Confundir virus y bacteria es un mal tan arraigado en la sociedad que ni los médicos se plantean discutir con sus pacientes sobre porqué tomarse un antibiótico no va a afectar en absoluto a un posible ataque del coronavirus. Hoy es el Día Mundial de la Tuberculosis, aunque esté solapado por el coronavirus.
Podríamos debatir sobre los problemas que acarrea esta administración de antibióticos a diestro y siniestro, pero no hoy, hoy es un día para recordar la lucha contra un mal tan viejo como la humanidad. Tal día como hoy, pero en 1882, Robert Koch descubrió el causante de una enfermedad que incluso en la actualidad deja en ridículo los análisis catastrofistas de la pandemia de turno. Hablamos del descubrimiento de la Mycobacterium tuberculosis, responsable directo de la tuberculosis.
Como ya he dicho, no se pueden comparar bacterias y virus, pues el primero es indudablemente un ser vivo mientras que el segundo gusta de protagonizar todo debate que intente delimitar lo que puede ser considerado vivo o no. De todos modos, pongamos en números la abismal diferencia entre histeria colectiva y realidad.
A fecha de este artículo, casi 400.000 personas han sido afectadas por coronavirus en todo el mundo, un dato que puede parecer preocupante, pero que resulta insultante frente a los de la tuberculosis, en 2018, 1.5 millones… de muertes. La tuberculosis, o tisis, mata más en un año, incluso habiendo tratamientos, de lo que han matado todas las pandemias del siglo XXI juntas. Pero, ¿qué la convierte en uno de las 10 causas de muerte más frecuentes en el mundo?
PANDEMIA
Durante la primera mitad de siglo XX se conocía perfectamente la alta morbilidad de la tuberculosis, se decía que «aquel infectado empieza un ciclo de contagios que suele comenzar con el personal sanitario». Más adelante se determinó el verdadero motivo, la infección se daba por vía aérea. Tras un periodo de latencia indeterminado, la sintomatología es clara, es una enfermedad pulmonar, de modo que es de esperar toses severas, fiebres o incluso escupir sangre. Por supuesto, uniendo estos dos datos resulta inevitable su alta tasa de contagios.
El desarrollo de los antibióticos y la mejora de las condiciones de vida deberían haber bajado notablemente el número de casos, tal y como se creía. Sin embargo, los métodos para el control de la tuberculosis tuvieron un alcance limitado y la tasa de contagios no bajó significativamente durante todo el siglo XX. De hecho, la existencia de una vacuna tan solo parcial y una progresiva resistencia a los antibióticos actuales le han devuelto el estado de pandemia.
Por suerte, también se han mejorado mucho los diagnósticos, llegando a poder detectar la bacteria incluso en su estado latente. Gracias a esto, y a la mejora de los tratamientos disponibles, también se ha podido reducir a la mitad su mortalidad (1,5 millones de muertos en 2018). Sumando a esto el desarrollo de nuevos fármacos, no es de extrañar que la OMS haya preparado un programa con la intención de erradicar la tuberculosis para 2035.
MEMORIA
En perspectiva, el día Mundial de la Tuberculosis nos deja con un claro mensaje, nuestra escasa memoria para los desastres naturales. Nos centramos en lo actual, el ébola, el coronavirus… Pero en lo tocante a verdaderos problemas, a las guerras interminables de la humanidad, el cáncer, la malaria o la tuberculosis, sin ir más lejos, tendemos a subestimarlos. En España un infectado más de COVID-19, cientos de malaria en el Sahara. Y la cuenta sigue.