¿Quién no espera ansiosamente la llegada de las vacaciones para hacer una escapada? En Navidad, Semana Santa, en esos calurosos meses de verano que deseamos pasar a remojo entre helado y helado, o simplemente en un fin de semana en el que decides hacer las maletas y organizar un viaje express en mitad de la rutina, porque sí, sin duda te lo mereces, merecemos un descanso.
Ávidos de desconectar, encontrarnos en un nuevo entorno, muchas veces rodeados de otra cultura, entre otra gente, reservamos el billete de autobús/tren/avión más baratito del mercado y comenzamos a contar los días para emprender ese viaje, desde el trabajo o las bibliotecas que habitualmente frecuentamos.
Pero que no nos engañen, el turismo se ha venido a convertir en una actividad de ocio dirigida al consumo, por eso es mejor viajar en grupo, y si lo haces sola, tranquila, ya existen empresas, de corte un tanto sospechoso, que tienen como principal fin poner en contacto a gente que viaja de manera individual. ¡Como si no fueras a conocer gente en las calles, allá donde te hospedes o en la cafetería donde pares a retomar fuerzas!
Además, esta actividad ligada al capitalismo, cada vez más salvaje, no entiende de cambio climático, ni de gentrificación en barrios clave de las ciudades con más afluencia, tampoco de comercio local y un largo etcétera de fenómenos de vital importancia que merecen una reflexión individual en aras de conformar un turismo más sostenible y menos sostenido.
el papel del ecologismo
Ante esta situación, Ecologistas en Acción reclamó la semana pasada al Ministerio de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana, el freno inmediato al desarrollo de la industria de cruceros en España, “negocio que concentra sus beneficios en cuatro grupos empresariales que monopolizan más del 82% del mercado mundial, y tiene importantes impactos sobre la contaminación, la masificación de las ciudades, los ecosistemas marinos y el litoral”. No olvidaron tampoco enfatizar la importancia de la reducción del número de vuelos.
Queda claro que lo que se vive en las altas esferas del mercado turístico como un éxito, es en definitiva un fracaso para la sociedad y el medio en el que convivimos. Y es que resulta escalofriante que el turismo se haya convertido en el gancho perfecto para el consumo global “e indiferenciado de productos intrascendentes que se publicitan como liberadores”. Turismo dirigido a aquellos que deseamos evadirnos, precisamente, de la sociedad acelerada en la que prima principalmente la productividad de las personas, esa que tanta ansiedad nos genera.
Y es que, en verdad, para viajar nos sobra más de la mitad de lo que nos ofrecen, porque como dijo Pessoa en su día “para viajar basta existir”, no más.