Antonio J. Rodríguez y la masculinidad pidiendo una tregua pa’ llorar

Antonio J. rodríguez y la masculinidad pidiendo tregua pa' llorar

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Antonio J. Rodríguez dice que “quizá sea la hora de pensar en la imposibilidad de separar al artista de su industria en lugar de pensar en la posibilidad de separar el arte del artista”. Entonces, me pregunto, ¿separo a Antonio J. Rodríguez, artista del ensayo, del periodismo, del marketing, de la polémica, artista del artisteo y la columna, de la conversación y la entrevista, del reguetón y todo eso, de las letras en general de su editorial (Anagrama en este momento)? Quizá deba ir más allá y no separar a Antonio de Anagrama, sino del mundo editorial general, del mainstream o de Penguin Random House Grupo Editorial y de Feltrinelli Editore o Grupo Prisa, no sé.

En fin. Es tarea complicada. Digamos que es, como bien dice el autor de La nueva masculinidad de siempre: capitalismo, deseo y falobias (Anagrama, 2020) (también de Candidato o Fresy Cool) Antonio J. Rodríguez, imposible. Pero apuntemos una cosa: la industria editorial no se caracteriza por ser, históricamente igualitaria. Da igual, vayamos con el libro.

Juzguemos la portada

Hay dos formas de juzgar este ensayo-periodístico por su portada. 

La primera es, ni más ni menos, que juzgar la edición de la cubierta. Lin Yung Cheng hace este tipo de fotografías (majestuosas para el ojo humano e incómodas para el inhumano). Una espalda desnuda con dos rotuladores uniéndose gracias a la tinta pintada. Abre y cierra el camino el color. La fotografía, la verdad, sirve al juez para su prejuicio. ¿Qué habrá dentro? ¿Más cuerpos desnudos? Pues sí, el del autor.

La segunda forma de juzgar este libro por su portada es acudiendo a los debates y a las entrevistas que ha concedido con razón de la publicación (y del levantamiento de ciertas restricciones y por el marketing, y eso). Muchas veces el debate viene precedido de la entrevista. Otras se arma un griterío (como dice Elizabeth Duval).

Homofobia ante la masculinidad heterosexual de siempre

Esto último pasó tras la publicación de la conversación entre Antonio J. Rodríguez y Lorena G. Maldonado: qué dos, estos dos. Y, de hecho, el producto que nos ofrecía el periódico de Pedro. J. Ramírez gracias a Lorena fue un ejemplo de buenhacer. No sé si ella eligió el titular, pero me da igual. “Habrá machismo hasta que los hombres seamos capaces de besar otro falo», pregonaba como titular.

Ocurrió sí, lo que piensan. Las redes quemaron la entrevista sin leerla, se usaron tropecientos mil insultos contra el ensayista y la periodista, imágenes feas, homofobia a cántaros y heterosexualidad mohosa en toneladas para tapiar el posible debate (que no sería más que un apéndice del libro tras su publicación). La razón de ser del ensayo es proponer (o intentar buscar una propuesta nueva y subsanadora) de heterosexualidad hegemónica. En ese sentido no podemos no entender el griterío como una forma de victoria para Antonio J. Rodríguez.

El autor al desnudo

Como decíamos ayer, es un libro astutamente escrito por un autor desnudo. Todo lo expuesto y refrendado, argumentado y nombrado, todo lo que se trata en el libro, es vida del ensayista, incertidumbre del autor, tema de estudio y práctica vital.

Se perfilan melones ya abiertos como los modelos relacionales y el amor romántico como gangrena, la falofobia entre los hombres privilegiados (los que forman parte de la cúpula del sistema, entre los que estoy yo y entre los que está, por supuesto, el autor, aunque ambos tengamos el cuello contra el cristal), el nuevo machismo, el neomachismo, las otras formas de ser feminista desde la heterosexualidad, la colonización como instrumento masculino de opresión (histórica y diaria). Propone el término cisheteroqueer, pero no voy a ponerme a descifrar una de las partes más interesantes de la obra.

Rap, Silicon Valley y Scorsese

Antonio J. Rodríguez se dirige al rap (y al trap) para dibujar el cambio en la concepción de la sexualidad masculina y los roles asociados: hace un auténtico camino al andar, y descifra el panorama en clave de masculinidad, moda, paradigmas. Luego camina hasta el cine y nos pone frente al espejo a El Lobo de Wall Street. Finalmente nos lleva a Silicon Valley y nos describe a Elon Musk y esa panda de cruzadesiertos. En Moncloa.com se la cogen con papel de fumar a Antonio y a Lorena y dicen: “Besar falos” y “penetración anal”: las claves para ser un neofeminista. Y yo digo, pues ojalá, pero lean el jodido libro o por lo menos, la entrevista completa.

¿El neofeminismo?

“Una simpática paradoja, señala el autor, de esta nueva masculinidad igualitaria (…) es que, cada vez que sus embajadores reivindican el feminismo, a la vez reafirman su virilidad heterosexual”. Su virilidad sangrando, como dice Eddi Circa en Are u Venus?, les pide una tregua pa´llorar. El aliado será feminista o no será, pero si es heterosexual se reafirmará de dos formas: por oposición o por identificación.

Cultura del esfuerzo, cocaína y nuevas rutinas. La hipocondria de un nuevo padre nuevo. El necropoder y la percepción islamista. Nos da ciertas claves, para nada nuevas, pero sí muy bien cribadas, para entender cosas viejas. El debate está ahí, en el juego del suma cero.

Name-dropping

El texto de 240 páginas tiene su aquel, incluso para los que nos movemos levitando entre la generación Z y la millenial, que ya podríamos tenerlo en las células y el genoma, y esas cosas. 

Considero que Antonio J. Rodríguez ha escrito aquí uno de los tratados vitales para que 2020 aún no muera, un año donde todo es decadencia gracias a la heterosexualidad de siempre, la masculinidad de siempre: Silvio Berlusconi saliendo sano del hospital.

Simone de Beauvoir, Anne Carson, Dickens, Scorsese, Notorious Big y su masculinidad XXL, Weinstein y el #metoo, Oxfam y los escándalos sexuales, Despentes, Butler, Vargas Llosa, en fin: un name-dropping para ir haciendo hambre. Todas y todos hacen un cameo: a comer.