Redefiniendo el holoceno. Por un futuro más vivible

El Holoceno es la última y actual división de la escala temporal geológica del período Cuaternario. Su inicio se fecha hace 11.700 años, tras la última glaciación y la extinción de numerosas especies, cuando se abrió paso al actual período cuya única especie humana en habitarlo ha sido la nuestra, el Homo sapiens. El término fue usado por primera vez en 1867 y desde entonces lo hemos visto en contadas ocasiones en los libros de Geografía en Primaria y Secundaria. Sin embargo, en las escuelas en rara ocasión se debate acerca de la taxonomía, no hay espacios que nos inviten a ser críticos con la misma. ¿Existe algo más allá del Holoceno? ¿Puede ser redefinida esta realidad? Existe algo más allá, así como puede y debe ser redefinida dicha realidad. De hecho, «Redefiniendo el Holoceno. Por un futuro más vivible» pretende dar cuenta de la posibilidad.

En las últimas décadas, de la mano de científicos, filósofos, humanistas e historiadores ha corrido mucha tinta y se han propuesto nuevos términos y enfoques que si no tratan de sustituir el concepto Holoceno al menos pretenden complementarlo, quizá matizarlo o completar su significado. Todo con el mero fin de influir en el pensamiento para poder hacerlo más tarde en la realidad, porque hablar de Holoceno es bien distinto a hablar de Antropoceno y sus variantes: Capitaloceno, Chthuluceno, Grasoceno, Euroceno o Tecnoceno.

Y lo cierto es que ninguno de estos conceptos se encuentra recogido en el Diccionario de la Real Academia Española pero existir existen y “el lenguaje no actúa en el vacío, es producto de nuestras prácticas”, diría Fonseca. Precisamente, la línea del tiempo que presentamos a continuación no es más que la recogida y puesta en diálogo de unos conceptos que aspiran a (re)definir una era y que surgen en la última década como producto de nuestras prácticas, sobre todo, para señalarlas, reflexionar acerca de las mismas y tratar de crear un futuro más vivible.

Año 2000: El Antropoceno de Crutzen y Stoermer

Con el ánimo denunciar el impacto humano sobre la tierra, el término Antropo(ser humano)ceno fue acuñado en el año 2000 por los científicos Paul Crutzen y Eugene Stoermer. Conscientes del impacto humano y la huella ecológica que ha ido dejando y que deja éste tras de sí propusieron dicho término para resaltar la influencia en el planeta de un Homo destructor, más que de un Homo sapiens. Más allá del cambio climático, la pérdida de biodiversidad o el agotamiento de los recursos fósiles, el Antropoceno, como concepto que aspira a definir una era, pone el punto de mira en todos los desafíos a los que se enfrenta la humanidad relacionados con la intervención desacertada del mismo sobre la naturaleza.

Algunos toman como inicio de este período la Revolución Neolítica (año 8.000 y 3.000 a. C) o los bombardeos atómicos de Hiroshima y Nagasaki en el año 1945. Elizabeth Bravo apunta en su libro Del Big Bang al Antropoceno que se destaca esta última fecha por ser entonces cuando las plantas nucleares comienzan a afectar el mantenimiento y la regeneración de los ciclos biológicos y la continuidad de los procesos evolutivos.

No obstante, Crutzen y Stoermer marcan como punto de partida la Revolución industrial (s. XVIII-XIX) debido al gran impacto de la innovación tecnológica del momento (mecanización de la mano de obra, producción a gran escala, explotación agrícola intensiva y extensiva, etc.) y su consecuente huella ecológica.

Año 2015: El Capitaloceno de J. Moore

El sociólogo e historiador ambiental Jason W. Moore considera que nos encontramos en un período que más que Antropoceno debería denominarse Capitaloceno, pues el Antropoceno “se centra sólo en los efectos de la degradación ecológica y de este modo, se está en realidad descuidando el análisis de las causas de este deterioro, lo que hace por tanto más difícil identificar a los responsables de las crisis ecológicas y buscar soluciones políticas al problema. Debemos entonces ir a la raíz del asunto, reconociendo el papel del Capitalismo como principal responsable”. J. Moore entiende así que “la coacción forzada del trabajo (tanto humano como no humano), subordinada al imperativo del beneficio a cualquier precio —y por tanto de la acumulación ilimitada —es lo que está provocando la ruptura del equilibrio del ecosistema”.

En otras palabras, no hay mayor culpable que el capital y la ansia por su acumulación.

Año 2016: El Chthuluceno de Donna Haraway

Donna Haraway, bióloga, crítica posthumanista y feminista empirista, propone desde una taxonomía más filosófica y utópica el concepto Chthuluceno en su libro Seguir con el problema (2019). Basándose en una ética tanto multi como inter-especie defiende que “ser uno es siempre devenir-con muchos”. De hecho, el prefijo ‘chthu-‘ nos remite a aquellos poderes subterráneos de la tierra en los que todo se encuentra enraizado y entrelazado. Somos muchos, somos varios pero, sobre todo, somos uno.

Haraway nos inivita al encuentro con el otro, no siempre en forma de humano; el otro pueden ser animales, hongos o bacterias, vegetales u organismos similares con los que co-habitamos, co-evolucionamos y sociabilizamos. Proyectar esta era desde el Chthuluceno es cuestionar la unicidad de lo humano, las posiciones asimétricas de poder entre especies y las hegemónicas categorías de lo vivo. En definitiva, es apostar por una ‘supervivencia colaborativa’ y aprender a ‘vivir y morir juntos en un planeta ya herido’ para construir futuros dignos de ser vividos.

Pese a la propuesta que hace Haraway con el concepto Chthuluceno, ella dice estar de acuerdo en que hablar de Antropoceno significa hablar de Capitaloceno.

Año 2016: El Grasoceno de Homo Velamine

Para los ultrarracionalistas de Homo Velamine el anthropos no es el sujeto de la Historia ni mucho menos de la época geológica actual. Protagonista aquí es la autovalorización del Valor-Grasa, por lo que este periodo geológico habría de llamarse según ellos Grasoceno. Pero, ¿qué es eso de Valor-Grasa?

La Grasa, en términos generales, es el valor subjetivo inherente a cada cosa o idea; por el contrario, el valor vendría a ser la usabilidad de esa misma cosa o idea. Cuando un jovenzuelo o no tan jovenzuelo se compra Axe no compra únicamente el producto que se utiliza para suprimir el olor corporal (valor intrínseco del producto). Compra también el lema <<ideal para hombres como tú>> que con un flish dejarán loquitas a todas las tías y puede que hasta éstas se desmayen, como en el anuncio, para que luego tú… (grasa del producto). Además, el Valor-Grasa aúna ambos conceptos y éste no es más que su valor económico. El Axe Gold no cae de los árboles, cuesta 2,65 euros en el supermercado de la esquina y por ello es Valor-Grasa. Pasamos así del Homo sapiens, al Homo destructor para llegar al Homo velamine (el mono vestido).

¿Grasoceno? El reflejo del absurdo de nuestra sociedad.

Científicos advierten: No es Antropoceno, es Grasoceno

Año 2018: El Euroceno o tecnoceno de sloterdijk

Desde una perspectiva de culpabilidad y responsabilidad del norte global (frente al sur global) se reprocha al desarrollo técnico de ese anthropos en continentes concretos, especialmente Europa y América del  Norte, donde la tecnología se puso al servicio de la producción masiva de mercancías por medio de mercancías.

Para Sloterdijk, filósofo y catedrático alemán de la Escuela de Arte y Diseño de Karlsruhe, hacer responsable a la humanidad en su conjunto mediante el concepto Antropoceno sería injusto. La tecnología que ha favorecido el “desarrollo” del norte global ha sido, precisamente, por ser esa tecnología su patrimonio. Un patrimonio tecnológico que no se ha querido ni se ha sabido compartir, pero cuyas consecuencias sí ha pagado, paga y pagará la humanidad en su conjunto. “Sería más oportuno hablar de Euroceno o de un Tecnoceno iniciado por europeos”, sentencia Sloterdijk.

Los filósofos no han hecho más que interpretar de diversos modos el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo.

Marx, 1845