La prostitución en la historia

Aspasia de Mileto

Para entender la problemática de la prostitución en las sociedades modernas, debemos hacer primero un repaso histórico de esta actividad. Hemos de entender que, de la misma manera que la prostitución ha ido cambiando a lo largo de la historia, tal y como la conocemos hoy en día es propia de la modernidad y está profundamente ligada al sistema económico que surge en este mismo periodo: el capitalismo.

Si bien la prostitución se ha venido dando desde tiempos inmemoriales, no está en absoluto exenta de evolución. Es decir, la prostitución, como la familia o las propias relaciones entre el hombre y la mujer, han ido evolucionando a lo largo de la historia. Condicionadas en última instancia por las condiciones materiales de los diferentes sistemas productivos.

El mundo antiguo

Los primeros registros de la prostitución datan ya del siglo XVIII a.C., en el Código de Hammurabi, en la antigua Mesopotamia. Una de las formas más antiguas de prostitución que se conocen a día de hoy es la prostitución religiosa, que solía consistir en ritos de carácter religioso en el que un visitante mantenía relaciones sexuales con una sacerdotisa –o sacerdote-. Esta era una forma practicada en muchos lugares diferentes, entre los cuales podemos destacar Babilonia y Corinto. También es de destacar que en Mesoamérica y Sudamérica quienes practicaban esta prostitución religiosa solían ser hombres jóvenes.

Así pues, en la antigua Grecia encontramos las hetairas (muy similares a las oirans japonesas o las kisaeng coreanas), que eran mujeres esclavas y extranjeras, que tenían capacidades para la danza, la música y otros talentos físicos. Si bien muchas hetairas se veían forzadas por su clase, algunas de ellas eran mujeres de gran influencia. Es el caso de Aspasia de Mileto, compañera de Pericles. De esta manera, Aleksandra Kollontai repara en que “el mundo antiguo tenía a la prostitución como el complemento legal a las relaciones exclusivamente familiares”.

Otro paso evolutivo: la Edad Media

Tras la decadencia del esclavismo y del mundo antiguo, y la irrupción del cristianismo y el feudalismo, la prostitución sufre un gran cambio. La moralidad sexual en Occidente entra en profunda contradicción con la existencia de la prostitución. Sin embargo, la prostitución en la Edad Media fue tolerada por toda la sociedad, incluso gran parte de la Iglesia, ya que se consideraba un “mal necesario” para evitar la masturbación, la sodomía y las violaciones o seducción de mujeres. Es decir, tenía una clara función social ligada estrechamente con la ideología dominante, a pesar de, teóricamente, encontrarse en posiciones diametralmente opuestas.

Capitalismo

Tras la colonización de América y el desarrollo del mercantilismo y la industria, las relaciones productivas van transformándose. Aumenta cada vez más el poder de la burguesía y a su vez y en base a sus intereses de clase, conseguía hacer penetrar sus ideas y su moral en el resto de la sociedad. Tal y como señala Kollontai, “la moral sexual de la nueva burguesía estaba basada en principios radicalmente opuestos a los principios morales más esenciales del código feudal” y “el estricto individualismo y la exclusividad y el aislamiento de la familia nuclear” son características exclusivamente burguesas de la concepción de la familia y profundamente ligadas al culto a la propiedad privada, manteniendo así un gran arraigo patriarcal.

Así pues, sobre todo a partir del siglo XIX, el siglo en el que finalmente la burguesía se corona como clase dominante y el sistema capitalista se consolida en el mundo, el número de prostitutas aumenta exponencialmente como consecuencia, principalmente, de la situación de miseria en la que se encuentran las mujeres obreras.

“La pobreza, el hambre, la privación y las flagrantes desigualdades sociales, que son la base del orden burgués, conducen a estas mujeres a la prostitución”.

ALEKSANDRA KOLLONTAI