SAMUEL BRITO
España ya conoce donde cursará la princesa Leonor sus estudios de Bachillerato. Cualquiera con sentido común hubiese pensado que la princesa de España, y futura reina del país, continuaría sus estudios en su propia nación. Tan solo por una cuestión de respeto a la educación nacional. Pero no, Leonor se irá a Gales y cursará el paso previo a la universidad por un módico precio de 76.000 euros. Es un momento en el que la monarquía vive sus horas más bajas, con la fuga del Rey emérito y nula aportación de Felipe VI.
Figura de Estado
Cualquier familia tiene derecho de mandar a sus hijos al colegio que desee y convenga, hasta aquí todo respetable. Sin embargo, pertenecer a la familia real implica una serie de cuestiones más allá de ser la figura institucional del Estado y la representación de los intereses de la nación. Ser de la realiza conlleva tener una obligación moral y una responsabilidad. Significa dar ejemplo a la ciudadanía, aunque no te hayan elegido.
Quizás el problema radique en que los monarcas, que por su designación divina creen estar por encima del resto, por encima de las leyes del Estado y de sus tribunales. Un ejemplo, la Infanta Cristina. Salió exenta de toda culpa por los delitos de su marido alegando que ella no sabía nada: «No sé, no me consta». El artículo 14 de la Constitución española, donde se dice que todos los españoles somos iguales ante la ley, ofrece una visión utópica y desvirtualizada de la realidad, como se ha podido comprobar estos años. Estamos a la espera para corroborarlo con la actual trama que salpica al emérito.
Una división visible
Cuando se cuestiona la monarquía entre los ciudadanos, las respuestas se pueden resumir en dos: «la monarquía ha hecho muchísimo por nosotros, nos llevó a la democracia» o, por el contario, «es un sistema anticuado, propio de épocas pasadas, innecesario en un sistema más democrático».
Una España dividida entre monárquicos y republicanos, entre unos que viven en el pasado y otros que tratan de avanzar al futuro. Esta división es visible, y cada vez se refleja más en el eco social. El primer gobierno de coalición de la democracia (además de izquierdas, en cuanto a política parlamentaria) acoge políticos abiertamente republicanos y, por lo tanto, choca con la idea establecida de la inmovilidad de la monarquía.
Leonor es otro error
Esa inmovilidad es la culpable de tanto enfado. Pertenecer a la familia real te otorga un poder superior al resto, dependiendo de si tu unión es de sangre o no. No solo si tienes un embrollo judicial, también si quieres irte a un país extranjero, ya sea para estudiar o para realizar negocios poco honrosos. Y cuánto más mete la pata la monarquía, se hace más obvio que este sistema ha dejado de tener alguna utilidad válida.
Si el motivo de la ida de la princesa a Gales pretendía ser de orgullo nacional, ha acabado siendo otra vergüenza que se suma a las ya conocidas, porque lo único que han conseguido es crear desconfianza en el sistema educativo español. Esto es otro motivo más para clamar al cielo un sistema democrático, libre de ataduras divinas y que la población sea capaz de elegir en las urnas. Salud y República.