Por Alexander Martínez @alexander_m_e_
La vertiente tacticista llevada a cabo durante los últimos meses por los partidos políticos es una redifusión de lo que se ha convertido la política hoy en día: especulaciones, predicciones y “el todo vale”. Los problemas y la inquietud de la gente son subordinados a los beneficios personales y partidistas, y mientras unos compiten afablemente, otros se dedican a enturbiar el trayecto de los demás. Así compiten, y competirán, hasta que los que les evaluamos les hablemos claro y a la cara. A todos.
“El tacticismo no es la manera, no tenemos que convertir la política en una telenovela para adolescentes”, exclamaba Pablo Echenique en una entrevista para la cadena SER a mediados de Agosto. El diputado de la formación morada -después de haber formado parte del equipo de negociación que desdeñó la propuesta socialista- trataba volver a esgrimir el mismo y ya algo desgastado argumento.
Además, en detrimento de toda la sociedad española que sigue aún esperanzada en un posible acuerdo entre las dos izquierdas, compareció -de la misma forma que lo hizo Echenique- la ministra en funciones María Jesús Montero: «Probablemente el tacticismo que ha comentado Echenique es lo que les llevó a no aceptar la propuesta«. Para azuzar, de esta forma, a la corporación dirigida por Pablo Iglesias.
Aprovechando esta coyuntura y subrayando la variante tacticista de Unidas Podemos y PSOE, es interesante destacar que los últimos años esta tendencia aumenta en el Estado y en otro países.
En España se está tratando un tema tan trascendental como es la formación de Gobierno con asaz baladí. Las exigencias partidistas e individuales parecen prevalecer sobre las de la sociedad, la cual observa con rabia y aversión la actitud de aquellos destinados, presumiblemente, a gobernarlos, que de lo único que se preocupan es de configurar el plan que más poder les permite ostentar. O casos como el comisario Villarejo en relación a Cataluña o Unidas Podemos y a las mal llamadas “cloacas del estado”. Y, de fronteras para fuera, el caso de Lula da Silva en Brasil o el caso Watergate en Estados Unidos
Y es que toda fuerza política debería estar, como se regodean ellos mismos, al servicio del pueblo y no a su servicio personal y partidista. De esta forma el tacticismo y la especulación dejarían de existir cediendo el paso a un comportamiento que gire en torno al bienestar de la sociedad ninguneada hasta la fecha. Si conseguimos que nuestros líderes políticos dejen de ser los gurús de un séquito irracional y, por el contrario, conseguimos que antes que nada sus acciones sean creadas desde la cordura, entonces y solo entonces, conseguiremos un estamento justo, respetable y libre para la sociedad.