La carrera de los datos: el negocio de las redes sociales

Hace 64 años, el 3 de noviembre de 1957, la perra Laika fue el primer ser vivo terrestre en orbitar la Tierra. Ocurrió en pleno auge de la Guerra Fría, y el hecho otorgó al imperio soviético tomar una gran ventaja propagandística sobre Estados Unidos. Ambos países luchaban incansablemente por ensanchar su autoridad en el mundo, y conquistar el espacio era, entonces, primordial. Ahora, en cambio, apoderarse de esta cuota de mercado está al día de tres chiflados multimillonarios: Elon Musk, Jeff Bezos y Richard Branson.

Por desgracia para los fofisanos actualmente estamos inmersos en otra maratón. Esta vez la organizan Apple, Microsoft, Facebook o Amazon, y se trata de la carrera de la atención. Luchan por nosotros. Y no, estas compañías no son como los clásicos familiares de Nochevieja que dan la nota para que los presentes se rían (con o sin ganas), sino que estas grandes corporaciones luchan por ti, compiten para que permanezcas más tiempo en sus páginas web y poder crear un perfil tuyo más exacto.

¿Nos absorben las redes sociales?

Hace unas semanas se popularizó en Netflix un documental titulado The Social Dilemma, que describe las técnicas que las grandes corporaciones utilizan para absorber la atención de los consumidores. Métodos para retener personas. Estas estrategias, que en un futuro serán de dudosa ética y legalidad, están cuidadosamente planificadas por neurólogos, publicistas o psicólogos que estudian y analizan el comportamiento de las personas. Con ellas consiguen obtener una silueta digital precisa, un estilo de 3D virtual, para poder ofrecerte, después, un producto más atractivo y personalizado.

Hoy día no hay nada más valioso para las empresas que la atención de las personas y retenerlas en sus redes. Las grandes compañías, pongamos como ejemplo a Facebook, invierten cientos de millones de dólares en redes neuronales, sistemas computacionales que tienen la capacidad, entre otras posibilidades, de analizar y comprender nuestra personalidad, aficiones o inseguridades. Con estos algoritmos consiguen centrar el tiro, clavar el compás en el punto exacto y no salir de la circunferencia creada sobre ti.

El negocio de las redes sociales

Una vez creado tu perfil digital, mediante algoritmos, comienza la economía de la atención. Los datos obtenidos -sí, lo saben todo sobre nosotros- son utilizados por las empresas tecnológicas para mostrarte publicidades acordes a tu estilo de vida, sentimientos e inquietudes. Si recientemente has estado mirando zapatillas deportivas, el siguiente anuncio que verás, casi con total seguridad, será de calzado deportivo. Y así sucesivamente, una espiral constante. Cuento más tiempo estés en la red social, más información recopilan. Y si tienen más datos, la publicidad mostrada será más efectiva.

Siempre que se habla de Internet y las redes sociales aflora el mismo tópico: cuando algo en la red es gratis, el producto eres tú. A pesar de que usar Google, Facebook, Gmail o WhatsApp sea gratuito para el usuario, es indirectamente el mismo consumidor quien está creando miles de dólares a cada empresa. Después de que Mark Zuckerberg comprase WhatsApp, el cofundador de la empresa de mensajería aseguró que “a partir de ahora esto es lo que cambia para vosotros, usuarios: nada”. Ese “nada” se transforma en datos e intimidad.   

Capacidad de aprendizaje

Los algoritmos tienen la capacidad de aprender de manera automática y constate sobre tu estado emocional. Las grandes compañías facturan miles de millones de dólares vendiendo esos datos a las empresas que quieren publicitarse y, por ende, deja de creer que es casualidad que en Spotify te salgan canciones tristes cuando estás melancólico, o que te bombardeen a anuncios de productos para adelgazar si has comentado con alguien que te notas gordo. Está todo estudiado y medido.

La URSS y EEUU lucharon por conquistar el mundo con la carrera espacial, y las grandes compañías, con la Inteligencia Artificial como aliada, conquistarán el mundo mediante la carrera de los datos. Cada vez son más difusos los límites a los que estamos expuestos en redes sociales, y la legislación es incapaz de seguir el escalofriante ritmo al que evolucionan las redes. Mi pregunta, que se sucederá durante los próximos años, es ¿dónde están los límites de Internet? ¿y de la privacidad? ¿Dónde estallará la burbuja de la Red? ¿Venta de datos?