Del género al cuerpo: la construcción de la identidad en el feminismo

Con el paso de la modernidad a la posmodernidad y con el clevage importante de la globalización, los movimientos sociales, o al menos sus lógicas, se han visto alteradas. Los valores fuertes que copaban la modernidad han sido sustituidos por un estadio de vacío, de valores cambiantes. La persona posmoderna se ha visto obligada adaptarse a una sociedad líquida, en constante movimiento (Bauman, 2005) y los movimientos sociales se han tenido que reconfigurar y han tenido que crear estrategias nuevas para conseguir movilizar a la ciudadanía. En una sociedad discursiva e identitaria las vivencias personales, las experiencias y la identidad se vuelven políticas o son susceptibles a politizarse, el otro concreto convive con el otro generalizado (Benhabib, 1990). «Se puede decir que la ‘identidad’ se ha convertido ahora en un prisma a través del cual se descubren, comprenden y examinan todos los demás aspectos de interés de la vida contemporánea. Las cuestiones establecidas del análisis social se están refriendo y renovando para ajustarse al discurso que ahora gira en torno al eje de la «identidad» (Bauman, 2001).

Nacimiento

El movimiento feminista nace de una desigualdad constitutivamente identitaria, por lo que en su comienzo necesita, como diría Sontag, hacer de su identidad un arma. Es decir, politizar la identidad para poder luchar contra la desigualdad. Este tipo de estrategia es típica de los movimientos que luchan en contra de una desigualdad naturalizada, cómo puede ser la lucha antirracista o la lucha LGTB. Contra ese esencialismo el feminismo busca teorizar, se apoya en las tesis de Foucault en textos como Vigilar y Castigar (1975) o La microfísica del poder (1977). Se entendería que las definiciones se construyen socialmente, que las categorías no encajan de forma natural, sino que se basan en prejuicios envueltos en normas culturales y valoraciones sociales (Minos, 1990). “La creación de la conciencia feminista supone la reconstitución crítica del significado de la experiencia social tal y como la viven las mujeres” (Villarmea, 2002) con un fuerte componente de revisión y decostrucción de la identidad impuesta y asumida de lo que significa ser mujer.

“El momento fundacional de la historia feminista es la afirmación de un lazo entre todas las mujeres, de una relación entre ellas que existe en la medida en que comparten la misma categoría de diferencia entendida como negativa” (Braidotti, 2004). Los primeros postulados feministas parten de esta base de las experiencias vividas como mujer para crear una identidad que logre agrupar y hacer partícipes a las mujeres. Es en esta puesta en común de vivencias donde el pensarse como mujer se torna acción política, ya que se entiende que el ser mujer es un condicionante en el mundo.

Los movimientos sociales, se desplazan en torno a las lógicas sociales actuales, las de la perdida de valores en la era del vacío (Lypovetski, 1983), sociedades complejas con alta densidad de información, la pertenencia simultánea a múltiples sistemas y a distintos ámbitos temporales y espaciales de referencia (Melucci, 1992: 284). Esto crea un entorno de incertidumbre donde la identidad y la identidad colectiva adquieren un peso esencial en las personas, “la identidad en abstracto como categoría teórica, es el conjunto de características que distinguen la subjetividad del sujeto en relación con el Ser y la Existencia” (Lagarde, 1993). Es en este contexto donde los movimientos sociales intentan dar certidumbre, ya no responden a situaciones de emergencia, ni tienen carácter marginal o residual. Estos se conforman como una realidad permanente y estable en el funcionamiento de los sistemas.

El sujeto feminista

De esta base, la experiencia vivida (la de ser mujer), beberían las corrientes denominadas Feminismo de la igualdad y Feminismo de la diferencia, las cuales se construyen sobre el binomio sexo/genero, biológico/social. En el primero se pondrá el foco en el género y su construcción como raíz de la opresión y en el segundo se pondrá el acento en el sexo que otorga características “esenciales”, es decir, poner en valor la feminidad, en un rechazo del sujeto universal. En esta primera distinción de corrientes en el feminismo podríamos empezar a ver la transición de la modernidad a la posmodernidad, del sujeto universal igualitario que predicaría el feminismo de la igualdad a la ruptura del sujeto por al menos dos sujetos, la muerte del sujeto comienza a penetrar en el movimiento feminista. Posteriormente con el Feminismo Queer encabezado por Butler se entenderá desde un marco foucaultiano que la distinción sexo/género saca a la luz una función ideológica en la producción y reproducción de una heterosexualidad normativa. Esto llevaría a Butler a pensar que el sexo siempre fue género y que la distinción actuaba como episteme. “Ni el género es esencia interior, ni superficie volátil exterior marcada por la cultura, sino el resultado de una repetición de normas que preceden, exceden y constriñen a quien las representa” (Martínez-Bascuñan, 2020). Con esto el Feminismo Queer lograra hacer una crítica a las dos corrientes feministas anteriores y culminara el paso del feminismo a la posmodernidad, ya que ataca al sujeto desde el cual se había construido toda la teoría feminista, pero a su vez lo ataca para liberar al resto de sujetos que no encajaban en ese sujeto feminista universal, algo que también haría el feminismo negro y posteriormente todas las revisiones feministas en términos interseccionales donde se entenderá que las opresiones van entrelazadas.

En definitiva el Feminismo Queer modificará la experiencia de ser mujer, a la experiencia del cuerpo vivido, dando muchísima profundidad al análisis del sujeto.

Los movimientos asumen “la configuración de área, de red social en la cual se forma, se negocia o se recompone una identidad colectiva” (Melucci, 1992). También tenemos que tener en cuenta que los movimientos sociales no tiene como objetivo último crear una identidad que de seguridad, sino que esto sería una herramienta para lograr uno objetivos e intereses específicos. “Antes de realizar cualquier actividad […] los individuos formulan un proyecto. Una parte de este proyecto son ciertas imágenes mentales, o expectativas, acerca de su naturaleza y acerca de la clase y el grado de satisfacción que brindará la actividad” (Hirschman, 1989). Lo cual es importante tener en cuenta ya que las identidades estarán orientadas hacia este proyecto y problematizarán determinadas características en determinados momentos, lo que nos lleva a identidades complejas y cambiantes, los movimientos sociales como procesos, con construcciones que se realzan en el tiempo y la acción. Un movimiento social se constituirá en proceso constitutivo de una identidad colectiva cuando la situación vivida de forma individual se encuentre en disonancia en relación con las expectativas. “La identidad concreta del individuo está atravesada, por ende, por todas las dimensiones en las que se desarrolla el ser concreto, es decir: género, clase, sexualidad, etnia, nacionalidad, edad, religión, adscripción a un partido, etc.” (Lagarde, 1992).

Retos

El cambio teórico estudiado, además de por el aumento de la producción de la teoría feminista, también se debe a un cambio de objetivos y metas ya que estas han ido evolucionando a lo largo de la historia. “El primer feminismo asociado a la Revolución Francesa tuvo que enfrentarse al hecho de que todas las mujeres (aristócratas, burguesas, plebeyas y clero femenino) fueran excluidas de la ciudadanía que entonces se estaba forjando.» (Maldonado, 2010) “Las reivindicaciones que se formulaban tenían mucho que ver entonces con las reformas legislativas, pues ya desde las propias leyes se negaba a las mujeres la condición jurídica de sujeto de derecho. Se reivindicaba, más allá de los derechos concretos, como el divorcio, el aborto, el trabajo…, el derecho a tener derechos que teorizara de forma tan brillante la filósofa de Alemania judía Hannah Arendt.” (Zabala, 2012) Por lo que era mucho más sencillo articular una identidad común, ya que el enemigo no daba opción para enfrentamientos internos. “Era fácil entonces agrupar tras nuestras luchas a muchas mujeres pues cualquier reivindicación que planteábamos suponía una mejora en la condición de ser y de estar de todas las mujeres.” (Ibídem). Es cuando las condiciones mejoran, sobre todo en el plano de la igualdad formal, es decir, cuando se consigue la igualdad ante la ley, y de alguna forma se alcanza una igualdad de base más o menos real en las condiciones materiales, es cuando se da pie a avanzar en el debate “interno” en cuestionar al sujeto hegemónico planteado (Mujer blanca de clase media heterosexual) y se abrirán otros frentes que pondrán en cuestión desde la teoría crítica la propia comprensión del feminismo y del sujeto feminista.

Podemos observar como si bien, el movimiento feminista, parte de la identidad femenina, a lo largo de su historia no ha dejado de repensar esa identidad, la ha cuestionado, la ha atacado, la ha glorificado. En este ejercicio de fluidez y de adaptación, con muchas dosis de autocrítica, el movimiento feminista ha mostrado como la identidad se construye en el proceso, que no es simplemente algo desde los que se parte, sino que es algo que te acompaña durante todo el camino y que es susceptible al cambio. Desde el primer momento la pregunta de “¿Qué es ser mujer?” dejaba claro que la identidad no era ni sencilla ni monolítica.

Bibliografía

Antón, J. y Torrens, X. (2020) Ideologías y movimientos políticos contemporáneos. Madrid: Tecnos. 4o edición

Bauman, Z. (2001) En busca de la política. Buenos Aires, FCE (Sección de Obras de Sociología)
——————(2005) Vida liquida. Barcelona: Austral

Benhabib, S.(1990) Teoría feminista y teoría crítica. Valencia, Ediciones Alfons et Magnánim,

Braidotti, R. (2004) Feminismo, diferencia sexual y subjetividad nómade. Gedisa, Barcelona

Hirschman, A. O. (1989), Interés privado y acción pública. México, DF: FCE [Shifting Involvements: Private Interests an Public Action, Princeton: Princeton University Press].

Lagarde, M.(1993). “Identidad de Género”. Curso ofrecido del 25 al 30 de abril de 1993 en el Centro Juvenil Olof Palme. Managua, Nicaragua.

Lipovetsky, G. (1983) La era del vacío. Barcelona: Angrama
Maldonado, T. (2010) “El análisis y la lucha feminista, entre la identidad y la diversidad de

las mujeres”. En Asamblea de Mujeres de Bizkaia, 20 de enero.
Melucci, A. (1992) Che cosa è «nuovo» nei «Nuovi Movimenti Sociali»? Sociologia, 26 (2-3):271-300

Minos, M. (1990), Making all the difference. Ithaca and London, Cornell University Press.

Villarmea, S. (2002) “La construcción de la identidad emancipatoria feminista”. Universidad de Alcalá Ponencia presentada en el I Congreso Iberoamericano de Ética y Filosofía Política, 16-20 septiembre,Alcalá.

Zabala González, B. (2012) “Identidad y diversidad: un planteamiento desde el movimiento feminista”. Emakume Internazionalistak. 26 de diciembre.