En memoria de todos los que lucharon, de los que se exiliaron, de los que murieron y de los que desaparecieron; en memoria de todo el pueblo argentino que sufrió la represión más salvaje e inhumana, publicamos estas cartas, que han sido escritas por personas que vivieron de primera mano el golpe que tuvo lugar hoy hace 45 años y que desató una brutal represión. Cartas que buscan acercarnos a aquel momento, que nos permiten entender un poco mejor aquella situación, y que acerca a las nuevas generaciones la lucha revolucionaria de aquellos que aspiraban a un mundo mejor.
- Cartas a la memoria: 45 años de la dictadura cívico-militar argentina (clic)
- Primera carta: Todo está guardado en la memoria (clic)
- Segunda carta: Empuñé un arma porque busco la palabra justa (clic)
- Tercera carta: Sueña y serás libre en espíritu, lucha y serás libre en la vida (clic)
- Cuarta carta: Muchacha ojos de papel (clic)
Esta primera carta, cuyo título hace referencia a la popular canción de León Gieco, la escribe una antigua militante de Resistencia Libertaria, la más importante organización anarquista que había en Argentina, que operaba principalmente en La Plata y en Córdoba, y que siguió activa hasta 1978.
Primera carta: Todo está guardado en la memoria
Al momento del golpe de estado de 1976 militaba en una organización anarquista, Resistencia Libertaria, que luchaba por un mundo más justo, más solidario y libertario. Nuestra acción militante se extendía al ámbito universitario, fabril y al trabajo de base en la periferia pobre de la ciudad de La Plata, una ciudad esencialmente administrativa y universitaria, con algunas fábricas y talleres industriales en sus alrededores. Otros compañeros lo hacían en otras provincias del interior del país.
Mi territorio de militancia era un barrio de las afueras de la ciudad donde desarrollábamos trabajo de base, ayudando a los vecinos a que ellos mismos se organizaran para reclamar por su derecho a una vida digna, además de colaborar con la alfabetización de adultos. Esta tarea la compartíamos con compañeros de otras organizaciones políticas de izquierda y con el cura del barrio, Federico Bacchini (primero desaparecido y después encontrados sus restos por el Equipo de Antropología Forense).
Antes del golpe muchos militantes habían pasado ya a la clandestinidad por estar identificados como opositores al régimen y perseguidos por el accionar de las AAA (Alianza anticomunista argentina), grupo paramilitar creado durante el gobierno de Isabel Perón y su ministro López Rega.
Producido el golpe, nuestra organización debió también pasar a funcionar en la clandestinidad, tomando las precauciones necesarias para no ser detenidos, pues esto implicaba ser llevados a los centros de detención clandestinos donde se torturaba a los compañeros para obtener información de otros militantes, de reuniones ya pautadas, domicilios, direcciones de imprentas, etc. Nos reuníamos en pequeñas células para discutir las políticas a seguir, luego intercambiamos lo propuesto con las otras células y se definían acciones concretas; funcionábamos tabicados y sólo conocíamos a los compañeros de nuestra célula, evitando retener direcciones y nombres; nuestra organización intentaba funcionar en forma horizontal a diferencia de las otras organizaciones de izquierda que respondían en forma vertical a un partido.
En la ciudad, ámbito donde trabajaba y desarrollaba mi militancia, era frecuente ver los autos marca FALCON con personas de civil, a plena luz del día, mostrando sus armas largas por las ventanillas en busca de personas sospechosas para detenerlas o directamente, si un militante era identificado, era asesinado en plena calle. También fueron “bombardeadas” casas de militantes destruidas totalmente; los colectivos [autobuses] parados por el ejército durante su recorrido y sus pasajeros revisados en busca de “subversivos”, adjetivo que los militares usaron para nombrar a todo opositor.
Ante una sociedad que sabía lo que pasaba pero que callaba, era cada vez mayor la detención/desaparición de compañeros. Fue así que en junio de 1978, cuando ya el accionar de las organizaciones políticas era nulo, fui secuestrada y sacada por la fuerza de la casa de una amiga por personas de civil y llevada al centro clandestino de detención El Banco, donde miles de compañeros y compañeras sufrían todo tipo de vejámenes, torturas, abusos sexuales,… compañeros que hacía tiempo estaban retenidos en condiciones inhumanas.
Muchos compañeros siguen desaparecidos, muchos fueron arrojados vivos al mar, otros fuimos liberados sin tener claro el por qué, otros pudieron exiliarse. Muchos hijos de militantes siguen desaparecidos, dados en adopción a los asesinos de sus propios padres en algunos casos.
El golpe cívico-militar irrumpió en el sistema “democrático” argentino imponiendo a través del terror un régimen autoritario con el objetivo de acallar toda voz opositora a sus intereses, implantar un plan económico favorable a los sectores más poderosos aumentando desmesuradamente la pobreza y la deuda externa argentina, un plan sistemático de opresión no sólo al pueblo argentino sino a otros pueblos latinoamericanos.
La lucha de las Madres de Plaza de Mayo buscando sus hijos desaparecidos mostraron al mundo el horror y la crueldad de las fuerzas armadas y la complicidad de la Iglesia, de los empresarios, sindicalistas, algún que otro político en la instauración del terrorismo de estado en Argentina.
Gracias a las abuelas de Plaza de Mayo se ha recuperado las identidades de 130 nietos.
Gracias al Juicio a la Juntas y a otros represores, se ha hecho un paso por la justicia de los desaparecidos aunque aún faltan muchos militares y civiles cómplices por juzgar, quienes al pasar el tiempo se van muriendo sin sufrir una condena.
¡30.000 COMPAÑEROS DETENIDOS-DESAPARECIDOS PRESENTE!
Emilia Ferreira