Vivimos en una libertad ficticia. Nos conceden ciertas libertades, para que pensemos que somos libres, pero no es así. Para nada. En este caso, que se le suma a una larga lista, nos suben el precio de la luz a la hora de cenar, pero, en cambio, nos la rebajan a partir de medianoche. A planchar a las cuatro de la mañana, decían. Si no ahorramos, es porque no queremos. Las cosas continuarán de la misma manera, los ricos seguirán sin preocuparse de sus facturas y la gente de a pie deberá hacer equilibrios sobre el alambre.
Tenemos criterio, pero no sabemos dónde