Aquel 11 de marzo del 2004 era un jueves laborable, y como todas las mañanas, los trenes de Madrid rebosaban a primera hora del día. A las 7.20 de la mañana, un ensordecedor estallido acabó con la vida de 193 personas y dejaba 2000 heridos, que se repartían en cuatro trenes que circulaban entre Alcalá de Henares y Madrid. 10 bombas enmudecieron la capital y el país, en el peor atentado terrorista que ha sufrido España. Los atentados se producían 3 días antes de las elecciones generales.
Los medios internacionales se hicieron eco de la posible autoría del grupo fundamentalista islámico Al Qaeda, que en los meses anteriores ya había señalado públicamente a España como objetivo. Además, se diluía la opción de ETA ya que no se consideraba que tuviesen un comando en Madrid como para atentar de una manera tan fuerte, y circulaban noticias sobre otro tipo de artefacto explosivo utilizados habitualmente por la banda terrorista.
Engaño de estado
A las puertas de las elecciones generales había un gran interés por sacar rédito político por parte del Gobierno aprovechando el “comodín” de ETA y así se hizo. Ese mismo día por la tarde, la ministra Ana Palacio, envió un telegrama a las embajadas para que insistieran en la autoría de ETA. Dos horas más tarde, el Consejero de Seguridad de Naciones Unidas, a petición de España, aprobaba por unanimidad una resolución condenando los atentados «perpetrados por el grupo terrorista ETA».
Durante esas horas, corresponsales acreditados y miembros del Círculo de Corresponsales recibieron una llamada desde la Moncloa insistiendo en la autoría de ETA. Esa tarde, la policía había encontrado en una furgoneta en Alcalá de Henares con detonadores, un cartucho de dinamita y una cinta grabada con versos en árabe. Todo apuntaba a un ataque de Al Qaeda y que el Gobierno de José María Aznar lo sabía sin duda.
Una infinidad de bulos se propagó por los medios en boca de los políticos populares, que centraron por activa y pasiva la autoría en ETA. Incluso se llegó a decir que la furgoneta tenía una tarjeta donde se podía leer “Grupo Mondragón”, lo cierto era que se trataba de una cinta de la Orquesta Mondragón. El bulo del ácido bórico, el informe de Díaz Mera, las mochilas de Vallecas, el minero Trashorras y su vinculación con ETA… todo fue necesario para intentar engañar a una sociedad que no cayó en la trampa. Las cloacas del Estado a toda máquina.
Batacazo electoral
Las encuestas situaban al PP cerca de la mayoría absoluta antes de los hechos, y tras estos, el PSOE fue quien rozo la mayoría absoluta llevándose el gato al agua. Sin duda fue un factor fundamental, que mancho la imagen de un partido sistemáticamente corrupto. Se valieron de la técnica más rastrera y miserable posible para manipular a la sociedad y mantenerse en el poder. El “comodín” de ETA, aquel que seguirán usando mientras no desaparezcan.
Hoy, 16 años después de aquella fatídica mañana, debemos recordar como aquellos que nos gobernaban, se quisieron valer de 193 vidas para ganar unas elecciones. Recordaremos como el poder nos puede manipular si no le ponemos freno y que la Democracia no es sinónimo de verdad. Pero por encima de todo, hoy recordaremos a aquellas 193 personas que perdieron la vida en los trenes y al policía que murió haciendo frente al comando terrorista. Memoria para acabar con los fundamentalismos que crean esos silencios tan dolorosos.