a su casa y sufrir la violencia familiar como respuesta, la delincuencia infantil, pibes de diez años heridos porque fueron a afanar una pizzería, padres con los ojos llorosos porque no encuentran una changa para darle de comer a sus hijos con las manos de cuero por haber trabajado toda su vida, mujeres abusadas y maltratadas, viejos enfermos que mueren por no tener su medicación, discapacitados pidiendo en las esquinas para poder subsistir, obreros sin trabajo con empresas que cada vez aumentan sus ganancias en base a la explotación de plantillas cada vez más cortas, etc. Esto impone el Sistema Capitalista para los excluidos, los vulnerables y vulnerados en su dignidad, los periféricos a las decisiones políticas y económica que no tienen posibilidad de protección alguna.

Ejemplo de hoy entre muchos los cientos de miles de refugiados que mueren ahogados ahí cerquita de los paseos de la costa mediterránea ante la indiferencia de las mayorías.

Estos son algunos de los fundamentos que hicieron de la militancia revolucionaria un estigma de vida. Porque nos marcó a fuego y se transformó en lo más importante de nuestras vidas, no cabe ninguna duda. Fue la época más rica, más vertiginosa, más loca. Porque realmente había que cambiar ese mundo de injusticia que estaba ahí para cambiarlo y éramos, de alguna manera, parte de los protagonistas de ese cambio que estaba ahí nomás, a nuestro alcance.

O sea que, en el fondo, siempre vivíamos una alegría enorme. Estábamos enfrentando todo aquello que condenábamos, odiábamos y despreciábamos para crear otra sociedad más justa, solidaria, equitativa y humana. Recuperar la alegría para todos y todas.

Después de una acción armada, tomar un café en un bar y ver que estábamos todos bien era un poema de Mario Benedetti. Me iba a mi casa cantando después de haber estado toda la noche en la calle haciendo distintas cosas, y esa era la revolución.

También hemos tenido inserción obrera. Los pequeñoburgueses nos proletarizábamos para trabajar en espacios con mayor nivel de conciencia y de conflictividad. Incluso durante la dictadura militar hubo medidas de lucha de la clase obrera y de resistencia activa. No fue fácil en fábricas donde desaparecían a la mitad de las comisiones internas. Allí se tomaron medidas de una valentía enorme: por ejemplo, en una conocida editorial de revistas la gente se arrancaba masivamente el logotipo de la fábrica y se los tiraban a los capataces que pasaban caminando. Y con eso te podían fusilar.

Luego vino mi trabajo en el exilio para aceptar que estaba vivo. Mi generación no tenía proyectos a largo plazo, tenía la ilusión y el compromiso revolucionario, y la revolución estaba a un paso, y el futuro estaba ahí porque ibas a tomar el poder mañana. Y después de la toma del poder venía la revolución de verdad. Entonces ahí estabas todos los días: no existía un futuro que había que trabajar y esperar. Cuando esto se cayó, a los sobrevivientes nos costó aceptarnos como sobrevivientes porque caímos en la realidad tan estable de Europa. A mí me tocó Barcelona. No era médico cuando me fui. Después de unos años de estar allá, y gracias a la ayuda internacional, pude estudiar medicina y continuar mi compromiso en otro espacio, como el de la Salud con cositas concretas de todos los días. Enseñarle a pensar a la gente de otra manera. Si el discurso ha sido siempre cientificista, rómpelo, hacelo más social, nunca me planteé otra cosa.

Nosotros luchamos por cambiar la sociedad, estábamos a un paso, lo podíamos hacer, y eso generaba satisfacción. Hoy en esta etapa Neoliberal del Capitalismo el nivel de sometimiento al sistema nos deja casi sin expectativas. No se encuentran marcos de referencia. Ésta es la cara de la derrota. Ojalá que los ideales de justicia, de equidad y de solidaridad que nos animaron un momento hoy encuentren en las luchas de emancipación, encabezados por las mujeres, al sujeto del cambio revolucionario. Cada momento de mi vida reivindico mi militancia. No me hubiera perdonado en aquel momento no haber estado en aquel lugar.

¡¡HASTA LA VICTORIA SIEMPRE!!

Nano Di Sarli