Un artículo de Beatriz Olaizola, @olaizo
A ti,
Aún no lo sabes, pero a tu madre le encanta Ruben Darío. Cada noche te lee y a veces llora. Aún no lo sabes, pero Sonatina es su poema favorito. Y tampoco sabes que, cuando crezcas, te sentirás, en incontables ocasiones, como la protagonista de los versos modernistas. Serás la “princesa triste” que solloza por las noches y aún no lo sabes.
Hay tanto que no sabes.
Aún no lo sabes, pero el año en que naciste se celebró en Beijing la Cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer de Naciones Unidas. En ella hablaron de todas las “princesas tristes”, que, como tú y como tu madre, tampoco sabían que nacerían “princesas” en un mundo en el que la ablación (más bien mutilación) genital femenina ha dejado secuelas a más 91,5 millones de mujeres y niñas mayores de 9 años en África. “Princesas” de un palacio en cuyos salones de marfil más de 150 millones de niñas (aún siendo niñas) corren el riesgo de contraer matrimonio.
Hay tanto que no sabes.
Ahora son los cuentos y las historias los que inundan tus noches, ya se encarga tu madre de ello. Lo que todavía no sabes es que, de aquí a unos años, tus noches las inundarán, en el mejor de los casos, los mensajes de alivio a tus amigas una vez cruces el umbral de tu puerta y puedas ser, durante al menos un día más, una “princesa”. Aprenderás tantas cosas: a ir acompañada al baño, a tapar la copa mientras bailas, a caminar con las llaves de casa en la mano, a acelerar el paso, a notar el latido de tu corazón como si se te fuera a salir del pecho, a no mirar hacia atrás. Vas a aprender a sobrevivir, porque da la casualidad de que eres “princesa”. Tú no eres “príncipe”. La cola de tu vestido siempre va a ser más pesada y eso hará que tus esfuerzos tengan que ser mayores. Tus resultados más brillantes. Tu currículum impecable. Tu falda ni muy corta ni muy larga, no vayan a pensar que estás donde estás por tocarle la espada a algún “príncipe”. Seguir la partida no va a ser fácil, eso lo sabe tu madre desde que se enteró de tu llegada y en el hospital en el que trabaja no le permitieron dejar las guardias nocturnas hasta dos días antes de que nacieras. “Por eso naciste tan delgadita, apenas dos kilos”, te cuenta siempre. Pero eso tu no lo sabes todavía.
Hay tanto que no sabes.
Pero no estés triste, “princesa”, porque en el camino te encontrarás con algo más fuerte que el miedo, con el mar (yo diría tsunami) del feminismo y sus cuatro grandes, poderosas e imparables olas. Descubrirás que tus amigas, hermanas, primas, abuelas, vecinas…que todas se han sentido como la protagonista del poema de Ruben Darío:
La princesa está triste… ¿Qué tendrá la princesa?
Los suspiros se escapan de su boca de fresa,
que ha perdido la risa, que ha perdido el color.
Y han dejado de ser “princesas”.
La feminista está harta… ¿qué tendrá la feminista?
Los gritos se escapan de su pecho, como una arista,
que ha perdido la paciencia, que no va a admitir más dolor.
De mí.