43 kilómetros al oeste de Cracovia, en la localidad polaca de Oświęcim, el 20 de mayo de 1940 el ejército nazi abría las puertas de otro faraónico monumento al odio: Auschwitz. Desde ese día, alrededor de un millón trescientas mil personas cruzaron esa metálica puerta que se escondía bajo la frase “Arbeit Macht Frei” (“el trabajo os hará libres”).
Ayer, 27 de enero de 2020, los últimos doscientos supervivientes que siguen con vida para contar su historia, regresaron a ese lugar que, 75 años después de su liberación a manos del ejército rojo, continúa albergando entre sus, ya inactivas vallas electrificadas, decenas de miles de historias.
Si hacen cálculos, todos ellos superan los noventa años de edad y, algunos, a duras penas pueden recordar lo que allí sucedió, cuál negativo que, con el paso de los años, va perdiendo nitidez. Sin embargo, todos ellos coinciden en una cosa: recordar para no olvidar, para no repetir.
Basta con revisar la historia para ver que Adolf Hitler y los camisas pardas, como brazo ejecutor, llegaron al poder con el respaldo de los votos del pueblo alemán. Aquel triunfante discurso populista que hoy nos empuja a decir escandalizados “¿cómo pudieron apoyar tantas personas algo así?” es el mismo que hoy encarnan presidentes del gobierno y partidos políticos, ampliamente apoyados por la ciudadanía, a lo largo de todo el mundo.
Martin Niemöller escribió el siguiente poema:
“Primero vinieron a buscar a los comunistas y no dije nada porque yo no era comunista.
Luego vinieron por los judíos y no dije nada porque yo no era judío.
Luego vinieron por los sindicalistas y no dije nada porque yo no era sindicalista.
Luego vinieron por los católicos y no dije nada porque yo era protestante.
Luego vinieron por mí, pero, para entonces, ya no quedaba nadie que dijera nada”
El Holocausto vivido entre 1939 y 1945 es fruto del odio que un pueblo desesperado apoyó en aras de mejorar sus vidas. Entonces las víctimas de ese odio fueron principalmente judíos y gitanos; hoy lo son “los inmigrantes que vienen a violar a nuestras mujeres y a robarnos nuestros puestos de trabajo”.
Memoria, verdad y justicia. Eso es lo único que evitará que repitamos nuestra historia.