Dice Josefina L. Martínez, en un artículo titulado Feminismo, interseccionalidad y marxismo: debates sobre género, clase y raza, que las violencias que sufren las mujeres no pueden simplemente reducirse a las relaciones de clase. A su vez no pueden explicarse sin la articulación de la categorías de opresión y explotación. Y parece que el feminismo, en los últimos años, se ha olvidado de ello. De que la cuestión de clase es indispensable para analizar el contexto actual en el que se encuentra la mujer y luchar por las desigualdades que sufre. Tanto por el hecho de ser mujer como por su condición de obrera. El feminismo, el del 8 de marzo, se ha acomodado, aunque las palabras “antirracista y anticapitalista” sigan resonando en las concentraciones.
Que el referente actual a mujer empoderada sea una especie de Ana Botín menos prepotente, que se sigan denunciando la existencia de techos de cristal y no realmente la existencia de una élite económica o que se sigan comercializando camisetas de Inditex con un gran “Yes, I’am a feminist”, solo pone de manifiesto la capacidad del sistema capitalista para moldear movimientos sociales y la capacidad de las empresas para generar beneficios a costa de los mismos. Ahora los gritos y consignas del feminismo se han convertido en posts de Instagram. En batukadas en las manifestaciones y en logos de empresa morados. Mientras, el resto del año, se sigue discriminando, objetualizando e invisibilizando sistemáticamente a la mujer.
A pesar de ello, y como ya anticipó Alexandra Kollontai, el objetivo primordial –la emancipación obrera- de las mujeres obreras no evita el deseo de mejorar su situación incluso dentro del sistema burgués. En la misma línea, la autora marxista reitera en la idea de que, a pesar de moverse bajo la etiqueta de “radicales”, se sigue siendo fiel a la clase burguesa. Salvando tiempo y distancia, pues Kollontai vivió una época muy distinta, ¿quién garantiza los derechos de las mujeres inmigrantes, de las cajeras o de las dependientas bajo un marco capitalista? ¿Quién -y es una pregunta seria- puede permitirse en este momento una lucha feminista íntegra?
Purplewashing y feminismo liberal
No solo se ha perdido la perspectiva de clase, sino que las empresas han sabido aprovecharse de esta situación. Han sabido adaptarse a los cambios que han marcado los últimos años del feminismo. En especial con el “lavado morado”. Purplewhasing -término acuñado por Brigitte Vasallo- engloba tanto maniobras misóginas para excluir a mujeres de otras culturas -mayormente musulmanas- en favor de la falsa superioridad moral que se gesta dentro de las fronteras europeas, como las estrategias de marketing que llevan a cabo las empresas o instituciones con el fin de venderse como feministas. Estas políticas no hacen más que banalizar la lucha de la mujer trabajadora, además de enmarcarla en un contexto colonialista e islamófobo.
Es estrictamente necesario atacar la base del sistema capitalista para conseguir que triunfe el movimiento feminista, sin replantearse ese marco, la lucha feminista fracasará, de la misma manera que si no se plantea una política interracial. Respaldar empresas que “limpian” su imagen una vez al año, celebrar este hecho, no hace más que reforzar las ideas patriarcales vigentes.
Es muy similar (respaldado por el feminismo con tendencia más liberal) al hecho de que se venda como empoderante estar dentro de Only Fans. Y, ciertamente, cada mujer -porque sí, mayoritariamente son mujeres- es libre de hacer con su cuerpo lo que se le venga en gana. Pero, ¿no está la libertad individual condicionada por el contexto social y cultural en el que nos encontramos? ¿No estás siendo víctima del capital y convirtiéndote en un objeto de consumo?
Alardear de la concienciación feminista sin una fuerte crítica al sistema de clases es similar a defender la libertad de los pueblos bajo una dictadura. No basta con compartir discursos fuertes, abanderar el anticapitalismo o llenarse los bolsillos con palabras como “igualdad” o “sororidad”. Deben tomarse medidas reales, deben llevarse a cabo manifestaciones y protestas reales. Debemos alejarnos del sistema capitalista, porque dentro de él jamás triunfará la lucha feminista.