V centenario comunero: ¡Aún nos queda el encinar!

Los comuneros

Jorge Pascual

Carta a las llamas comuneras, 500 años más cerca de la victoria

Tal día como hoy, hace 500 años, se consumaba la derrota de la Revolución Comunera; el 23 de abril de 1521, las tropas imperiales de Carlos V vencieron al ejército popular comunero en la batalla de Villalar, y asesinaron al alba a los capitanes del movimiento: Padilla, Bravo y Maldonado.

Pero esa no es la historia que más me interesa, ni la que quiero contar. La historia que merece la pena es la historia de una idea, una idea vieja que sigue presente en nosotros, quizás hoy más que nunca.

Una idea: Villalar

Hace más de 500 años, las gentes de un pueblo humilde sintieron que podían cambiar las cosas, que podían mejorar el mundo haciéndolo más justo, o que al menos debían intentarlo. Y de verdad que así lo sintieron, y lo intentaron.

En 1521, en el pueblo de Villalar, cientos de comuneros fueron derrotados en su empeño de justicia. Pero revisando la historia vemos que quienes lucharon esa y otras veces siempre han perdido, incluso entregando sus vidas. Y parece que las derrotas son siempre más y más duras, parece que nunca habrá victorias, ni justicia…

Pero sucede una cosa con esa idea de justicia que brotó hace más de 500 años, y es que esa idea lleva consigo una visión innegable del mundo y de la propia historia, y es que: por mucho tiempo que pase, por muchas derrotas que vengan y por mucho que cueste, al final, tarde o temprano se logrará.

Los Comuneros Padilla, Bravo y Maldonado en el patíbulo. Siglo XIX. Litografía sobre papel pegado en lienzo, 370 x 490 mm. No expuesto. Copia de la pintura original de Antonio Gisbert, que se guarda en el edificio del Congreso de Diputados Los Comuneros, Padilla, Bravo y Maldonado en el Patíbulo.

No dejemos nunca de intentarlo

Y solo hace falta una cosa, solo hay una única cosa que nos pide esa idea a nosotras, nos pide que no dejemos nunca de intentarlo, porque se lo debemos a quienes lo intentaron antes, y porque si no lo intentamos, se lo deberemos a la historia y al pueblo.

Esta idea, el sueño de los comuneros, es una idea muy presente en nuestras vidas. Yo duermo todas las noches bajo ella, y la siento tan profunda en mí que solo puede ser de nacimiento. Y estaréis conmigo si cada vez que ocurren injusticias en el mundo se os retuerce algo en el alma y en la mente. Y te sentirás como yo si no entiendes por qué un banco es capaz de desahuciar a una familia solo por recibir aún más beneficios; o si te esfuerzas por ayudar a tus vecinas obligadas a hacer colas y pedir ayuda porque no tienen sustento. Te sentirás como yo si no te parece normal que niños, alejados de sus familias, se ahoguen por un futuro mejor; ni que quienes intentan salvarlos acaben en la cárcel.

«Cuanto más vieja la yesca y más duro el pedernal, las llamas comuneras más fácil se prenderán, y si los pinares ardieron, ¡aún nos queda el encinar!«

Cuando esto sucede, algo se nos rompe en el alma de impotencia. Pero a quienes sufren de injusticia les debemos el no sentirnos derrotados, porque si nosotros estamos aquí es porque no hemos perdido la idea, y que seguimos luchando porque el mundo se más justo. Porque al celebrar centenarios de una derrota sabemos que el final solo puede ser uno, que la tierra está de nuestro lado, y que luchando juntos lo conseguiremos.

Porque sabemos que cuanto más vieja la yesca y más duro el pedernal, las llamas comuneras más fácil se prenderán, y si los pinares ardieron, ¡aún nos queda el encinar!