Ander Salaberria, @andersalaberria
6 de abril de 1994. Por aquel entonces todavía los euros no existían, las Torres Gemelas seguían en pie y muchos otros acontecimientos históricos no tenían cabida ni en nuestra imaginación. Al mismo tiempo, pero en 1994 y en Ruanda, el helicóptero que transportaba al presidente ruandés Juvénal Habyarimana y a su homólogo de Burundi, Cyprien Ntaryamira, caía, ironías de la vida, en el jardín del propio Juvénal, provocándoles la muerte. Este hecho fue el detonante, el casus belli, de un genocidio de 100 días en el que hutus y tutsis fueron a machete, tanto en sentido literal, como figurado, pero, ¿Cuál es el verdadero origen todo esto?
Colonialismo
Para encontrar la respuesta hay que remontarse al colonialismo, aquella época donde los europeos hicimos algo que se nos da muy bien, apropiarnos de lo que no es nuestro. En la conferencia de Berlín, que tuvo lugar entre 1884 y 1885, se buscaba resolver los problemas que planteaba la expansión colonial en África. En lo que a Ruanda corresponde, se le dio salida adjudicando el país a Alemania, que fue su primer colonizador.
Si bien es cierto que existía un gran interés por varios de los países africanos debido, por ejemplo, a los diversos minerales que aguardaban en sus tierras, no ocurría esto con Ruanda, pues tiene un paisaje montañoso, donde la vida giraba alrededor del ganado y el cultivo, siendo el primero de estos el bien más preciado.
Suscitaba tan poco interés que durante décadas los ciudadanos ruandeses no llegaron a saber siquiera que vivían bajo el supuesto mandato del estado germano, no obstante, tras la Primera Guerra Mundial, pasaron a estar en manos de los belgas. A pesar de que tampoco mostraron gran interés, sí que jugaron un papel determinante en el terrible genocidio entre tutsis y hutus, que acabó con la vida de cerca de un millón de personas.
Sociedad enfrentada
Hasta la llegada de los belgas, la sociedad ruandesa estaba formada por una única tribu y diferentes castas, dentro de las cuales se encontraban, mayormente, los hutus y los tutsis, que aunque se encuadraban en clases socioeconómicas diferentes, eran un único grupo étnico. Los belgas dieron un vuelco a la situación social del país, dividieron la sociedad en dos, colocando en el poder a la etnia tutsi, y a la hutu a su merced, institucionalizando una discriminación étnica que no causó más que enfrentamientos.
Como consecuencia, en 1959, hartos de la situación y la discriminación que vivían, los hutus comenzaron una revolución en forma de Guerra Civil, en la que una vez más Bélgica tuvo un rol determinante. El contexto africano estaba marcado por revueltas independentistas, una independencia que el gobierno tutsi intentaba conseguir presionando al gobierno belga. ¿La estrategia de Bélgica frente a la revolución? Dejó de apoyar al gobierno tutsi, y se puso del lado de los hutus. Se desencadenó una Guerra Civil en el país, que culminó en 1962 con la consecución de la independencia y con un gobierno hutu en el poder.
No fueron años fáciles, miles de tutsis tuvieron que refugiarse en estados vecinos, y desde allí preparaban su venganza. La situación socioeconómica del país era crítica, y aprovechándose de esto, el General del ejército ruandés, Juvénal Habyarimana, dio un golpe de Estado y se autoproclamó presidente del país. Estuvo en el cargo durante 21 años, hasta el 6 de abril de 1994, cuando falleció en el accidente de helicóptero, que fue derribado por unos elementos no identificados. Se culpó a los tutsis de su fallecimiento y, a partir de ese momento, el resto es historia.
¿Qué ocurre con los presos?
¿Cómo se le da salida a un conflicto de estas dimensiones? ¿Qué sistema judicial está preparado para procesar a tantísima gente involucrada en el genocidio? Dudo que exista país alguno en el mundo que esté capacitado para ello haciendo uso única y exclusivamente de sus propios tribunales u ordenamiento jurídico, pero desde luego Ruanda no es uno de ellos.
En el año 1996 en Ruanda había alrededor 120.000 presos (en España, en 2019, había alrededor de 59.000), de los cuales en tres años después, en 1999, habían sido procesados 5000. Era inviable para los tribunales ruandeses hacer frente a semejante cantidad de presos, por no hablar del hacinamiento de las prisiones, y el coste económico que conllevaba mantener a tanto preso y funcionario que se encargara de su cuidado y manutención. Por lo expuesto, urgía encontrar una solución a esta problemática, para lo cual se abrieron dos vías, opuestas entre ellas, pero condenadas a entenderse. Por un lado, tenemos a los tribunales llamados Gacaca; y por otro, al Tribunal Penal Internacional para Ruanda (TPIR), que se van a analizar brevemente a continuación.
Tribunales Gacaca
Cuando hablamos de los tribunales Gacaca, hablamos de justicia sobre la hierba. Históricamente este tipo de tribunales ya existían, incluso antes del periodo colonial. Se llamaba Gacaca a las reuniones de ancianos respetados en la comunidad ruandesa, donde se debatían cuestiones de interés para el entorno y los habitantes de una zona concreta.
Con la llegada de Bélgica a Ruanda, y con la implantación del sistema judicial occidental, fueron perdiendo importancia hasta quedar en desuso. Tras el genocidio y el colapso del sistema judicial, se erigieron como la gran herramienta para la búsqueda de la justicia, la verdad y la reparación. Si bien desde el punto de vista del sistema judicial occidental carecían de algunas de las garantías de un juicio justo (ausencia de abogado, por ejemplo), resultaron muy útiles para la sociedad.
En cada comunidad, que bien podría equivaler a lo que nosotros denominamos o conocemos como un barrio, había uno, cercano a la población, comprensible para todos, y que, pese a que también se buscaba el castigo por lo ocurrido, miraba hacia la reparación y hacia una posible reconciliación de la sociedad.
Si bien se ha señalado antes que en 1999 solo habían sido procesadas 5000 personas, con el funcionamiento de los tribunales Gacaca, en 2009 habían sido procesadas ya 1.1 millones de personas, prueba de su efectividad. A pesar de que en 1996 había 120.000 presos, los tribunales gacaca dividieron a los procesados en tres categorías, desde violadores o asesinos, hasta personas que ni habían asesinado, ni tuvieron intención de hacerlo, pero que habían cometido acciones punibles contra la propiedad o incluso el ganado de otros ruandeses, por lo que la competencia de este tipo de tribunales era muy amplia, y su calado en la sociedad, inimaginable.
Tribunales TPIR
Por otro lado, el Consejo de Seguridad de la ONU, creó el TPIR en 1994, estableciendo su sede en Arusha (Tanzania), y que, aunque tenía como objetivo principal enjuiciar a los principales responsables del genocidio, solo fue capaz de condenar a 61 personas, por lo que pese a ser un tribunal sofisticado, y con todas las garantías, su coste económico fue muy elevado (entre 1994 y 2008 fue de 245.295.800 dólares) y su influencia en la sociedad ruandesa casi nula en comparación con los tribunales Gacaca.
Finalmente cerró sus puertas el 31 de diciembre de 2015, con más contras que pros, pero siendo la primera corte internacional en la historia en imponer la condena por genocidio, puesto que aunque en los juicios de Nuremberg se solicitaba por la fiscalía, la petición no prosperó, y se tuvo que esperar hasta la sentencia del caso Akayesu, dictada por el propio TPIR.En cualquier caso, este hecho anecdótico no ha de ocultar la poca eficacia y cercanía del tribunal para con el pueblo ruandés.
Rápido y efectivo
A este respecto, si se me permite la expresión, porque no creo que los tribunales Gacaca sean malos, como bien dice la expresión, más vale malo conocido que bueno por conocer, y por muy sofisticado que fuera el TPIR, fue mucho más efectivo un sistema judicial tradicional que toda la población comprendió, pudiendo así continuar con paso firme hacia una reconciliación social que permite a Ruanda ser el país que es hoy en día.
A día de hoy, 27 años después de que el helicóptero del presidente Habyarimana fuera derribado, y comenzara el genocidio, en Ruanda está prohibido hablar de hutus y tutsis, e incluso se muestran cráneos de los caídos durante el genocidio, porque como bien sabemos, “un pueblo que no conoce su historia está condenado a repetirla”.