La precariedad de la educación no reglada
Ángela Blázquez (@angelaaabf)
Este es el efecto desmovilizador que el poder persigue hoy: ridiculizar nuestra capacidad de educarnos a nosotros mismos para construir, juntos, un mundo más habitable y más justo. Más justo y habitable en términos de igualdad, de sostenibilidad, de riqueza, y esto apela también a la justicia laboral. Se sabe mucho sobre cuáles son las injusticias y de qué manera operan, pero la humanidad se ve incapaz de cambiarlas. Este es uno de los síntomas que la filósofa contemporánea que Marina Garcés planteaba en Nueva Ilustración Radical: no por el hecho de pertenecer a profesiones que tienen un componente intelectual, la precariedad y las condiciones de pobreza se evitan. La enseñanza.
Aunque el conocimiento está más que nunca al alcance de nuestra mano, este efecto desmovilizador en el empleo juega con la disgregación de los individuos y el desconocimiento de sus derechos laborales. Y en la enseñanza no reglada de las artes y actividades socioculturales ocurre precisamente esto. Aunque conocen muy bien las problemáticas de su sector, todavía hay una invisibilización generalizada de la precariedad de sus profesionales. Ante esta situación, como Garcés señala en su libro, “lo que debemos preguntarnos hoy es cómo y por qué a tanta gente culta hoy se le puede hacer cualquier cosa”.
Vocación
En el Centro Cultural Ágata del distrito de Villaverde, en una de las salas del segundo piso, imparte clases de pintura Alfredo Vírgüez. Dentro de la habitación llena de cuadros y caballetes, se encontraba aconsejando a una de las dos alumnas que este año acuden a su aula de pintura. Alfredo, de 54 años, ha dedicado toda su vida profesional a la docencia, desde que uno de sus profesores de bachillerato le mostró que, si existe una vocación, la enseñanza puede ser un camino válido para quienes se dedican al mundo de las artes y la cultura. “Comencé a abrir mi mente en cuanto a muchas cosas de la realidad y creo que lo importante es saber comunicar”.
Para él, una de las virtudes de la enseñanza es el vínculo que se establece con el alumnado. A pesar de que en la actualidad resuena que la figura de docente está cada vez más obsoleta y programada a desaparecer, en la enseñanza de disciplinas como la pintura, la danza, la música, es todavía el motor de las aulas. Para Esther Pérez ser profesora de música, en su caso de guitarra, es mágico. Para ella consiste en abrir una puerta, y que los alumnos y alumnas descubran y conformen una habitación cuyo tamaño es cada vez más grande. “Te das cuenta de que en muy poquito tiempo su vida les ha cambiado”.
Las artes son uno de los campos del saber que más se asocia con la expresión del ser humano y que, sin embargo, aún se delega al ámbito del ocio cultural. Aunque es un conocimiento democratizado y con presencia en la enseñanza obligatoria, la mayoría de los estudios en las artes se realizan fuera de los centros educativos obligatorios, a través de escuelas privadas, escuelas oficiales o centros socioculturales municipales.
«Yo daba más clases de música que mis hijos»
Estas disciplinas que todavía se consideran secundarias ocupan entre dos horas y una hora y media semanales en la mayoría de las comunidades autónomas, -como es el caso de Madrid -, dentro de los planes de estudio de la enseñanza primaria de la LOMCE, vigente desde 2014. “Yo daba más clases de música que mis hijos”, señalaba Esther.
La premisa para cultivarte en alguna de estas ramas de conocimiento es la voluntad propia, es decir, la vocación. Para Dani Aller, dulzainero y miembro del grupo de rock Ars Amandi, “el fin de un músico es tocar”, y eso no siempre se une con el amor por la enseñanza. Él mismo prefiere ser intérprete que profesor. Disfruta de dar clases y expandir el mundo de la dulzaina, pero la experiencia de subir sobre el escenario es para él más gratificante, pues la gente “está escuchando algo que ha salido de dentro de ti”. Este es el primer síntoma que los profesionales del sector apuntan. Dado que muchos artistas no tienen una estabilidad económica para sobrevivir de su trabajo, el salvoconducto de la enseñanza no reglada permite ejercer sin presentarse a unas oposiciones. Además, no se suele exigir tener una titulación oficial.
«La docencia es la salida»
Carlos Collado, pianista y actualmente maestro de enseñanza primaria, durante muchos años se dedicó a la enseñanza no reglada y para él, el problema de la educación musical en España es que está enfocada a ser intérprete. “En el camino te das cuenta de que es imposible para la mayoría de los mortales, y la docencia es la salida”. Él lo considera un gran engaño. “Si no te gusta, es un fracaso personal para ti y para el alumnado que pase por tus manos”. En su caso, sí descubrió rápidamente que enseñar era su vocación, pero no todos cuentan con esa suerte. Para Sergio Sanz, saxofonista y antiguo profesor de música, sus primeros cinco años fueron un periodo de adaptación, en el que le costó encontrar la satisfacción.
Se dedicó durante más de diez años a la profesión y fue el periodo de su vida en el que más satisfecho se sintió. Sin embargo, también reconoce que parte del mérito de su autoestima es del “clasismo” que existe en torno al mundo de las artes. Un mundo aún muy elitizado y que, según él, genera un cierto estatus social. “Mola mucho más decir que eres profe de música, no como yo ahora, que trabajo en un supermercado”. Sergio decidió abandonar el mundo de la música unos años atrás por motivos de estabilidad económica, situación común entre el colectivo de la docencia no reglada. “Vas cumpliendo años, ves que tienes un imprevisto en tu casa y no puedes hacerle frente y tienes que pedirles dinero a tus padres. Con 20 años te da igual, pero con 30 no hace la misma gracia”.
El cliché de vida bohemia y desinhibida del artista que se dedica a la enseñanza esconde en su interior un sector que ha sido maltratado sistemáticamente y sometido igualmente a la precariedad laboral. Como planteaba Garcés, el ser poseedor de conocimientos y pertenecer al sector formado de la sociedad, no te hace emanciparte del sistema de injusticias o te exime de sufrir una situación de precariedad o pobreza.
Indefensión aprendida
Entre las condiciones laborales precarias y las pocas horas de cotización que no llegan ni a la media jornada, estos profesionales se ven obligados a compaginarlo con otro tipo de trabajos, es decir, a pluriemplearse. Irene Méndez estudió el Grado Profesional de violín y, antes de ser maestra de primaria, trabajó en una escuela de música por las tardes. Mientras se preparaba para ser musicóloga y profesora, entró en la escuela dando solo unas pocas horas un día, y poco a poco, fue aumentando hasta convertirse en su empleo estable durante casi diez años. “Es un trabajo de jóvenes, las condiciones que te ofrecen te valen con 19 años y las aceptas, pero luego no cambian”. Lo que comienza como un trabajo temporal pasa a ser el medio de vida de muchas personas que difícilmente llegan a fin de mes.
Dándose cuenta de que esta problemática es común dentro de todo el profesorado no reglado, no solo en las artes, nace la asociación MACUA 21 en 2017. La asociación Madrid Cultura Activa fue creada por profesionales del sector de la cultura de proximidad, conformada en su mayoría por talleristas y profesores de centros municipales y de mayores, que vieron la necesidad de unirse para luchar contra el maltrato económico y la precariedad. Aunque abarcan toda la Comunidad de Madrid, decidieron actuar sobre los 21 distritos de la capital.
No pueden representarte porque no te conocen
Lo que nace de la mano de nueve personas, hoy es una asociación de unas 40, convirtiéndose en la primera asociación de España de profesionales de enseñanza no reglada. “Creamos la asociación y empezamos a llamar a sindicatos. Cómo un sindicato te va a representar si tan siquiera sabe que hay un sector con esta problemática”, comentaba su presidenta y una de las fundadoras, Remedios Sánchez.
Algunas de las cuestiones que intentan resolver en MACUA 21 a través de diálogos con las juntas de distrito de Madrid son los ajustes de los calendarios. Dado que tienen la categoría de fijos discontinuos, trabajan durante los nueve meses lectivos del año, del 1 de octubre a 30 de junio, con derecho a cobrar la prestación por desempleo durante los meses de inactividad. Pero existe una gran trampa. Muchas de las empresas contratadas por los ayuntamientos recortan días al inicio y al final del curso. Si no coincide el llamamiento con el 1 de octubre, pierden días al inicio del primer trimestre, e igual pasa a final del curso. “Si el curso lectivo deciden que acabe el 24 de junio, la empresa da de baja al trabajador y queda sin una semana menos de cotización”. Esto se traduce en que hay personas que no llegan al mínimo de días cotizados para tener derecho a cobrar la prestación. “Hay compañeros que cobran el paro un año sí y otro no”. Desde la asociación, calculan que entorno al 10% o 12% se encuentran en esta situación.
Ni contizan, ni están dados de alta: cobran en mano
Hace unos años, antes de existir el convenio de Ocio Educativo, según Remedios, el sector era un desastre. Otra cuestión que aún está sin resolver es que muchos profesionales no están dados de alta en el grupo de cotización correspondiente a sus labores, lo que abarata el coste por trabajador. Y esto ocurre tanto en la empresa privada como en las empresas gestionadas por los ayuntamientos. Gracias al convenio, al menos en las subcontratas, este problema ha ido desapareciendo, pero existen “empresas que se siguen resistiendo a regularizar esa situación”. Por parte de los centros y escuelas privadas, la situación empeora, con trabajadores que no solo no están dentro de su grupo de cotización, sino que no están dados de alta o ni siquiera tienen un contrato escrito y cobran su sueldo en mano.
Una singularidad de los calendarios de estos profesionales es que deben ser individualizados, por el carácter itinerante de los trabajadores. No todos trabajan las mismas horas, los mismos días y en los mismos centros, pues carecen de sede fija, y sin embargo normalmente se les proporciona calendarios estándar. Esta es otra de las luchas que MACUA 21 quiere conseguir en diálogo con las juntas de distrito. Las empresas, según su presidenta, “no ponen en funcionamiento ni los planes de igualdad, ni los planes de formación, ni los de riesgos laborales”, mientras que la Administración Pública se desentiende.
En lugar de escoger a las empresas con mejores condiciones para los empleados, dada a la disparidad de criterios laborales entre ellas, acaban contratando a las que tienen precios más competitivos, es decir, las empresas que peor pagan a sus trabajadores. “Estamos viviendo en precariedad, y el ayuntamiento y el consistorio al completo lo están consintiendo”.
Crear la asociación no les ha resultado fácil, y mucho menos crecer. Solo 40 de los 3500 profesionales talleristas contratados por el sector público que existen en la comunidad de Madrid pertenecen a la asociación, cifras que ascienden a 20.000 docentes de enseñanza no reglada si se engloba también al sector privado. Dado que es un colectivo muy disperso, sin apenas contacto entre los trabajadores, les resulta difícil crear unidad.
Idefensión aprendida
Remedios identifica este efecto desmovilizador como indefensión aprendida. “Cuando sometes a un animal a un proceso de constante daño, llega un momento en que el animal aprende a no defenderse”, y esta es la consecuencia de haber maltratado a los docentes de la enseñanza no reglada. “La gente dice, mira estoy ganando 500 euros al mes, yo no me puedo permitir el lujo de hacer una huelga, yo no me puedo permitir el lujo de exponer mi cuello”.
La desprotección de los trabajadores sometidos a condiciones laborales pésimas y plagadas de irregularidades – como la ausencia de comités de empresas o el incumplimiento de los pagos mínimos de 9,06 euros por hora establecidos por convenio –, revela que también hay un desconocimiento total de los derechos laborales entre los profesionales. Remedios tiene muy claro que continuarán luchando desde la asociación para acabar con esto. “Prefiero morir de pie, que vivir siempre arrodillada. Prefiero morir hoy de hambre, a morirme de hambre a poquitos”.
Resiliencia
A pesar de la precariedad, todavía hay quienes se resisten a abandonar la profesión. Roberto Montoro, fundador de MACUA 21 y profesor de pintura y cerámica, a pesar de las condiciones, sigue siendo optimistas. “Mucha gente a veces me pregunta por qué pinto, y yo les digo que por necesidad”. Para él las artes y la cultura son algo radicalmente esencial y te permiten ser un “librepensador”, lo que se convierte en un acto de resistencia contra el establishment. “El problema es que nuestra estructura social está determinada por la productividad y el mercado, por eso se tiene una visión del arte como algo que no tiene utilidad”.
Una de las palabras que utiliza para definir la profesión es resiliencia. Existe un doble rasero cuando se trata de una profesión tan vocacional como son las artes, soportando lamentables condiciones por el simple hecho de que se está trabajando en algo por gusto. Cuando se difuminan los límites entre lo laboral y lo emocional, a pesar de la precariedad a la que están sometidos “te hacen sentir afortunado por trabajar en algo que te gusta”, confiesa Irene Méndez. Para muchos todavía es un hobby, como le ocurre a Esther Pérez. “En general la gente que me rodea se cree que mi marido se mata a trabajar, el pobrecito, y que yo vivo la vida”.
«Profe, ¿para qué vale la música?»
Al final, el sector de la enseñanza no reglada se rige por una estructura que trasciende de lo meramente profesional. Es una cuestión que va más allá de que los mercados maltraten a los trabajadores, y se vuelve un reflejo de un sistema económico y social que todavía no ha encontrado el lugar correspondiente para artes. “Todavía tengo alumnos de 6º que me dicen: ‘Profe, pero para qué vale la música’. No habla ese alumno, habla la sociedad”, comentaba Carlos Collado. Esta imposibilidad de hacer frente a la pregunta del papel que juega la cultura en la sociedad retorna de nuevo a una de las tesis que aparecen en Nueva Ilustración Radical. El juego de poderes desvincula a los sujetos de sus aprendizajes y, por tanto, también de la acción.
Para redefinir estos procesos de lucha contra la injusticia social, según la filósofa, es necesario que las artes y la cultura, más allá de ser “un conjunto de disciplinas en desuso”, permitan un proceso de co-implicación entre los trabajadores. MACUA 21 es la primera iniciativa que surge de quienes ya han comenzado la movilización, y quizás esto solo sea el principio para la conquista de más derechos laborales dentro del sector. Como escribió Garcés, “somos pequeños y precarios, pero tenemos un poder desmesurado”.