El pasado sábado, el hado madrino de las letras patrias españolas, Fernando Aramburu, con sus tres cojones, tuitea lo siguiente: «Hay dos tipos de fascistas: los fascistas y los antifascistas.» Citándolo, como separándose de las palabras, pero acercándose a lo que transmite. El hado madrino de las letras, que se sienta a comer en la mesa de Arévalo, lleva viviendo allí desde el 85. Que alguien le recuerde que ese país fue liberado del fascismo gracias al Ejército Rojo antifascista.
Para Aramburu, habrá dos tipos de etarras: los etarras y los antiterroristas, ¿No es así como funciona?
Pues que sepa que su Patria es, para muchos, sinónimo de ETA. No hablo del libro, hablo de su cuna.
Quiero recordarle a Aramburu que, la libertad de expresión es un derecho, no una obligación. Y que a veces es mejor otorgar.
Libertad de expresión
Libertad de expresión para llamar etarras, indiscriminadamente a todos los vascos que no se inclinan hacia el trío de Colón, en palabras de los semidioses y líderes de las mismas formaciones, pero no para que te repliquen, se pongan en pie, enfrenten, silben, manifiesten, griten, esgriman chillidos aquellos a los que insultas.
La libertad de expresión es bidireccional. De ida y de vuelta. De hola y adiós. Si incendias Móstoles un martes, el fuego llegará a Rentería el sábado. Si todos los que, ni besamos tus pies, ni nos postramos ante tu grandeza, somos etarras, no pretendas que tu grandeza se preserve al cruzar las calles que has incendiado.
”Si yo soy etarra, tú eres un pelo canoso del bigotito del Caudillo”, esa es la idea que penetra entre vascos que siente aprehensión contra el españolismo centralizador con tendencias autoritarias que quiere acabar con libertades que costaron cientos de vidas. Esa es la idea, grosso modo, que se mantuvo en el pueblo de Rentería. Esa fue la respuesta, la de no dejarse pisar por la maquinaria aleccionadora: haberse quedado en silencio hubiera sido un triunfo para ellos. El aplauso exige esfuerzo. Estar en campo contrario, es sinónimo de presencia.
La hostilidad es más rentable, o eso parece.
Muchos analistas han apuntado que, el movimieto antifascista, conformado por hombres, pero sobre todo mujeres –el movimiento feminista fue quien convocó el escrache ante el Palacio Euskalduna ante el acto de Vox en Bilbao, y fue una de ellas quien sufrió una fractura de mandíbula por las escolta privada (Ertzaintza) de los de la formación de verde–, de todas las edades, unidos por la comunidad, por el sentimiento de pueblo y del pueblo, han hecho que recluten y aglutinen, de forma indirecta, el voto de algunos indecisos. Dicen que en la Meseta, estas imágenes de resistencia (en ocasiones violenta) justifican que meses atrás, los líderes trillizos, hayan catalogado a Euskadi y todos sus vecinos como proetarras, los cuales, por supuesto, mantienen a ETA en pie. Dicen, que en la Meseta no hay conciencia. Un análisis muy simple. La foto la tienen. Y ahora qué, ¿el aplauso es menos decisivo que el silbido? ¿Estas palabras son 500 votos más para Vox? ¿Os acordáis cuando llenaron Vistalegre? Nadie opuso ni voz ni silbido.
Nadie montó tal circo mediático –nadie soltó a los bufones de la corte– cuando Oskar Matute (EH Bildu) fue atacado por un centenar de neonazis en la Universidad de Zaragoza ante su inminente ponencia. Nadie lo hizo tampoco con Sabino Cuadra (Amaiur), cuando fue increpado por otro grupo ultraderechista en Jaén. Esto último lo apuntaba Jonathan Martínez. Y gracias.
A ver si lo que, ciertamente rentabilizan los trillizos de la rojigualda no es ni el aplauso en las salas repletas ni la foto perfecta en lugar hostil, sino el hecho de que cierto círculo mediático endogámico e incestuoso supure ese aplauso en todos los informativos, a todas horas, y muestre cada mañana sus portadas forzadas en el momento exacto, y también ahora: a 15 días de las elecciones, por ejemplo. Hasta en la sopa la Reconquista, la derechita y la derechona.
Es comprensible que, el pueblo de Rentería muestre su democrático derecho a decidir quién no es bienvenido. Un acto que puede verse egoísta en términos electorales. Y es incomprensible, pero igualmente democrático que Albert Rivera vaya a levantar el polvo –uy– a un lugar donde no se esperan, apenas, un puñado de votos.
El antifascismo se practica, se milita en él, se piensa, se utiliza, se estudia, se aprende, brota. Que nadie le diga a un padre cómo tiene que comer un huevo, porque a veces está bien con tomate, otras con patatas y en ocasiones, contra el fascismo.