Hoy se cumplen 45 años de la Noche de los Lápices. Aquel día diez estudiantes de secundaria fueron secuestrados en la ciudad de La Plata, Argentina, bajo la última dictadura cívico-militar del país. Varios meses antes los militares tomaron el poder e implantaron el terrorismo de Estado, en el que persiguieron, secuestraron e hicieron desaparecer a 30.000 personas, especialmente militantes o simpatizantes de izquierdas y grupos revolucionarios, así como a cientos de estudiantes y adolescentes.
Los estudiantes desaparecidos, muchos de los cuales eran aun menores de edad, habían participado anteriormente en las protestas para conseguir el boleto estudiantil, una medida para que los estudiantes pudiesen viajar gratis en transporte público. Es probable que durante las protestas estos estudiantes fuesen identificados por la policía y los militares como potencialmente peligrosos o subversivos, puesto que algunos militaban en la Unión de Estudiantes Secundarios, cercana a los Montoneros, o en la Juventud Guevarista, vinculada al PRT-ERP.
Tras los secuestros, los estudiantes fueron llevados a centros clandestinos de detención en los que fueron brutalmente torturados junto con miles de detenidos más. Cuatro de ellos, Pablo Díaz, Emilce Moler, Gustavo Calotti y Patricia Miranda, sobrevivieron y fueron dejados a disposición del Poder Ejecutivo Nacional, detenidos aún varios años más. El resto, Daniel Alberto Racero, María Clara Ciocchini, Horacio Ungaro, Francisco López Muntaner, Claudio de Acha y María Claudia Falcone, probablemente fueron fusilados en enero de 1977, varios meses después de su secuestro, y sus cuerpos siguen desaparecidos.
Hoy, 45 años después de aquellos hechos, es esencial que recuperemos la memoria de los que nos precedieron en la lucha. Es necesidad del movimiento estudiantil, en un acto de solidaridad y de internacionalismo, mirar atrás a la historia y reivindicar nuestros triunfos y nuestras derrotas, aprender de ellas mediante la crítica y la autocrítica, y seguir con el legado que nos dejaron las generaciones anteriores.
Por eso hoy sabemos que, ante una brutal crisis económica que se acerca a pasos agigantados, y ante cada vez más un fortalecimiento de las fuerzas represivas del Estado, es primordial entender que la lucha estudiantil es inseparable del movimiento obrero y sindical, que es mediante la creación de estructuras de clase independientes que podemos avanzar hacia la organización del pueblo trabajador para protegernos de los ataques que vendrán en el futuro.
Hoy recuperamos la voz de todos los estudiantes que murieron en la lucha y la impulsamos adelante, con fuerzas renovadas y con nuevas ilusiones. No dejemos nunca que sus nombres caigan en el olvido, porque si no conocemos nuestro pasado no podremos construir nuestro futuro.
En 1986, tres años después de la caída de la dictadura, se estrenó una película dirigida por Héctor Olivera que narraba de manera cruda los hechos. Os dejamos un link donde se puede ver.
Y escarbo hasta abrazarte
y me sangran las manos
Pero qué libres vamos a crecer.
SUI GÉNERIS – RASGUÑA LAS PIEDRAS