Nos encontramos inmersos en las fiestas navideñas. En esa época donde las calles se iluminan y los establecimientos y casas se decoran para albergar la llegada de Santa Claus, del Olentzero, de los Reyes Magos o del propio año nuevo. Comidas y cenas rodeados por los nuestros, donde los más pequeños transmiten la ilusión, que los mayores van perdiendo. Esos mayores que en más de una mesa pasan desapercibidos, son considerados un estorbo y se limitan a sobrevivir hasta el año siguiente.
En la carta a los Reyes, la salud suele ser el deseo más codiciado de nuestros mayores, pero la soledad es peor castigo que una mala enfermedad. En España, casi un millón de personas por encima de los 85 años de edad viven solas. Personas que en muchos de los casos necesitan ayudas de cuidadores y apenas les quedan amigos para poder tomar un vino, jugar a las cartas o dar un paseo. En estas fechas, los que pueden, se reencuentran con la familia y dejan a Soledad en sus casas.
Pero ir unos días a casa de los hijos o de los nietos no asegura recibir esa atención de la que carecen y tanto necesitan. El abuelo “chochea” y todo el rato te cuenta la misma historia y la abuela te atosiga a preguntas porque hace 6 meses que no la visitas. Les has tenido que ceder tu cuarto y no volverás a tocar el mando de la tele hasta que se vayan. Los ves como una molestia y pasas a la indiferencia, a comer y callar, sin saber que quizás, que esta, sí sea “La última cena”.
Esa situación la viven los más afortunados, ya que otros muchos no pueden, no quieren, o no tienen familia con la que juntarse. Personas que caen en el olvido, inmersos en la soledad y la tristeza. Algunos ayuntamientos ya promovieron cenas de Nochebuena para juntar a personas mayores que se encontraban en esta situación.
Santa Claus no es un señor de barbas que viene del polo norte. Santa Claus es tu abuelo que te compra una bicicleta nueva cobrando una pensión de mierda. Melchor es tu abuela que cocina toda la tarde el día de Nochebuena, mientras tú te cascas unas cervezas con los colegas. Pero te sientas a la mesa y te aflora el estigma que te ha inculcado la sociedad. Que cuando algo no funciona, se queda obsoleto. Y que cuando las personas perdemos nuestras capacidades tanto físicas como mentales, quedamos obsoletos.
No seas capullx y estas navidades dedícales un rato a tus mayores. Por todas esas propinillas que te pasaron a escondidas y todas esas meriendas en las que tuviste que soltarte el cinturón. Y sobre todo, por hacer olvidar que están solas a esas personas y que por unos días pueden sentir ese calor que no te da Soledad. No trates a tus mayores como ellos nunca lo hicieron contigo. Estas Navidades cuida de tus abuelos. Y visítalos más, capullx.