La mutilación genital femenina: una realidad difícil de digerir

La lucha contra la abolición de la MGF es uno de los retos más fundamentales y espinosos a los que se enfrenta la especie humana. Más de 200 millones de mujeres sufren los devastadores efectos de este ejercicio, y su abolición total se dirige por un camino que se antoja demasiado largo

IKER KAPEROTXIPI

La Mutilación Genital Femenina (MGF) es una práctica muy presente todavía en el siglo XXI. Se suele relacionar este método con países africanos, pero, aunque sí es cierto que los porcentajes más altos se encuentran en Guinea y Somalia según datos aportados por UNICEF, América del Sur, Asia e incluso países del Este de Europa también presentan cifras, menores, pero no por ello menos preocupantes. Cifras con las que se demuestra la prevalencia de la MGF.

La OMS clasifica en 4 los tipos de MGF. Por un lado, la clitoridectomía, que consiste en la amputación total o parcial del clítoris y la piel que lo rodea. La escisión repite el procedimiento añadiéndole la extirpación total o parcial de los labios menores. La infibulación corta y recoloca los labios menores o mayores, dando lugar al estrechamiento de la abertura vaginal. En el último grupo se reconocen otros procedimientos como la perforación, incisión, raspado o la cauterización del clítoris o el área genital. Todos estos métodos comparten la premisa de que son absolutamente rechazados por médicos y especialistas, siendo reconocidos como violatorios de los derechos humanos.

Conociendo el «qué» y el «dónde», también es importante entender su verdadero alcance. UNICEF revela que más de 200 millones de mujeres y niñas han sido objeto de la MGF, más del 5% de todas las mujeres del mundo. En su mayoría se practica antes de los 15 años.

Peligroso y letal

Las consecuencias de la MGF pueden llevar a las mujeres a escenarios de suma gravedad. A corto plazo sus efectos oscilan desde el dolor intenso, fiebre, inflamación, problemas urinarios, infecciones como el tétanos, e incluso es probable que desemboque en hemorragias que a su vez dan lugar a las consecuencias más devastadoras.

A largo plazo son comunes las infecciones urinarias, los problemas vaginales, menstruales y sexuales, el aumento de riesgo durante el parto, lo cual estimula la mortalidad neonatal, y otras complicaciones que derivan de intervenciones quirúrgicas posteriores (se hacen para dar a luz o poder practicar sexo). Además, estamos ante un ejercicio que afecta especialmente en la estabilidad emocional y psicológica de las mujeres, lo que incentiva la aparición de trastornos y enfermedades mentales.

«Es una tradición cultural»

¿Y por qué se realiza y se tolera? Lo cierto es que hablamos de una tradición muy arraigada en muchas comunidades, etnias o culturas con un bajo nivel de educación sexual. Toda una norma social construida desde los sectores más tradicionales y conservadores (sobre todo en el ámbito local y familiar) que a su vez ejercen gran presión y crean temor al rechazo social. De esta manera, las mujeres que no lo realizan son altamente discriminadas en sus herméticas comunidades, con problemas a la hora de buscar marido o siendo víctimas de la exclusión social.

Estas convicciones tan extendidas tienen varias explicaciones. Por un lado, se busca asegurar la virginidad de la mujer antes del matrimonio y la fidelidad después de este. La dificultad y el dolor de la práctica sexual, y la alta posibilidad de que la mujer sea descubierta (por las heridas provocadas por el acto sexual) actúan como objeto de disuasión. Todo ello parte de la creencia de que los genitales femeninos son la parte salvaje y masculina de unas mujeres que pueden ver corrompida su «pureza natural».

6 de febrero: el día de la tolerancia 0

Todos estos hechos revelan el problema mundial que supone la MGF. Una cuestión de alcance universal cuya solución aguarda un fondo muy delicado. Las vías legales delimitan de manera contundente una intervención deseada por la OMS, muy implicada en el tema junto a otras organizaciones supranacionales. Por ello, a fin de concienciar y proyectar más luz sobre el tema, la ONU designó el 6 de febrero como el Día Internacional de Tolerancia Cero para la Mutilación Genital Femenina. Quedan muchos pasos para dar, pero el primero, propuesto desde diferentes organizaciones internacionales, es invertir en educación sexual, formación y prevención de riesgos en aquellas comunidades en las que la MGF está más presente.