Multitud de barrios y vecindarios han colaborado durante la pandemia junto a fundaciones como Amigos de los Mayores y oenegés como Grandes Amigos para que ninguna persona mayor quede aislada
REPORTAJE PREVIAMENTE PUBLICADO EN EL SALTO DIARIO. IMAGEN DE ÁLVARO MINGUITO.
Eulalia, 32 años: tres meses confinada. Marcos, 52 años: tres meses confinado. Julia, 43 años: tres meses confinada. Juana, 87 años: cinco años confinada. Esta es la realidad de cualquiera de las ciudades que se han edificado a lo largo y ancho del territorio español. A apenas unos metros, tu vecino del 3ºB permanece aislado desde hace un tiempo y tú no te preguntas por qué. “Es mayor, es normal”, te mientes para esquivar la responsabilidad. Desde hace unos meses, además, tu vecino del 3ºB tiene una nueva inquilina: la soledad no deseada. Aunque le llena toda la casa, no le paga el alquiler. Pero como es invisible, tienes la excusa perfecta para no meterte donde no te llaman. Ni siquiera para preguntar si todo va bien al otro lado de la puerta.
La soledad no deseada, es, según la experta Lourdes Bermejo, vicepresidenta de la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología, “una experiencia subjetiva que se produce cuando no estamos satisfechos o cuando nuestras relaciones no son suficientes o no son como esperaríamos que fueran”.
Sin embargo, hay tantas soledades como personas; y tantas personas mayores como perfiles de vida diferentes. Y aunque son los mayores de 65 años los más azotados por la soledad, algo más de nueve millones en España según el Instituto Nacional de Estadística (INE) en 2019 (9.057.193, para ser exactos), estos ya no permiten más estigmas, más clichés. Están hartos de no identificarse con los titulares tendenciosos y el dramatismo. No son nuestros abuelos. Ni eran los únicos que morían durante la peor etapa de la pandemia ni ahora son niños a los que sobreproteger por vulnerables. Trato de igual a igual, solamente piden eso.
Estereotipados con más de 65
“Hay un estereotipo muy marcado de persona mayor en soledad: señora con muchas arrugas, ochenta y pico años, muy vulnerable, la familia y los vecinos pasan de ella, no puede moverse, está solísima… nos damos cuenta en nuestro día a día que esos casos no son los más habituales”, manifiesta José Ángel Palacios, portavoz de Grandes Amigos.
El contratiempo llega cuando esa persona mayor no se identifica con el estereotipo, o sea, casi nunca y por ello, no levanta la mano. Puede romperse justo en ese momento la principal arma que tenemos contra la soledad: la prevención. “Muchos no se identifican con el patrón de persona en soledad que se ha conformado socialmente y por ello, no deciden pedir ayuda”, explica Anna Gris, coordinadora de Acción Social de la Fundación Amigos de los Mayores. Ahí, justo ahí, cuando una sola persona decida no pedir ayuda, cuando una persona deje de ser ayudada, ahí podremos perder una batalla. Es, entonces, momento para trabajar en conformar una idea de soledad amplia y diversa con la que identificar y conseguir que otras personas –en problemas– se identifiquen.
“Nadie quiere reconocerse en una situación de soledad si se pinta de forma tan trágica y negativa. Debemos hablar de la soledad desde la diversidad”
JOSÉ ÁNGEL PALACIOS
José Ángel Palacios así lo refrenda, con la idea que ha fraguado el proyecto, la ONG Grandes Amigos: “Es importante hablar del fenómeno de la soledad desde la perspectiva de la diversidad y no desde la homogeneización a través del drama y la tragedia. Es contraproducente: si negativizas la soledad así, estigmatizas la situación de muchas personas. Una de las consecuencias es que personas mayores y no tan mayores, que pueden sentirse solas, que a veces se sienten solas, que solo se sienten un poquito solas, crean que van a llegar así al final de sus días. Nadie quiere verse y reconocerse en esa situación si la pintamos tan negra, tan trágica, nadie va a levantar la mano y buscar apoyo si etiquetamos el fenómeno con una imagen tan negativa. Nadie quiere enfrentarse así al estigma social. Por ello, es contraproducente. Estamos contribuyendo a que ni siquiera nosotros en un futuro nos queramos identificar así”.
El portavoz de Grandes Amigos lo tiene claro: “Estamos alimentando una sociedad que huye de la vejez que hemos construido en nuestro imaginario colectivo. Es tirarse piedras al propio tejado. Llegaremos en algún momento a los ochenta o noventa y sufriremos la discriminación que estamos fomentando”. No, Harrison Ford y Jane Fonda no son ejemplos de vejez natural. Lo son todas esas señoras y señores que ves en la calle, en la compra, en la biblioteca, yendo a estudiar a la Universidad, haciendo deporte.
“Estamos tapando y cargando de connotaciones negativas a los signos naturales de la vejez como las canas o las arrugas. Y es que nadie quiere estar como esa señora arrugada que aparece estereotipada en los medios de comunicación. Estamos ignorando a dónde vamos a llegar. Es fruto de una mirada cortoplacista del modelo social, del aquí y ahora, del momento. Falta esa proyección de vida de decir, mira yo me jubilo, pero tengo 20 o 30 años de calidad vital razonable”, denuncia José Ángel Palacios.
Nuestros barrios nos mantienen a salvo
De la pandemia, la humanidad brotaría como colectivo de personas mejores y más fuertes, más solidarias, menos malas. O eso dijeron en marzo. Luego dieron marcha atrás, por allá por mayo: más egoístas e individualistas, más cansados, avaros incluso. Haciendo balance, cada uno ha salido como ha podido, pero si se debiera atar a la sociedad a un clavo ardiendo, que se ate a los barrios, los de todos: la nota positiva ha sido positiva la respuesta vecinal. “Hemos recibido muchos voluntarios. Se ha dado un resurgimiento de los apoyos vecinales. La clave es trabajar en los barrios. Los gobernantes deben entender el largo-plazo, un mundo donde nos cuidemos entre nosotros. Se deben construir ciudades que lo faciliten”. Construir ciudades es urbanizar en favor del cuidado multidireccional, el resto es crear un lugar egoísta: “Nuestras ciudades están estiradas y no son amigables con nuestros mayores”.
Anna Gris, desde Acción Social de Amigos de los Mayores, analiza la importancia de la proximidad: “Las redes de soporte vecinal han sido fundamentales. Los servicios sociales y la Administración estaban colapsados. Los vecinos, de un día para otro, se han organizado. Desde Amigos de los Mayores hemos tenido un contacto directo con las redes para trabajar juntos y cubrir necesidades importantes que se estaban dejando de lado. Es la forma ideal de organizarse: vecindario, proximidad. Ojalá haya llegado para quedarse”. Frente a la urbanización individualista, tus amigos pueden ser tus vecinos. Deben serlo. Mejor dicho, tus vecinos deben ser tus amigos, tus aliados para fortalecer un círculo sano de vínculos afectivos
La forma “ideal” para organizarse, según Amigos de los Mayores, es la proximidad, el barrio, el vecindario
“Sería interesante crear una red que vincule el pequeño comercio con la persona mayor que no puede moverse por algún problema físico. Sería un doble favor en diferentes direcciones”, admite la coordinadora de Acción Social de Amigos de los Mayores, que recuerda que han vuelto al trabajo: “Tenemos un proyecto, actualmente en Zaragoza, que se llama ‘Barrios amigos’. Intentamos crear lazos entre vecinos para llevar a cabo el acompañamiento. Se establece un vínculo comunitario y se hacen quedadas autoorganizadas. Ello lleva a que una persona mayor conozca a otra que vive en su misma escalera. Y también a un voluntario que es vecino y al que puede acudir en cualquier caso”.
A la vejez, datos
Según los datos del INE a partir de la Encuesta Continua de Hogares (ECH) en la España de 2019 había 2.009.100 de hogares unipersonales donde viven personas de 65 años o más. Una persona, una casa.
Entre Catalunya (326.800) Andalucía (318.500) y la Comunidad de Madrid (273.400) suman casi la mitad de los hogares unipersonales donde residen personas de 65 años o más. La epidemia de la soledad —pretendida o no deseada— se extiende por el territorio, dejando tocada también a la Comunidad Valenciana (215.400), Castilla y León (143.600) o País Vasco (105.100).
Sin embargo, el dato que lo embarga todo es el siguiente: de las 2.900.100 casas habitadas por una única persona, en 1.452.300 viven mujeres. La perspectiva de género atraviesa la estadística. Además, más de un millón son viudas. Una mujer, una casa: así hasta un millón cuatrocientos cincuenta y dos mil trescientas. En cuanto a los hombres, también son mayoría de viudos en hogares unipersonales. Exactamente 556.800. Un hombre que soporta una pérdida, una casa, y así hasta sobrepasar el medio millón.
“No hay que confundir vivir solo con sentir soledad. Hay quien vive acompañado y se siente más solo que quien vive físicamente solo”
ANNA GRIS, AMIGOS DE LOS MAYORES
¿Pero todas las viudas de 65 años o más viven en soledad física? No, pero casi. En 2019 el número de mujeres que habían perdido a su pareja y soplaban más de 65 velas no superó los dos millones cinco mil ni bajó del millón novecientos noventa y cinco mil. ¿Entonces? Del total de mujeres viudas en esta edad el 72% vivía en un hogar unipersonal. Una mujer viuda, una casa.
Más acompañadas que acompañados
Amigos de los Mayores y Grandes Amigos trabajan con una mayoría de mujeres. La brecha está ahí y distintos son los factores que la confeccionan. Por ejemplo, como explica Anna Gris, coordinadora de Acción Social en Amigos de los Mayores, a las personas acostumbradas a estar solas les cuesta más reconocerse en soledad. A los hombres les supone mayor esfuerzo: “Las mujeres llegan pidiendo ayuda: ‘Necesito alguien con quien hablar, conversar’. Los hombres son propensos a excusarse: ‘Necesito que alguien me ayude a ordenar unos libros. Les cuesta más verbalizar la soledad. A veces hay que rascar en las necesidades de cada perfil de vida, porque aquí no ofrecemos el servicio de ordenar libros, claro”.
Grandes Amigos ayuda a un perfil medio de señora de entre 80 y 85 años cuya familia vive, por circunstancias vitales, lejos: en otro barrio o en otra ciudad. No son ancianas abandonadas, son personas que han ido quedando fuera del círculo por culpa de la nula capacidad del sistema para conciliar la familia con el trabajo. Que han sufrido una pérdida vital. Se ha muerto su mejor amiga, su marido, su acompañante. “El abandono de mayores existe, pero no es la norma. Se ha convertido en un mito trágico. Es importante dar este mensaje”, sugiere el portavoz de Grandes Amigos.
En Amigos de los Mayores acompañan a 2.679 personas. Un 85% son mujeres, y de ellas, un 65% son viudas. También un alto porcentaje de los acompañados viven solos, alrededor de un 60%. Una casa, un acompañado. “No hay que confundir vivir solo con sentir soledad. Hay quien vive acompañado y se siente más solo que quien vive físicamente solo”.
Una pandemia para los más resilientes
“La nueva normalidad lo que ha aportado es una soledad sobrevenida. Hay personas mayores que no se sentían solas y a raíz del confinamiento han empezado a sentir soledad. Otras que ya se sentían solas, con el confinamiento se han aislado más. Se han auto-confinado, muchas por miedo real y otras muchas se sirven del miedo al contagio como excusa”. Son palabras de la coordinadora de Acción Social de la fundación Amigos de los Mayores. Para ellos, la emergencia sanitaria ha sido, como para todos, un revés. La visita semanal por parte del voluntario acompañante y las múltiples quedadas y eventos han sido sustituidas por 83.120 llamadas que se traducen en 47.988 horas de conversación. Para poner en situación a quien lea estos números: como si se hubiera visto la película Titanic sin descanso alguno 13.710 veces.
Han sido 298 las personas que han formado esa red de llamadas telefónicas para alejar unos minutos las preocupaciones. Un soledad que galopa al fondo de la habitación, con la televisión narrando sucesos trágicos es una bomba de relojería. “Muchas veces, la conversación giraba entorno a noticias que se habían quedado dando vueltas las personas mayores”, dice Anna Gris. De alguna forma hemos aceptado una situación nada favorable para nuestros mayores. Gris señala que la “reducción del espacio de ocio” e “invasión” del mismo con “noticias tendenciosas” ha generado estrés entre la población. Y no sólo entre la población de más de 65 años.
Todos cómplices. Lo más duro de lo cruel lo han sufrido los mayores tanto en residencias como fuera de ellas. Pero a juicio de José Ángel Palacios, los ancianos han sido ejemplo de “comportamiento y resiliencia” a pesar de ser los “más damnificados”: “Durante la pandemia ha habido unos criterios discriminatorios con la edad en el acceso a la atención sanitaria. Se ha dejado morir en base a esos criterios. Pero esos criterios no se han establecido ahora y no se dan por el colapso sanitario, sino que responden al poso social antes conformado. Son criterios que vienen determinándose y determinados por el sistema social y cultural”
“La misión de la entidad Grandes Amigos es prevenir y paliar la soledad. En una situación como esta, con un decreto de confinamiento, es para nosotros una emergencia. Es aceptar que habrá más soledad y más aislamiento en la población mayor”, explica y prosigue el portavoz José Ángel Palacios: “Queremos evitar el círculo vicioso que puede surgir a raíz de la pandemia. Porque nunca se sabe, o al menos siempre nos lo preguntamos: ¿Qué fue antes, no salir de casa o tener falta de amistades?”
La salud física y mental está relacionada con la salud de tus vínculos sociales, del tejido comunitario que has formado en tu vida. Dieta equilibrada, ejercicio y manténgase socialmente activo. “Ya nadie duda de los problemas que causa la soledad. Hay evidencias. Y los médicos cada vez están más concienciados. Por ello colaboramos con ellos en la prevención”, señalan desde la ONG Grandes Amigos.
Desde Amigos de los Mayores tienen muchas exigencias, pero hay una especialmente importante: “Pedimos que se intervenga ante la fragilidad. Por ejemplo, ante el mobbing inmobiliario: que ningún octogenario sea invitado a irse de su casa de toda la vida porque van a construir un hotel de lujo en su bloque. Que tampoco vuelvan las franjas horarias que dicen que protegen a los mayores cuando realmente les está castigando, aislando”. Que piensen en ellos desde la misma altura y no bajando la cabeza como si hablasen con menores de edad. Que se intervenga ante la fragilidad es la máxima. Que nadie se quede atrás fue el lema. Que se cumpla.
Cuando se habla de soledad se debe ser cauto. Hay que hablar de ella, con ella, hacia ella, para ella, pero con cuidado. El mensaje puede ser alimento para perpetuarla. No podemos dulcificar la situación porque hay quien muere aislado junto a su soledad no deseada, pero tampoco podemos envenenar el mensaje mismo. Si envenenamos el mensaje adulterándolo con tragedia y drama de más, homogeneizando la diversidad, nadie levantará la mano. Y se necesitan las manos bien arriba, pues la prevención es la mejor herramienta para achicar las patas de la soledad.
Recuerde: dieta equilibrada, ejercicio y manténgase socialmente activo.