Antidisturbios: todo lo que Sorogoyen no dice

Antidisturbios

Los Antidisturbios de Sorogoyen nunca tienen la culpa, pero sí cargan con ella

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De repente un furgón de mascachicles que andan por un aparcamiento como si fueran sheriffs, ataviados con un uniforme pesado, ese disfraz de Halloween que asusta como antes lo hacía el hombre del saco o los grises, llega, dan unos porrazos y unos cuantos consejos al nuevo: “Tú le pones un poquito de chulería a todo lo que hagas y así todo es más fácil”.

Antidisturbios (Isabel Peña y Rodrigo Sorogoyen, Movistar+, 2020) es la serie que nos ha estallado en la cara. Peña y Sorogoyen ya nos dibujaron dos tramas para el recuerdo con ese El Reino y esa Que Dios nos perdone. Dos turbulentas películas que se daban la mano sin abrir la boca.

Como en El Reino, la serie Antidisturbios es ficción (¡qué obviedad!), pero sin duda, bebe de la realidad. Si la película protagonizada por Antonio de la Torre trataba la trama de Gürtel sin mencionar en ningún momento las siglas del Partido Popular, Antidisturbios trabaja lo que está ocurriendo (aún) con el Comisario Villarejo. Y la excusa son unos mascachicles que se creen sheriffs cuando van con la porra (y siempre llevan la porra). 

El Estado es aquella comunidad humana que ejerce (con éxito) el monopolio de la violencia física legítima dentro de un determinado territorio. Es lo que nos explica Max Weber, más adelante nos adentramos en esta cuestión.

Gama de grises

Quien utilice antidisturbios como arma arrojadiza es que o bien no ha querido entender la serie o que la ha visto con la piedra en la mano. Sorogoyen consigue lo imposible, un relato de unos hechos (que no nos resultan desconocidos) desde una equidistancia forzada y militante que huye de blancos y negros y nos abre una amplia gama de grises.

Desde el primer capítulo te obliga a habitar en esa escala de tonos intermedios. Un episodio piloto que además de ser una lección de dónde poner y cómo mover una cámara, te enseña un desahucio y te somete a decidir un bando. Eliges a los vecinos. Luego, Sorogoyen y Peña te consiguen poner el casco y acelerarte el pulso hasta la lágrima. Y habitas el espacio que hay entre víctimas, si es que hay un espacio para ello.

Eichman y el Antidisturbios

De Eichmann en Jerusalén (Hannah Arendt) a Antidisturbios en Madrid, la serie pone la cámara tanto dentro del furgón como fuera. Sobre el mal. Hubiera sido fácil mostrar solamente el uniforme y el drama de la trama de corrupción, al grito de justicia para Yemi, pero Sorogoyen y Peña van más allá de la placa y nos enseñan a quien la lleva, al padre de familia divorciado que prepara unas oposiciones, al marido y padre ausente; nos enseñan los problemas de conciencia, nos deja en bandeja al enchufado y nos hace asquearnos ante el bully del instituto.

Decía Hannah Arendt que Eichmann, más que un monstruo, era un funcionario cumpliendo órdenes. Del mismo modo y al contrario, la serie nos enseña a la persona, al funcionario y al monstruo poniendo al espectador en un constante debate moral sobre dónde posicionarse.

Los detalles de Sorogoyen y Peña

Hay un momento culmen, un detalle, una escena: Sorogoyen y Peña apuntan con la cámara una televisión. En la televisión, Antonio García Ferreras intoxica con un bulo, (¿ficción?) creado previo pago a un expolicía corrupto (¿ficción?), a toda una opinión pública.

Otro detalle: en la comisaría de los antidisturbios cuelgan todas las bufandas de los equipos de fútbol que los antidisturbios, suponemos, odian. También una bandera de Euskal Presoak Etxera. También una palestina, un pañuelo de cuadraditos sí: una palestina. Todo ello expuesto como trofeos en una pared repleta. Un último detalle: pegatinas franquistas en el techo del furgón. Pegatinas que solamente podría pegar alguien que viaja dentro, es decir, un miembro de la Unidad de Intervención Policial.

Uno más cinco son siete

Hovik Keuchkerian, Alex García, Raúl Arévalo, Roberto Álamo, Patrick Criado y Raúl Prieto son Salavador Osorio (Salva, Osorio, Jefe de Equipo), Alexander Parra (Álex, Parra, Sobrino), Diego López (Dieguito, López), José Antonio Úbeda (José, Úbeda), Rubén Murillo (Niño, Murillo) y Elías Bermejo (Bermejo, El Nuevo). Ellos componen el PUMA 93 y son una familia y como en todas las familias, las cosas dentro no van bien: ¿me has traicionado?, ¿eres un exagerado?, ¿estás mintiendo? ¿qué miras?, ¿por qué dices eso?, ¿hay lealtad? 


Y llega Vicky Luego (Laia Urquijo), que con una escena impecable escrita por Peña y dirigida por Sorogoyen, se presenta. En una sola escena: no todo vale. Las trampas no son ninguna broma. Solamente importa la justicia, el juego limpio. Llegar hasta el final. No hay amigos. No hay dolor ni sueño. Vicky Luengo se marca el papel de su vida. Sorogoyen y su cámara pegada a los ojos de la inspectora de Asuntos Internos, hacen el resto.

Qué pasa en Antidisturbios: sinopsis

La sinopsis corta es algo así como: Osorio, jefe de equipo, sale con sus compañeros a desahuciar a una familia en la Calle Oliva. No va bien. Sorogoyen pone la mirilla en que los pobres antidisturbios son solamente cabeza de turco. La cúpula policial, inmobiliaria, judicial y mediática es quien tiene la culpa de todo. Ellos cargan con el muerto, el insomnio, la depresión y los ahogos de la ansiedad, los expedientes abiertos, los meses sin sueldo. A pesar de todo, nadie pierde.

De la serie aprendemos mucho. Por ejemplo, a no quedarse a solas con cinco antidisturbios armados, pues se tomarán la justicia por su mano. Y salió Jusapol al estrado y dijo que no, que qué mal. La Asociación de Guardias Civiles y Policías nacionales siendo esos ofendiditos de los que hablaba Lucía Lijtmaer en su ensayo. El discurso imperante, lo mainstream, también puede cuestionarse, señorías.

El poder para otros

Como dice Diego López (Raul Arévalo) en el interrogatorio ante Asuntos Internos, ante los ojos puntiagudos de Laia, él entró en el cuerpo de policía porque creía que ayudaría a que las cosas funcionen un poco mejor. Lo que Weber de primeras no menciona es que ejercer el monopolio de la violencia física implica que un Estado ofrezca porras y pistolas a personas corrientes, (pero también a personas no corrientes); implica darles una cuota de poder que no sabes cómo van a administrar.

El experimento de la cárcel de Stanford ya nos mostró cómo los roles sociales se van distorsionando, pero también adquiriendo, imponiendo, asumiendo. En el experimento carceleros y presos modifican la conducta de los individuos hasta extremos insospechados. ¿Cómo actuarías si te diesen una placa y una porra? ¿Y si observas cómo casi matan a tu compañero o amigo? Emociones y poder, poder y porras, placa y emociones, ninguna son buenas compañeras.

FICHA TÉCNICA
TítuloAntidisturbios
DirecciónRodrigo Sorogoyen y Borja Soler
GuionIsabel Peña y Rodrigo Sorogoyen
RepartoVicky Luengo, Raúl Arévalo, Hovik Keuchkerian, Álex García, Roberto Álamo, Raúl Prieto, Patrick Criado
GéneroSerie: thriller, drama policiaco
Duración50 minutos, 6 capítulos