El 16 de mayo de 1966, el mítico líder Mao Zedong dio comienzo a una campaña que se tornó en una revolución violenta en contra de todo elemento capitalista, revisionista y burgués que amenazaba la doctrina maoísta. El movimiento causó toda una purga en el Partido Comunista, junto a un violento acoso a los intelectuales, que concluyó con la destrucción del pasado y la persecución de la cultura tradicional.
Iker Kaperotxipi
La visión eurocentrista que impera a la hora de analizar la historia, a veces nos lleva a obviar acontecimientos sumamente relevantes. Esto es lo que sucede con China, país cuyo pasado en el siglo XX merecería un par de asignaturas de Historia.
En 1924 comenzó una cruenta guerra civil donde los nacionalistas vencerían a los comunistas. Sin embargo, el imperio japonés extendería el caos a límites insospechados con su invasión de Manchuria en 1931 y la conquista de China que empezó a materializarse en 1937.
La Segunda Guerra Mundial y la derrota del Imperio de Hirohito liberó a un país que rápidamente se vio envuelta en una nueva guerra civil. Los comunistas aprovecharon la desmoralización de los nacionalistas y salieron victoriosos. Mao Zedong proclamó la República Popular China en 1949. En 1958, el mítico líder intentó solventar el atraso y la pobreza del país con un ambicioso plan llamado el Gran Salto Adelante, que pretendía llevar a cabo una industrialización al más estilo soviético. El plan fue un fracaso catastrófico y se saldó con 30 millones de muertos por hambrunas.
Cuestión de doctrinas
La factura política no se hizo esperar. La pérdida de apoyo de Mao Zedong y las ambiciones rivales del partido que amenazaban su liderazgo fueron los detonantes de un nuevo plan a gran escala. El 16 de mayo de 1966 se publicó una directiva preparada por el Comité Central del Partido Comunista, el famoso «documento de los 16 puntos». De esta manera, se impulsaba una nueva revolución cultural en contra de todo aquello que representaba «capitalismo y revisionismo». Se impuso la doctrina maoísta y se comenzó a perseguir a los enemigos. Algunos trabajaban hasta el desfallecimiento, otros morían torturados o de hambruna, y las ejecuciones, los exilios y las violaciones se convirtieron en el pan de cada día.
Persecución, humillación pública y ejecuciones. Millones de personas fueron perseguidas, acosadas y humilladas públicamente durante la Revolución Cultural, y cientos de miles fueron ejecutadas, muertas de hambre o puestas a trabajar hasta el desfallecimiento. Sus bienes fueron confiscados, sus familiares perseguidos, violados, torturados o desplazados a la fuerza hacia el campo. Las estimaciones entre la cantidad de muertos durante este período varían entre los varios millones y las 400.000, cifra mínima que ha sido reconocida.
Los jóvenes fueron quienes cogieron la batuta de la «revolucionaria lucha de clases» que proclamaba Mao. El movimiento estudiantil se reforzó con la creación de los Guardias Rojos, en su mayoría estudiantes devotos del maoísmo que hicieron el trabajo sucio de la planificada caza de brujas. El líder comunista les facilitó constante cobertura mediática, apoyo material y una banda roja que los identificaba como «héroes del pueblo». Incluso la mujer del líder, Jiang Qing, se convirtió en una de las grandes figuras de la revolución junto a su famosa Banda de los Cuatro, compuesta por altos dirigentes del Partido Comunista.
El movimiento degeneró en una cruel y violenta represión que terminó con millones de vidas juzgadas por contrarrevolución. Colectivos como los profesores y los funcionarios fueron las víctimas favoritas en las persecuciones. 16 millones de jóvenes fueron forzados a reeducarse en campos de trabajo y en la agricultura, y tampoco hubo piedad con los mayores a causa del profundo rechazo de la cultura tradicional. Familiares y vecinos se delataban entre ellos, los pobres asesinaban intelectuales y los maoístas más férreos perseguían a los revisionistas.
Borrado
El punto más estratégico del movimiento se hizo ver en la cruel purga que tuvo lugar en el Partido Comunista. Liu Shaoqi, el segundo hombre más importante del Gobierno, fue acusado de incursionismo en el capitalismo, siendo cesado de todos sus cargos y posteriormente detenido. En 1968 fallecería en prisión a causa de malos tratos. El proclamado sucesor de Mao, Lin Biao, también murió en circunstancias extrañas después de que florecieran rumores de una posible conspiración. Deng Xiaoping, quien cambiaría la historia del país años más tarde, fue trasladado a una provincia remota para que fuera «reeducado».
Otra consecuencia de la revolución fue la completa destrucción del pasado. Se condenaron religiones como el budismo, y se atacaron todo tipo de monumentos, museos, y representaciones del patrimonio cultural chino. Saqueos, asaltos e incendios que pretendían borrar un pasado que representaba elitismo y burguesía. A su vez el progresismo chocaba de frente con la ideología maoísta. Por ello, los intelectuales fueron ridiculizados y perseguidos por los Guardias Rojos.
A Mao se le empezó a escapar de las manos el poder de los Guardias Rojos y en 1968 pidió rebajar la intensidad en las calles. En abril de 1969, tras el IX Congreso de PCC, se adoptó el maoísmo como ideología central del partido y de la nación, reafirmando la autoridad de Mao como líder político y militar. A su vez dio por concluido el movimiento, pero realmente las actividades vinculadas con la revolución no cesaron hasta su muerte. Aquí fue cuando se detuvo a su esposa y a la poderosa Banda de los Cuatro, dando por finalizada la Revolución Cultural.