Torra: La cuestión nacional y la lucha de clases

Torra y SÁNCHEZ

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El pasado lunes 28 el Tribunal Supremo ratificó la inhabilitación de Quim Torra tras desobedecer a la Junta Electoral Central, por no retirar una pancarta que reclamaba la libertad de los presos independentistas durante el periodo electoral en abril de 2019. Esta sentencia totalmente exagerada es otro acto más de represión contra el movimiento independentista catalán, que ha sufrido ataques constantes por parte del Estado y de manera intensificada desde el primero de octubre de 2017.

Ante esta situación solo cabe rechazar frontalmente esta sentencia y oponerse a una creciente represión por parte del Estado. Sin embargo, plantear a JuntsxCat como las víctimas carece totalmente de análisis serio.

JXCat en el poder

Torra conocía perfectamente cuáles podían ser las consecuencias de desobedecer a la Junta Electoral Central, y es que su estrategia pasa por reforzar el discurso victimista y ganarse así simpatías tanto dentro como fuera del movimiento independentista.

JuntsxCat representa a los sectores más ricos del independentismo, y su legislatura no solo se ha caracterizado por una inacción total, cuya única actividad ha sido intentar mantener la confrontación nacional, sino también por su ataque frontal a la clase trabajadora catalana intentando hacer efectiva la Llei Aragonés junto con sus socios de ERC.

En estos casos se hace patente la necesidad casi simbiótica de los nacionalismos tanto español como catalán: se necesitan mutuamente para polarizar la opinión pública y ganar posiciones en el espacio político. Aun así, no podemos desligarnos de este conflicto y pretender tener una posición neutral en esta cuestión.

Orígenes del enfrentamiento nacional

Hay que entender que históricamente los Estados-nación modernos surgen entre los siglos XVII y XIX con el desarrollo de las relaciones de producción capitalistas, y en el caso español este desarrollo se hizo de manera desigual, siendo la burguesía central –española– principalmente rentista, y la periférica en Catalunya y País Vasco industrial.

Esto propició el conflicto entre la burguesía central y las periféricas, que estaban desarrollando unos proyectos nacionales al margen del español, y este conflicto ha ido reflotando constantemente a lo largo de la historia contemporánea. Sin embargo, las altas burguesías periféricas pronto se integraron en el mercado español y se alinearon con los intereses de la burguesía central, constituyendo así un Estado fuerte en el conjunto del territorio.

Capitalismo con rostro humano

Quien se quedó al margen de los beneficios de esta integración fueron las pequeñas y medianas burguesías periféricas que, ante las situaciones de crisis en las que se empobrecen y se proletarizan, se aferran al proyecto nacional en defensa de un mercado de pequeños y medianos negocios frente a los grandes monopolios españoles y mundiales. Este elemento es clave para entender la estrategia de los líderes independentistas y el auge de este movimiento precisamente a partir del año 2012, uno de los más duros de la crisis que había estallado cuatro años antes.

En definitiva, lo que la clase dirigente del movimiento independentista busca es algo así como un “capitalismo con rostro humano”, cuya imagen es a su vez atractiva para ciertos sectores populares que les dan apoyo. De esta manera, nos encontramos también con diferentes sectores dentro del propio independentismo que radicalizan esta propuesta por la de una Catalunya independiente “anticapitalista” o socialista.

Si bien el movimiento independentista ha sido duramente derrotado y la constitución de Catalunya como estado independiente es prácticamente imposible en la actualidad, eso no quita que debamos defender el derecho de autodeterminación del pueblo catalán para decidir su propio futuro.

Ni guerra entre pueblos, ni paz entre clases

Lo que ahora debemos preguntarnos es: ¿dónde queda la clase trabajadora en todo esto? Como bien hemos visto, esta suele posicionarse bajo la estela de la gran burguesía española o bajo la dirección de la pequeña y mediana burguesía catalana. Al margen de si Catalunya puede efectivamente convertirse o no en un país independiente, la clase trabajadora debe buscar su propio camino y defender sus intereses frente a las clases que lo dominan: frente al sistema que lo explota.

Es precisamente desde este punto desde donde la clase trabajadora puede empezar a plantear la cuestión nacional: a un trabajador le explota igual un empresario español que uno catalán. Debemos poner en primer plano la lucha de clases y ser claros con nuestro lema: ni guerra entre pueblos, ni paz entre clases.