Un artículo de Alberto Ahumada, @AAhumadAA
Algunos de los cineastas españoles más reconocidos se enzarzan en un debate sobre el destino de la gran pantalla
David Trueba escribía en El País: “Hoy la mayoría de las películas no dejan poso, además de por carecer de él, porque se consumen sin ritual: el viaje en metro, la compañía familiar, la dimensión de la pantalla… Al disminuir el esfuerzo, la impronta sobre el espectador es más reducida.”, de lo que Juan Antonio Bayona se haría eco en su cuenta de Twitter.
Lastimarse por la pérdida de afluencia a los cines es una reivindicación común. Hace unas semanas fue Pedro Almodóvar quien, en la alfombra roja de los Goya, declaraba lo siguiente: “Se han cerrado 500 cines en los últimos 4 años… es desastroso. Pensar que hay comarcas que no hay un solo cine. Mi infancia hubiera sido imposible en un lugar así. No son buenos tiempos”. En estas declaraciones -de la cuales también se haría eco Bayona- hay un pequeño gran detalle: Almodóvar comienza hablando sobre cómo no hay proyectos sociales en España, pero lo realmente preocupante para él es que a los espectadores tampoco les importa la esencia del cine.
Ver cine en el cine
Cualquier amante del cine puede entender que un Gobierno no quiera gastar e invertir en nuestra industria, así son los gobiernos, pero nos duele que las personas de a pie, los espectadores, tampoco. Esa es la síntesis de la idea que defienden personalidades como Almodóvar, Bayona o el mismo Spielberg: ver cine en el cine. Pese a esto y pese a que se están cerrando salas, nos encontramos en la época histórica en la que más productos audiovisuales se consumen. Álex de la Iglesia contestó al tweet de Bayona con mayor optimismo: “A todos nos entristece que se cierren cines, eso es obvio. Pero no creo que podamos decir que son malos tiempos para el cine. Ahora la gente tiene más oferta legal de la mejor calidad en la red que nunca”.
“A todos nos entristece que se cierren cines, eso es obvio. Pero no creo que podamos decir que son malos tiempos para el cine. Ahora la gente tiene más oferta legal de la mejor calidad en la red que nunca”, afirmaba el director de cine Alex de la Iglesia.
La industria del cine era una industria histórica y conocidamente elitista. Hoy en día sigue siendo así. “Hay una estupidez inherente al crítico, al crítico de cine, al crítico literario que es considerar el hecho de que una obra (literaria o fílmica) que se adscriba a un género o respete las reglas de un género sea inmediatamente menor”, explicaba Juan Gómez Jurado en Todopoderosos. Esta estupidez existe y se manifiesta al dejar fuera de los grandes festivales a las series o las películas de televisión.
Este elitismo se ve reflejado cuando 160 empresarios de salas de cine escriben a la Berlinale mostrando su malestar por aceptar en competición oficial la película de Isabel Coixet producida por Netflix aludiendo que “La Berlinale defiende la gran pantalla, mientras que Netflix la pequeña”. La idea de que el cine de gran pantalla es mejor que el de la “pequeña pantalla” solo por su formato de proyección es como decir que el drama es mejor que la comedia, carece de sentido.
Al igual que hubo una época histórica en la que las series se veían en el cine, hubo una época histórica en la que la mayoría de películas se veían en la televisión. El formato importa, pero no es determinante. Como dijo Nacho Vigalondo en La Resistencia, “si eres consciente del tamaño de la pantalla es que no te está gustando la película”. Igual no es tanto el problema del tamaño sino de cómo usarla, −digo usarlo−. El problema y la raíz de la cuestión es conseguir mantener a una persona atenta a una película durante dos horas. Igual el futuro vuelven a ser las películas de una hora y media. Igual en vez de hacer nueve filmes de Harry Potter y doce de Star Wars aumenta la producción de series.
Aún así, los cines sobrevivirán, al igual que sobrevive el teatro. Y la democratización del cine siempre será algo positivo para la sociedad. Arte para todos. Aunque sea mediante la piratería: si una persona descubre directores o directoras que le apasionan; si el cine le salva la vida como a tantos de nosotros; si tras consumir piratería decide hacer el esfuerzo de ir al cine, siempre será algo beneficioso. Y, por supuesto, cuanto mayor sea la democratización y el acceso a ver películas o series, más fácil será que todo esto ocurra.