Abel Azcona (Pamplona, 1988) es la auténtica referencia del artista que performa y se performa. El artista que usa su obra como grito político. Una de las máximas expresiones de la desobediencia ante el sistema, represor por antonomasia, sobre todo cuando lo que se performa, critica, expone, siente insultado es uno de los tres pilares de esta débil democracia española: el Rey, la justicia posfranquista y la Iglesia. Y es por ello que se encuentra en el exilio. Performances como Amen, una gigantesca obra donde se observa la palabra PEDERASTIA hecha con hostias sagradas. La denuncia llegó por parte de la Asociación Abogados Cristianos. Desoyendo la citación judicial se recluyó en Lisboa. Hoy, nos atiende en lamordaza.com