Los “tontos” somos nosotros, no la televisión

Todos tenemos un televisor en casa, incluso más de uno. Los más nostálgicos la continúan llamando “la caja tonta”, pero cada día tengo más claro que los “tontos” somos nosotros. Me he permitido el lujo de alterar el refrán de “dime con quién andas, y te diré quien eres” a “dime que ves en la televisión, y te diré quien eres” porque la televisión es parte de nuestro día a día, y por ende nuestra conducta y opinión se ve alterada por la misma.

Al llegar al bar comienzas a discutir de política. Mientras expones tus argumentos vas recordando que eso lo has escuchado en la televisión, precisamente se lo has escuchado a Ferreras o Susana Griso. Esa (des)información es secundada por las miles y miles de personas que todavía creen que todo lo que sale en la televisión es “verdad” por el hecho de salir en la pantalla. A la pregunta de cómo lo sabes, la respuesta tipo suele ser: “Lo ha dicho la tele”.

Afines

Además, cada vez más intensamente, tendemos a reforzar nuestras ideas consultando solamente informaciones afines. No nos preocupamos en ampliar nuestras fuentes de información, tan solo queremos tener la razón. Y en casi la totalidad de las ocasiones faltamos a la verdad por salir airosos en el debate, exponiendo argumentos escuchados en La Sexta Noche o Al Rojo Vivo.

La problemática nace desde los edades más tempranas, porque la televisión, cada vez más YouTube o Candy Crush, es la escusa perfecta para entretener a los hijos. Se quedan en silencio y alguien, una pantalla plana, les acompaña. Es obvio que no entenderán los debates sobre política o economía, pero relacionan la televisión como algo «positivo» y, por ende, a lo que deben hacer caso.

Por tanto, debemos abrir la mira y saber que la televisión, y todos sus programas, están diseñados para entretener y retener a las personas en sus tentáculos, a cualquier precio. Ejemplo claro es el programa de Josep Pedrerol El Chiringuito de Jugones, que a pesar de ser un gran contenido, el análisis puramente deportivo destaca por su ausencia. Puro show. Son pocos los contenidos (en las principales cadenas) que informan de manera crítica y desinteresada de los sucesos actuales.

Crítico

Tenemos un problema, uno muy gordo. El bombardeo de información es constante y la sociedad no es capaz de procesar tantísimos datos e informes. La política española, a la deriva. De la economía ni hablamos. Las personas, cada vez más polarizada. La opinión pública, más difusa que nunca. Al timón del Estado, el capitán del Titanic. Y la televisión sigue metiendo cizaña por medio, agravando cada situación por segundo en antena. Para retener, organizar, y manipular la opinión general.

La televisión es la mass media por excelencia, y la sociedad se vuelve más controlable una vez que se organiza en conocimiento y manipulación. El excesivo volumen de información disminuye la capacidad del individuo de participar, de tener una opinión o de fantasear con su propia realidad. Por ende, nuestra opinión y organización estará marcada por grandes corporaciones, que más allá de los medios de comunicación también radica en Amazon, Google o Microsoft. Represión, centralización y regulación.