Suena la alarma. 8:55 de la mañana. La clase empieza a las 9, pero eso no es un problema. Va a llegar a tiempo. No hace falta esperar en la parada del autobús, ni, una vez dentro, discutir por conseguir un sitio. Tampoco correr al cruzar el paso de cebra para entrar antes de que cierren la puerta. Su ordenador espera sobre el escritorio, a un metro de la cama. Se despega de las sábanas mientras lo enciende. 5 minutos de reloj. Nueve en punto. Se conecta a la sesión online. Las clases nunca estuvieron tan cerca.
Autor: Ainhoa de la Peña
Viru(s)lencia
En el vestuario, los rostros de sus compañeras reflejan lo que no se atreven a decir en voz alta: desánimo, miedo e incertidumbre. Se coloca el Equipo de Protección Individual (EPI) y se dirige directamente a la habitación de su primer paciente. Suelta todo el aire de los pulmones mientras gira el pomo de la puerta y entra con una sonrisa de oreja a oreja. “Tienes que dar lo mejor de ti, ellos no se merecen menos”, asegura. Lee toda la hisotira aquí.
Celiacos: mi medicina es mi comida
Con 910 euros se podrían hacer muchas cosas. Comprar el último modelo del móvil más caro del mercado, disfrutar de una semana con pulserita de todo incluido en el Caribe o, incluso, sobrevivir un mes con algo menos que el salario mínimo interprofesional. Pero a los celiacos no les salen las cuentas. A final de año, ni móvil caro ni viaje al otro lado del charco. Tras el último estudio realizado por la Federación de Asociaciones de Celiacos de España (FACE) a principios de 2020, los datos muestran que una persona que sufre la enfermedad celiaca gasta 910 euros más al año en su cesta de la compra que aquella que no. Soy celíaco.
Relaciones 2.0
Vivimos enamorados de lo digital. Son muy pocas las personas que presumen de tener una vida privada cien por cien al margen de esa locura que es la red. Publicamos fotos, compartimos vídeos, retuiteamos mensajes y, cómo no, buscamos pareja. Porque, aunque parezca increíble, Internet también se ha convertido en el escaparate del amor.