El incendio en la nave de Badalona es reflejo de la realidad del sinhogarismo

SAMUEL BRITO

Navidad, esa época del año en la que nos reunimos con nuestros seres queridos para celebrar esta festividad. Comida, risas y disfrute a partes iguales. Sin embargo, cuando en las casas se sirven los platos, hay personas que sufren el frío de la calle. Viven en la intemperie, como si se tratase de un retrato sacado de un libro de Charles Dikens. La situación de las personas en situación de sinhogarismo es dura y complicada, pero si a eso se le añade una pandemia global, su dura forma de vida puede llegar a ser insostenible.

Barcelona se ha convertido en otra de las ciudades europeas que padece este problema. Sus causas son diversas: el sistema económico que abandona a las personas o simplemente estas dejándose llevar. 1.200 sin techos, es la cifra que Ferran Busquets, director de la Fundació Arrels, nos facilita en una entrevista. El objetivo de esta fundación es la de ayudar a aquellos desamparados a escapar de esta triste realidad y, así, acabar con esta situación.

A pesar de que el número puede llegar a ser abrumador, el ayuntamiento de Barcelona es consciente de ello. “La ventaja de poder ser empadronado sin tener un domicilio es tener una tarjeta sanitaria, fundamental para acceder al sistema sanitario. Aquellas personas que tengan hijos también tendrán la posibilidad de escolarizarlos y, además, recibir ayuda de los servicios sociales. Estas personas, al estar empadronadas en Barcelona, también pueden solicitar el arraigo social, obteniendo su residencia en España y regularizando su situación en muchos casos”, explica Busquets. 

La vida en la calle se puede resumir en pocas palabras: miedo. Miedo a que te roben, miedo a que te agredan, sobre todo en el caso de las mujeres. Barcelona comprobó como muchas de estas personas, huyendo del tiempo de esta época, dormían en cajeros de muchas entidades bancarias. Eso ya ha dejado de ser una realidad. Otros tiempos, otros pensamientos. “Dormir en un cajero es una situación negativa, pero peor es dormir en la calle, en la intemperie”, comenta Ferran Busquets.

Dormir en las naves como última opción

Como consecuencia de esta falta de humanidad y empatía por parte del resto de la sociedad, que prefiere mirar a otro lado e ignorar el problema, las personas sin hogar tuvieron que buscar una alternativa, un refugio donde resguardarse. Encontraron en las naves abandonadas un lugar donde cobijarse, aunque no es oro todo lo que reluce. Busquets aclara que las personas sin hogar tienen dos opciones: “Quedarse en la calle o entrar en una nave. Vivir en una es difícil porque la convivencia no es fácil”.

A pesar de conocer la cantidad de personas que viven a la intemperie, se desconocen el número de naves abandonadas. Desde la Fundació Arrels realizan una estimación de treinta, más o menos. Estas naves esconden el problema, como si se levantase la alfombra y se metiera todo debajo, como si se escurriese el bulto. Como consecuencia de los actos tan deshumanizados que la población es capaz de realizar, se produce un incendio en una nave abandonada, donde mueren tres personas. ¿A dónde han ido a parar los supervivientes? A otra nave.

Mientras todo el mundo se encerraba en casa tras los acontecimientos del Coronavirus, muchas se quedaron fuera. “Con la pandemia, las personas están solas en la calle, lo que implica más vulnerabilidad, más miedo. Incrementa una posible agresión, en especial hacia las mujeres. Que los bares estén cerrados significa que tienen menos accesos a lavabos, que han perdido la posibilidad del agua caliente y, sobre todo, de comida caliente”, lamenta Busquets. Si esto no fuese ya suficiente, las personas sin hogar de Barcelona presenciaron con estupefacción como la policía les multaba por ‘no estar en sus casas’.

A pesar de que muchos hayan dado la espalda a los más desfavorecidos, tanto trabajadores como voluntarios de la Fundació Arrels, luchan para que esto pueda cambiar. Desde 1987 han ayudado a más de 14.000 personas. Esta ayuda no solo viene en forma de comida o agua, también en asistencia psicológica. Busquets dice que «el impacto que implica estar durmiendo en la calle es tal que necesitan un soporte o una ayuda, porque si no es imposible sobrellevarlo”. Con un tema tan tabú como es la estabilidad mental, muchos de ellos son reacios a recibirla.

“Es bastante probable que el número de personas durmiendo en la calle haya aumentado, aunque no hay ningún recuento. Si la economía no mejora, sin duda habrá más personas en la calle”, concluye Busquets. Mientras el modelo económico siga generando desigualdad, su labor seguirá siendo primordial. Como diría la Constitución Española en el Artículo 47: Todos los españoles tienen derecho a disfrutar de una vivienda digna y adecuada.