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Vuelve el 12 de octubre. Vuelven –si es que han dejado de estarlo alguna vez– a teñirse las calles con los colores de la rojigualda. Este año no habrá desfile, el covid-19 también se ha llevado eso. Ni si quiera la legión, en su primer centenario, podrá exhibirse en un día tan marcado para España. El Rey sí saldrá a dar un discurso, algo discreto para evitar aglomeraciones en la plaza de la Armería del Palacio Real. ¿Hablará tal vez del ridículo que ha hecho la familia real este año? ¿De su padre como exiliado? ¿O se limitará a ennoblecer el nacionalismo español que tiene contaminado al pueblo?
Este día, nombrado por Ley en 1987, trata de recordar la historia política y cultural de España, además de su identidad estatal. Parece que este día olvida que España no respeta la diversidad, que ya en el pasado, antes de que el 12 de octubre fuese incluso el Día de la Raza, el Estado ya oprimía a una civilización entera. Cuando Faustino Rodríguez-San Pedro declaró en 1913 la existencia del Día de la Raza, lo hizo pensando en todo lo que España le había aportado a las civilizaciones formadas en América. En todo lo que la Nación Descubridora y Civilizadora había aportado. No solo se trató de imponer una cultura que se creía superior, así como una religión y un sistema de gobierno, sino que, también, ante la resistencia de los pueblos nativos, la respuesta que el Reino Español ofreció fue la de una matanza colectiva. Ahora, estos episodios quedan diluidos entre los aires de grandeza que acompañan a la historia española y están a la sombra de haber expandido el Imperio. También Latinoamérica merece memoria histórica.
El Día de la Raza dejó de serlo, al menos en España, en 1981. La invasión a las colonias americanas ya se desmarcó del eje central del día. Ahora, se enfoca en vivificar, año tras año, el sentimiento nacionalista del pueblo español. Ornamentándolo con desfiles, banderas, cabras y discursos, España deja de ser por un día, o al menos eso pretende, un estado encaminado a la miseria. Revivir esta pasión civilizadora, militarista y patriótica sirve para desviar la atención de los problemas enraizados en el estado desde hace más de 80 años y, sobre todo, para ignorar los actuales. Nada importa si la bicolor ondea.
Cuando las banderas vuelvan a los balcones y el Rey pronuncie un escaso discurso de ánimo, España será una gran nación durante 24 horas. Al día siguiente, volverán a estar las neveras vacías, seguirá habiendo una crisis devastadora y la pandemia mundial no habrá acabado. Sumado todo esto a no haber sido rigurosos con la historia y haber ignorado el pasado real del Imperio Español. Puede que este día este tan anticuado como la monarquía.