Virginia Woolf decía que no existía barrera, cerradura ni cerrojo que pudieran imponerle a la libertad de su mente; pero, ¿qué pasa cuando esta barrera es la propia cultura que te construye como persona? A menudo cometemos el error de referirnos a la “cultura” como algo únicamente positivo cuando, en realidad, también puede representar una lacra para la sociedad, su deconstrucción y su emancipación.
Fruto de este proceso de imposición cultural intergeneracional, nos enseñaron que una mujer es mujer porque tiene vulva y un hombre es hombre porque tiene pene. No obstante, nadie nos dijo que, independientemente del sexo con el que nazcas, puedes identificarte con el género masculino, el femenino, con ambos o con ninguno. Este último caso, que se aleja del binomio hombre/mujer, es el de las hijras, una comunidad género disidente que se identifica con un tercer género y que no puede ser entendida si la despojamos de su explicación social, religiosa, política y económica.
LOS EUNUCOS DE LA INDIA
Tradicionalmente, la concepción que se tenía de las hijras era la de los eunucos o impotentes de la India, ya que muchas de ellas, bien habían nacido intersexuales*, o bien habían pasado por un proceso de extirpación del pene y los testículos, por la vía quirúrgica, denominado nirvan. De hecho, tras esta intervención, es costumbre depositar los genitales en una vasija de arcilla, para enterrarlos bajo un árbol sagrado. Quienes han pasado por este proceso, reciben la denominación de sultán nirvan. No obstante, actualmente hay muchas hijras que deciden no pasar por esta castración, algo que, dentro de la propia comunidad, las hace menos respetables.
En la India, este ritual religioso de mutilación se considera como el proceso por el cual un individuo conecta con los dioses y se libera de las preocupaciones mundanas, hasta el punto de que, algunos miembros de la comunidad sostienen que se ha de renunciar al deseo sexual.
La infertilidad, tras la castración, les otorga una naturaleza divina que, según la tradición, les permite bendecir con la fertilidad o maldecir con su falta a los demás. Es por esto que, la presencia de las hijras en las bodas y nacimientos de niños, es vital; todo lo cual va acompañado de la particularidad de que, en los casamientos, las novias no deberán mostrar su rostro a las hijras o sus matrimonios serán estériles.
EL ORIGEN DE LA DISCRIMINACIÓN
Antes de la llegada de los británicos a la India y su LGTBIfobia, los dirigentes del país habían mantenido unas políticas de tolerancia no solo hacia este tercer género, sino también hacia la homosexualidad y bisexualidad. Sin embargo, con el arribo del colonialismo británico y la subsiguiente imposición de su moral cristiana, se promulgaron sendas leyes que desataron la represión de la comunidad hijra, condenándola a una marginalidad sistémica que perdura en la actualidad.
Una de las leyes que más atentó contra el colectivo fue la de Criminal Tribes Act (CTA), vigente hasta el año 1949, que las definió como grupos criminales, con conductas pederastas, que ponían en peligro la cohesión social y el orden moral. Así pues, se les prohibió desde adoptar a un niño, hasta convertirse en su cuidador o hacerle un regalo, bajo la premisa de evitar la corrupción y perversión de las mentes infantiles. Además, la CTA incluyó algunas medidas para la regulación de la vida pública de las hijras, como las limitaciones a su principal fuente de ingresos: bailes y espectáculos; lo que las condenaba a la mendicidad y a la prostitución.
EL CAMBIO DE MILENIO COMO PUNTO DE INFLEXIÓN A MEDIAS
Aunque ya en la década de los noventa comenzaron a cobrar fuerza los movimientos feministas y las reivindicaciones de las hijras, los verdaderos cambios no se produjeron hasta el nuevo milenio cuando, en el año 2014, el Tribunal Supremo reconoció el tercer género. Este reconocimiento, fue de la mano de la declaración de la comunidad como un colectivo en riesgo de exclusión, de manera que pasaban a ser titulares de derecho dentro del sistema de ayudas estatales.
Ahora bien, la tasa de inserción en el mercado laboral de las hijras sigue siendo muy baja y, por ende, la prostitución sigue siendo el principal método de sustento de la comunidad. Ello se debe a que no se está cumpliendo con el cupo mínimo de plazas públicas reservadas a miembros del colectivo hijra; o bien a que sus salarios son muy bajos y se ven obligadas a complementar, con otras actividades, sus ingresos.
Y es que, el hecho de que deban seguir prostituyéndose, fomenta su exclusión social ya que se convierten en un factor de alto riesgo de contagio del VIH y otras enfermedades de transmisión sexual.
LAS HIJRAS DENTRO DEL COLECTIVO LGTBI
Uno de los principales problemas a que se enfrentan las hijras es su choque con la retórica del feminismo hegemónico neoliberal occidental que asimiló la India, como consecuencia de la influencia británica. Este discurso que presenta a la modernidad como sinónimo de bienestar social, dificulta la inclusión de la comunidad en este movimiento, en tanto que es percibido como un lastre en el proceso de modernización de la India, al ser un colectivo histórico, tradicional, antiliberal, marginal y religioso.
Es por esto que muchos académicos asemejan la situación de las hijras a la del feminismo de las personas negras, es decir, ambas necesitan un espacio exclusivo en el que poder expresarse y no ser invisibilizadas por el movimiento en su conjunto.
En definitiva, las hijras, a pesar de ser uno de los colectivos género-disidentes más antiguos de la historia, estando reconocidas incluso en los libros sagrados de la religión hindú como el Mahabharata o en los textos del Kama-sutra; a fecha de hoy siguen estando discriminadas dentro del propio movimiento LGTBI de un país que convive con la herencia del colonialismo británico, la dureza e impermeabilidad de su sistema de castas y el poderío de un feminismo hegemónico neoliberal que basa sus reivindicaciones en la cultura occidental y no en la oriental.
*Intersexual: Persona que nace con un exceso o defecto de testosterona, que puede llevar a genitales ambiguos o caracteres sexuales secundarios asignados al otro género binario. (Definición de Andy Díaz)