Cine Quinqui, cine social: 15 años sin Eloy de la Iglesia

Hoy, 23 de marzo, se cumplen 15 años de la muerte de uno de los directores más importantes del cine patrio, de uno de los directores nacionales más polémicos. Su cine quinqui, su cine social, nos daba la otra cara de la nueva España. 15 años sin uno de los directores, por desgracia, más olvidados. 15 años sin Eloy de la Iglesia.

INICIOS

Nacido en Gipuzkoa el día 1 de enero de 1944, De la Iglesia cursaría en Madrid la carrera de Filosofía y Letras para abandonarla en el tercer curso y dedicarse al cine. Estudiaría en París y debutaría en televisión con distintos proyectos. Condicionado por la censura franquista, su primera etapa como cineasta explorará el thriller, El techo de cristal (1971) (su tercer largometraje y primer éxito comercial), La semana del asesino (1972), Nadie la oyó gritar (1973), Una gota de sangre para morir amando (1973) y Juego de amor prohibido (1975). Destacar esta última que a pesar de los numerosísimos cortes que sufrió llega a mostrar de forma bástate explícita un trío entre dos hombres y una mujer con patente homoerotismo, que marcará su etapa posterior. 

Una Transición modélica

Con el caudillo en el hoyo, De la Iglesia comenzará a desarrollar su cine más conocido. Los placeres ocultos (1977) fue una de las primeras películas españolas en abordar la homosexualidad con normalidad. Y es que la trayectoria cinematográfica durante la transición tomaría tintes personales del director, su homosexualidad y su militancia en el Partido Comunista marcarían esta etapa. El diputado (1978) sería el culmen de este periodo, contando con un estelar José Sacristán que se enfrenta a las instituciones franquistas, presentes en la transición, así como al riesgo de ser descubierto en una relación con un joven chapero que pondrá en riesgo su cargo en el partido, la homosexualidad como perversión burguesa. Este film también tendría relevancia a nivel teórico-político, ya que en contra de las tesis marxistas donde el lumpen no entra como sujeto político revolucionario, en esta cinta se ve como esta politización es más que posible, la toma de conciencia es total. De la Iglesia de esta forma dejaría en evidencia a la izquierda marxista más ortodoxa, así como a las tácticas mafiosas de los cuerpos de seguridad del estado.

Al año siguiente estrenaría otra de sus obras más importantes en cuanto análisis sociopolítico de esta “modélica” transición. Si en El diputado nos mostró la órbita política de la época en El sacerdote (1979) nos hace una disección, casi con bisturí, de la iglesia católica y sus corrientes en el  posfranquismo. La rama dura del catolicismo y la iglesia franquista se enfrenta a ese intento de modernización que se dio en el seno de la iglesia, todo ello guiado por un Simón Andreu como sacerdote que ha perdido la fe y que llevará esta perdida casi hasta las últimas consecuencias. Si llevase la firma de Ingmar Bergman estaría a la par del El séptimo sello (1957).

Cine QUINQUI

Navajeros (1980) abriría los años 80 y su etapa más conocida, la del llamado cine quinqui. Y es que De la Iglesia retrato como pocos los bajos fondos de la época. Sin juzgarlos, haciendo un trabajo casi documentarístico cercano al neorrealismo italiano. Para muchos el Pasolini español, marcaría nada más y nada menos que los inicios del aclamado Pedro Almodóvar, ¿Qué he hecho yo para merecer esto? (1984) es un ejemplo claro de ello. Colegas (1982) con los maravillosos hermanos Flores, que ya pondría sobre la mesa el debate del aborto y daría visibilidad a la práctica mafiosa de compra venta de niños (debate muy presente con la gestación subrogada); El Pico (1983) y su secuela El Pico 2 (1984) donde se muestra el conflicto generacional envuelto por los inicios en el consumo de heroína y la situación política de Euskadi en los 80; y La estanquera de Vallecas (1987) con una jovencísima Maribel Verdú, donde el conflicto intraclase es más que significativo, de la película y de la época. Esta década lanzaría al estrellato a sus actores más populares José Luis Manzano y El Pirri, junto con Quique San Francisco. 

Palabra de Eloy

Es una película en la que los conflictos se dan dentro de la misma clase social: la tensión viene dada porque los personajes enfrentados están del mismo lado, porque el mayor oponente de un pobre es siempre otro pobre. En un momento dado la estanquera les dice el tópico ese de que por qué no han atracado a un rico, y ellos contestan que atracan lo que pueden, no lo que desean.


Eloy de la Iglesia, sobre La estanquera de Vallecas en Diario El País (2004)

De este modo el guipuzcoano creó un relato único de los años ochenta en España,. Un relato de la entrada de la heroína en toda una generación, que se perdió y se olvidó, de las instituciones que no habían transitado y seguían metiendo palizas en los interrogatorios. Y es que como paso con el rock radical vasco silenciado por la movida madrileña, el cine de Eloy de la Iglesia ha sido eclipsado por el de Almodóvar, siempre menos peligroso. 

Por un cine político

Y es que su cine militante, directo, dejaba al descubierto las costuras de la España de la transición, era incómodo. Mostraba a los más invisibilizados, a los de los bloques del otro lado de la M-30. Mostraba a la juventud, la droga y la sexualidad sin juicios de valor. Un relato que dejo testimonio de esos jóvenes que se perdieron. Un testimonio en primera persona, los propios protagonistas formaron parte de ese fatal destino, de ese viaje a caballo que terminaba demasiado pronto.

Por aquellos que vivieron deprisa, deprisa. Por los Torete, los Jaro y los Vaquilla, los que se refugiaban en cines, baños y saunas, buscando un poco de cariño. Los que se buscaban la vida como podían, por los perros callejeros, los navajeros. Por los placeres ocultos, por los que están lejos de aquí, por los colegas. Por el cine político y militante, por el cine social. Por todo ello y por todos ellos reivindicamos hoy y siempre la obra de Eloy de la Iglesia.

«Me levanté esta mañana
Con ganas de salir de aquí
No pude encontrar a nadie
Que me quisiera seguir»

(Lejos de aquí, Antonio Flores)