La belleza, la salud mental y el Body Positive: Una realidad subjetiva, confusa y efímera

Body Positive

Aitana Espinosa, @aitanaespinosa

Diariamente nuestro cerebro procesa alrededor de 60.000 pensamientos y según el experto en neurofeedback Sydney Pinoy-Peyronnetel, el 80% de ellos son negativos. Este escalofriante dato nos muestra la capacidad que tenemos de juicio y exigencia con nosotros mismos. Exigencia con nuestro cuerpo, y mente. Para nuestro ego nunca es suficiente y siempre es poco. Sobrevivimos dentro de una dicotomía: blanco o negro, bien y mal, todo y nada.  

Por si no fuera poco, a estos pensamientos dicotómicos hay que sumarle una mente que siempre tiende al perfeccionismo, que subsiste en un contexto social superficial y en una educación emocional no trabajada desde pequeños. A todo ello, en este último año hay que añadirle la pandemia del coronavirus, que para nada ayuda a calmar los pensamientos dicotómicos y negativos. Un coctel molotov que tiene como consecuencia, entre muchas otras vertientes, el Trastorno de Conducta Alimentaria, TCA.

Armas de doble filo

Tras un año escabroso por la COVID-19, las cifras de trastornos alimentarios se han disparado, y según la Fundación Fitaya ya rondan los 400.000 casos en España. El perfil de las personas que sufren estos trastornos cada vez es más joven, siendo dos veces y media más frecuentes en mujeres y materializadas, como más habituales, en anorexia, bulimia o trastorno por atracón.

Los motivos de sufrir problemas alimenticios, como hemos mencionado anteriormente (la COVID-19, mente perfeccionista, etc.) son variopintos; pero también se trata de un daño colateral de la inmediatez de todo lo que nos rodea, de haber nacido con un móvil en la mano o tener un perfil de Instagram desde edades jóvenes. Tratamos de comparar nuestros cuerpos con los físicos de otras personas, y eso no lleva a querer imitar lo que vemos.

Para ayudar a las personas que sufren trastornos alimenticios (y las consecuencias que varían de las mismas) existen un centenar de perfiles que visibilizan las realidades de cientos de miles de personas. Como punta del iceberg, encontramos las campañas de Body Positive, que se basan en visibilizar los cuerpos tal y como son: con sus estrías, celulitis, acné, sobrepeso, etc.

A pesar de todo, las redes sociales son un arma de doble filo. Por un lado, los usuarios más radicales tachan de fomentar la obesidad y los malos hábitos a las personas que comparten sus cuerpos “curvy”. Pero, por otro lado, también existen miles de personas que apoyan las campañas que difunden cuerpos no-normativos.

¿Positive?

Las principales protagonistas del movimiento Body Positive son las mujeres. Es lógico, pero por el contexto en el que vivimos. Nos bombardean constantemente con mensajes para que perfeccionemos todas y cada una de las partes de nuestro cuerpo. Al parecer no hay sitio para los hombres, pero si revisamos los datos cada son más los varones que padecen un TCA. Es decir, son cada vez más los hombres que se preocupan por su imagen, y que buscan la perfección y la aceptación social.

El proceso de aprobación es largo y complejo. Ese lapso se tiempo se multiplica en las personas que no tienen la posibilidad de hacer deporte, comer sano (sí, es más barato un donut que un puñado de frutos secos), o costearse tratamientos profesionales. Por desgracia, el componente de clase también se plasma en el Body Positive. No tenemos las mismas oportunidades ni las mismas herramientas para trabajarlo. Esa persona pluriempleada, con tres hijos que mantener y sin tiempo ni para tumbarse en el sofá tendrá un camino árido comparándolo con aquella que va a terapia, deja a los niños en las actividades extraescolares todas las tardes y no se encarga de las tareas del hogar.

Por tanto, hay mucho más que desaprender que por aprender. Se nos transmite una idea de la belleza desde que tenemos memoria. Tener un cuerpo perfecto y normativo es, por la construcción social, una meta. Un fin que es imposible de lograr, pues es como realizar una carrera corriendo en círculos. La belleza es algo dinámico, subjetivo, que está marcada por cánones inalcanzables. Dejemos de ver la belleza como un concepto hermético, rígido y cerrado, y observemos la escala de grises que hay entre el blanco y el negro.