«La línea invisible», la serie sobre ETA de movistar+

la línea invisible

Un artículo de Asier Cosgaya


“La línea invisible”, la serie de Movistar+ sobre el primer asesinato de ETA, está siendo uno de los fenómenos televisivos de la temporada. Y no puede ser de otra manera, ya que la publicidad le está llegando desde todos los sectores.

La miniserie de 6 capítulos narra la decisión y la preparación del asesinato de Melitón Manzanas, el primer homicidio premeditado por ETA. Lo hace centrándose en la figura del histórico militante Txabi Etxebarrieta y en el contexto del final de los años 60, cuando la organización vivía avances importantes en su definición política y estratégica.

Una depurada dirección y producción, destacando además la recreación de algunos paisajes de Euskal Herria en la década de 1960 –como la industrializada ría del Nervión-, hacen de ella un muy buen contenido. Aunque, como es de esperar, las críticas no se han centrado en su calidad audiovisual, sino en su forma de tratar un tema que sigue siendo historia viva de nuestra sociedad.

semejanza HISTÓRICA

Así, a través de la figura de Etxebarrieta, la serie describe la época de la V asamblea de ETA (1966-67) hasta llegar al final asesinato de Manzanas, jefe de la brigada político-social de Gipuzkoa. Exceptuando las figuras del propio Melitón Manzanas; de Txabi Etxebarrieta y su hermano José Antonio y del Guardia Civil José Antonio Pardines, la serie muestra personas con identidades ficticias que, sin embargo, en algunos casos se asemejan claramente a personajes históricos.

El caso más evidente es el de “el Inglés”, interpretado por Asier Etxeandia e inspirado claramente en Julen Madariaga. Madariaga fue uno de los fundadores de ETA y miembro prominente de la organización antifranquista durante los primeros años de su historia. El papel de “el Inglés” se centra en empujar a Txabi hacia la dirección de una ETA dominada en aquel momento por el sector obrerista. Este sentir representado por la figura de Patxi Iturrioz había ganado un peso muy importante en ETA desde la asamblea de 1965.

En este momento “La línea invisible” peca de simplificadora y no llega a mostrar el elaborado debate ideológico existente en el seno de aquella ETA. Y es que, tal como puede apreciarse en los documentos de la época (destaca el boletín Zutik), existía un gran interés en la formación política de los militantes. Así, el personaje de “el Inglés” se centra en legitimar el liderato de Txabi Etxebarrieta, que venía criticando la falta de disposición de los obreristas a la adopción de lucha armada.

v-asamblea de eta

Estas discrepancias ideológicas llevan a la realización de la conocida V asamblea de ETA, dividida en dos sesiones (1966-1967). El retrato que realiza la serie de estas históricas reuniones, de nuevo, vuelve a rozar el simplismo. Éstas tuvieron como principal consecuencia la escisión del grupo obrerista; pero también el abandono del importante grupo culturalista, que apenas es comentado en la serie. Tal como muestran los informes utilizados en ellas, la carga ideológica y el nivel político de las reuniones fue muy alto.

Así, se entiende que el contenido de dichas asambleas distó considerablemente del que se observan, en las aparentemente casi improvisadas reuniones que muestra la serie de Movistar+. Más allá de esa simplificación del contexto y minusvaloración de ETA, presentada como algo más desorganizado, pequeño y desconocido de lo que en realidad ya era, las incorrecciones históricas objetivas no son numerosas (o muy clamorosas). Un ejemplo es la caracterización de Txabi como líder de ETA, papel que no tuvo.

Críticas a La línea invisible

En general, las críticas a esta serie –que ha sido mayoritariamente muy bien recibida- se han centrado en el tratamiento que otorga a unos u otros personajes.

Primero, hemos podido leer en redes comentarios sobre la humanización o blanqueamiento que se realiza de los terroristas. Mensajes que, después de ver la serie, solo pueden entenderse bajo a una clara predisposición a querer observar eso mismo que se critica en ella.

“La línea invisible” da voz a los etarras, pero también muestra claramente una “oscuridad” –desde el plano del guion pero también desde el propiamente visual- en la ética de su decisión de dar el salto a asesinar. Si esta no se aprecia claramente en la evolución de Etxebarrieta hacia un personaje cada vez más siniestro,  se hace en el monólogo final de Txiki, que no deja dudas acerca de la manifiestamente crítica posición de la serie sobre la acción violenta de ETA.

Al contrario, desde antagónicas posiciones, las quejas han sido acerca de la banalización del contexto en el que ETA comenzó a desarrollarse. Un ejemplo es el trato que se da a Melitón Manzanas, primera víctima mortal intencionada de ETA. Su persona era bien conocida en la provincia, y, en general, en Euskadi. Y es que además de su posición de jefe de la Brigada Político-Social, su contrastada fama como torturador le precedía.

Más allá de la figura de Manzanas, uno de los capítulos hace especial hincapié en la que fue la verdadera primera víctima de ETA. Se llamaba José Antonio Pardines, tenía 25 años y era un Guardia Civil gallego destinado en Gipuzkoa. Allí, en un control al coche donde viajaban Txabi Etxebarrieta e Iñaki Sarasketa, otro etarra, fue asesinado por éstos cuando iba a comprobar la falsedad de la documentación de su vehículo.

El debate que se genera en este punto alcanza nuevamente dimensiones de un complejo análisis ético y contextual. Por una parte, existe su condición de persona joven y directamente inocente, tal como la plantea la serie. Por otra, no se puede obviar el contexto dictatorial en el que se da y la posición de la Guardia Civil en dicho Régimen.

conversación sin zanjar

En fin, creo recoger el sentir general al decir que «La línea invisible» se trata de una buena miniserie. Pero, sobre todo, al expresar que versa sobre un tema cuya conversación no está zanjada. “La línea invisible” no es un documental y no debe juzgarse como tal, pero el amplio debate público que generan todas las producciones que incluyen a ETA en su contenido demuestra que muchas heridas siguen abiertas.

Cesada su actividad armada en 2011, la organización terrorista, además de una gran fuente de dolor, ha sido uno de los ejes principales de la política del último medio siglo. Su historia es parte importante de nuestra sociedad. Su papel merece ser recordado, estudiado y debatido. Y, a pesar del gran juicio al que será expuesta, la buena ficción sobre ella es bienvenida.